Artemisa MENDIZÁBAL/Conaculta
Oaxaca, México.- Frente a la escasa importancia de nuestra lengua en el desarrollo científico mundial y al retraso que en la materia muestran los países del hemisferio sur, el doctor Ruy Pérez Tamayo hizo un llamado a la comunidad científica hispanoparlante, a unirse para impulsar la publicación de una revista en español, iniciativa que detonaría un crecimiento que le permitiría equipararse e incluso superar al inglés.
Durante su participación en el ciclo La Academia Mexicana de la Lengua ante los Centenarios de las Revoluciones, con la ponencia
La lengua española en la ciencia, en la Sala Adamo Boari del Palacio de Bellas Artes, el reconocido médico, investigador, escritor y académico, afirmó que esa opción siempre ha estado ahí y no la hemos aprovechado; y a nivel de hipótesis, planteó que editar una revista en español tipo
Science o Nature, apoyada por un conglomerado de 400 millones de seres humanos, que posibilitaría el posicionamiento de nuestro idioma, “antes de que todos empecemos a hablar chino mandarín”.
Poco antes, el también profesor emérito de la UNAM aseguró que son dos las razones que han frenado una promoción vigorosa de la ciencia en el mundo hispanoparlante: la primera, la ignorancia de nuestros gobernantes, en torno de su capacidad potencial para contribuir al desarrollo cultural y económico de la sociedad; el segundo, la falta de recursos para apoyar con generosidad a nuestros científicos.
Desde su punto de vista, ambos problemas tienen solución. El primero, requeriría educar a las autoridades políticas para que sepan qué es la ciencia y para qué sirve; el segundo, con un sencillo cambio de las prioridades del presupuesto nacional, como sería reducir el gasto militar y aplicar esas partidas al desarrollo científico y tecnológico.
“Cuando México y los demás países decidan adquirir más microscopios electrónicos, centrífugas o telescopios, en lugar de carros de asalto, helicópteros y metralletas; cuando la cuenta total de investigadores supere el número de militares, se habrá dado el primer paso para aumentar la importancia del idioma español en la comunicación de la ciencia a nivel internacional”, subrayó el científico originario de Tampico, Tamaulipas.
Consciente de las casi nulas probabilidades de que eso ocurra, Pérez Tamayo afirmó que los científicos no pueden permanecer impávidos frente a la reducción progresiva de la importancia del español en el concierto internacional de la ciencia, por lo que lanzó la propuesta mencionada, con el fin de incrementar el peso de nuestras investigaciones, en comparación con las de las naciones anglófonas, en términos de diversidad y cantidad, pues en calidad estamos a la par de ellos.
Al inicio de la charla, refirió que del estudio del desarrollo histórico de la ciencia en México, se desprenden dos cuestiones: por un lado, la dependencia de Europa y por el otro, el carácter amateur que los investigadores mantuvieron hasta principios del siglo XVIII, con la transformación progresiva de la tecnología, de empírica a científica, impulsada por la revolución industrial.
Apuntó que de pronto, las ocupaciones de clérigos, aristócratas y diversos profesionistas interesados en describir y explicar el mundo en que vivían, adquirieron valor económico. Así, de ser un elemento de importancia mínima en el desarrollo progresivo de la sociedad de Occidente, el interés económico ha crecido en forma progresiva y se ha transformado en factor esencial para la creación de nuevas tecnologías, cuya búsqueda comenzó a recibir reconocimiento académico y oficial en los países desarrollados, al menos tres siglos antes que en las naciones del hemisferio sur.
A decir del ponente, la ciencia en México, al igual que en muchos de los países hispanohablantes y del hemisferio sur, tiene una larga historia pero una breve o nula tradición; y que en los más afortunados como España, México y Argentina, la continuidad científica ya existe pero no rebasa los 70 años de vida. Comparativamente, en Estados Unidos esa tradición se estableció hace tres siglos, como herencia fundacional de los puritanos provenientes de Inglaterra.
Pérez Tamayo utilizó una metáfora musical para ilustrar sus palabras: “en el concierto de la ciencia internacional, México y los países hispanohablantes llegamos tarde a ocupar un sitio, cuando el programa ya llevaba rato de tocarse. Además, tanto el director de orquesta como la mayoría de músicos y patrocinadores, hablan inglés; los programas de mano se imprimen en ese idioma; los medios transmiten el concierto en inglés; los entrevistadores charlan con los solistas sean polacos, rusos o franceses, en el idioma de Shakespeare”, observó.
Opinó que el algo que parece terrible, irracional, arbitrario y de mal gusto, porque el francés es más suave y expresivo; el alemán, más preciso y al mismo tiempo más maleable; en tanto que el español es más rico y atractivo, “pero así es y seguirá siendo por tiempo indefinido”.