Oaxaca, México.- En la ciudad de Oaxaca de pronto uno no comprende el por qué la categoría de patrimonio de la humanidad. Todas las banquetas de piedra labrada del centro histórico han sido sustituidas por cemento (dicen que sólo algunas banquetas y que casi ni se nota), ciertos laureles del Zócalo fueron derribados y también su cantera del piso fue sustituida por otra apenas labrada y colocada mientras se realizaba una fiesta de la Guelaguetza (ya hace mucho tiempo de eso pero todavía se acuerdo uno). La bancas dónde se sentaban los que no tienen qué hacer las volvieron de cemento y las muchachas guapas ya no se sientan en ellas porque sus novios les dirían ¡qué fríos están hoy tus glúteos! Algunas personas de plano ya no se asoman siquiera por el Zócalo de la ciudad porque, digo, ya no hay suficientes laureles que los oculten de sus conocidos indeseables. Ahora se pueden cruzar tranquilamente las calles entre automóvil y automóvil porque el congestionamiento vehicular así lo permite; pero tener un auto en la ciudad de Oaxaca ya resulta desesperante, pues las calles no se diseñaron con la idea de que todo aquel que trabaje y pueda gozar de un crédito compre su coche a pagos fijos.
Sin embargo, hay edificios notables que nos hacen pensar que sí podrían tener razón los que distinguieron a los mexicanos con el título de patrimonio de la humanidad, refiriéndome a Oaxaca: la iglesia de Santo Domingo, la Catedral, el palacio de gobierno, el santuario de la Soledad, el teatro Macedonio Alcalá; Monte Albán y Mitla, entre más. Y para poder apreciar la belleza de dichos edificios desde el interior, por supuesto que hay que entrar. Primero hay que echar un vistazo desde donde se pueda, pasar las rejas que casi siempre existen, pagar cierta cantidad en la puerta de cobro y dejar las cámaras fotográficas o de video en la entrada tal vez para que todos paguen y no sólo vean imágenes de fotografía o de video. Por lo general, los visitantes salen encantados de estos lugares, se olvidan de los cincuenta pesos, más o menos, que pagaron para entrar, y se van muy felices. Pero este engaño de felicidad se podría solucionar fácilmente. Exijo que se sea sincero con los que visitan Oaxaca. Exijo letreros que a su letra digan Para que usted, estimado visitante, pueda apreciar la verdadera belleza de Oaxaca, tiene que pagar cincuenta pesos y hasta le hacemos olvidar el relajo que es esta ciudad. U otros que digan: Hubiera usted venido hace 20 años.Te podría interesar...
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