Salvador JOSÉ
Oaxaca, México.- Días aciagos, donde los asesinos son fantasmas imposibles de localizar por simples y mortales policías, personajes que se alejan cada vez más, de las impotente manos de la justicia.
No estamos exentos de masacres y homicidios que quedan impunes ante la negligencia de las autoridades encargadas de esclarecer aborrecidos crímenes en plena luz del día y en el centro de la capital oaxaqueña.
Qué sucede en esta sociedad en descomposición que nos hacen insensibles ante los crímenes cada vez más descarados, cayendo, en la indiferencia y el valemadrismo de las autoridades. Abonada por la criminalidad organizada, institucional o aislada.
No podemos soslayar que esta criminalidad proviene de un sistema político corrupto, perfectamente estructurado, donde la falta de una formación educativa, de valores éticos y la apología de la violencia televisiva primero, nos conducen hacia la autodestrucción de la sociedad como la conocemos, cayendo en la ingobernabilidad y en la irresponsabilidad de los políticos de hacerse a un lado (con todo y guaruras) para dejar en la indefensión a la sociedad.
En el oscuro abismo de la corrupción, negligencia, e indiferencia que provoca la putrefacción social, y de seguir así, la situación criminal será dentro de muy corto tiempo, algo natural, inmiscuida ya en las Instituciones gubernamentales. Convirtiendo a la criminalidad un fenómeno familiarizado con el que tengamos que convivir sin que nadie se haga responsable. Por lo menos en el aspecto institucional.
Al grado que autoridades encargadas de administrar la procuración de la justicia, el gobernar una entidad o una comunidad, legislar para hacer leyes para una sociedad más armónica; estén involucrados directamente, cuando no acusados directamente con el crimen organizados, o institucional para preservar el poder político económico. Los servidores públicos, son parte de los sospechosos en esta ola de criminalidad que arrasa a nuestro país y nuestra entidad.
Debe un haber hasta aquí de las autoridades judiciales aunque son los mismos poderes institucionales los que hicieron caso omiso cuando era posible evitar esta ola de crímenes.
Es una verdadera descomposición que siendo los mismos poderes (ejecutivo, judicial, o legislativo) sean los encargados de prevenir y evitar los delitos, están dentro de los principales sospechosos, jueces, exprocurador@s, policías, gobernadores y presidente de la República, en el caso de los magnicidios.
Todos somos culpables de una u otra manera, a no ser que el agua nos llegue hasta los aparejos,. Resulta que organizaciones y sectores que no se sentían aludidos por la violencia, ahora quieran hace r marchas –ojalá de algo sirva- cuando tuvieron todo el tiempo del mundo para hacer alguna declaración pública, escribir un comunicado, o en el caso de los legisladores penalizar con mayor rigor los delitos criminales; crear decretos en el caso de los poderes ejecutivos. Pero también en el caso preventivo los maestros pueden apoyar para que se dé prioridad a que las diversas materias humanísticas formen el Plan de estudios en la enseñanza básica hasta las carreras profesionales.
Pero resulta, que hasta los llamados
guías espirituales o las instituciones eclesiásticas se encuentran inmersas en el fango de corrupción.
Por último, es una paradoja que en pleno Santo Domingo, cuando se pensaba realizar un paseo nocturno, denominado la “Muerte se pase en Bicicleta”, a las once de la mañana, del mismo día la muerte se adelantó, pero no precisamente en bicicleta, sino en motocicleta. Como sucedió días antes con el crimen perpetrado contra Heriberto Pazos Ortiz, líder del Movimiento Unificador de lucha Triqui.