Soledad JARQUIN EDGAR
Oaxaca. México. Lo de siempre pero dicho de distintas maneras. Todos los gobernadores desde Heladio Ramírez López hasta Gabino Cué han dicho más o menos lo mismo, palabras que buscan dejar la promesa de la transformación, del ahora sí, de los mejores tiempos por venir, de la barita mágica para descreídos.
Las palabras claves son: Combate a la pobreza, Respeto a los pueblos indígenas, Salir del rezago ancestral, Justicia y democracia, Dignidad y compromiso, Diálogo serio y respetuoso, Honestidad e intolerancia a la corrupción, Eficiencia y profesionalismo, Conciliación y reconciliación, No al abuso del poder, El poder para servir y No al enriquecimiento a costa del pueblo.
Los últimos cinco discursos son verdaderos catálogos de buenos, buenísimos deseos; resultan hasta didácticos, pues incluyen sus propias definiciones o al menos así parece en los hechos o que demuestran que se equivocaron que en realidad querían decir otra cosa. Palabras, promesas y conceptos que traslucen emoción, mucha emoción y que al cabo de seis años, la intangible esperanza se convirtió más pobreza y por tanto en desilusión. Digo, porque el siguiente volvió al mismo discurso, al mismo sitio de donde partió el anterior. Así, Gabino Cué se reportó ante su pueblo como el gendarme de la esquina: “sin novedad”.
El pasado 1 de diciembre -el día que los súper listos y hasta los despistados llaman histórico por el hecho de que por primera vez un gobernante surgido de un partido distinto al PRI llegaba al poder, yo, insisto, habría que probar- escuché atenta el discurso, de pronto sus palabras me parecieron conocidas y hasta familiares.
El viejo discurso atravesaba mi memoria, me repetí que no, que seguramente estaba equivocada, para evitar más confusiones recurrí a la memoria de papel y ahí encontré los mismos discursos desde Heladio Ramírez López hasta Gabino Cué; los mismos sentidos discursos, la verborrea que ataranta, la ideología pragmática que nos ilusiona con palabras distintas o con palabras idénticas, también en Diódoro Carrasco, en José Murat y en Ulises Ruiz, todos parecían haber aportado un poco al nuevo e “histórico” mensaje.
Cierto –dirán quienes insisten que fue histórico porque un gobernador por primera vez, después de la centenaria Revolución, tomó protesta fuera de la ciudad de Oaxaca- las palabras no siempre tienen las mismas intenciones… eso es lo que llamo la intangible esperanza y la línea invisible de la incredulidad, el no morder el anzuelo.
Datos concretos de las unciones de estos cinco gobernadores, que después nos resultan sintomáticas: en ningún caso hubo presidentes, siempre otro funcionario en representación del Ejecutivo federal. Desde los Pinos, Oaxaca no ha sido la prioridad ni importante; laboratorio sí, preponderancia no. Ahí está Juárez de testigo.
En todos los casos hubo manifestaciones y en la primera línea de combate sí, adivinaron, las y los integrantes del magisterio “democrático” de Oaxaca, con líderes distintos, a todos sin excepción se les ofreció el diálogo. ¿Luego entonces qué pasó?
Vayamos por partes. 1 de diciembre de 1986. Heladio Ramírez López y escenario “adornado”, sí muy adornado, por representantes de los 16 grupos indígenas, sus invitados especiales. 24 años después, tuvimos otro escenario en San Raymundo Jalpan, invitados especiales fueron quienes pertenecen a la clase política mexicana.
Las frases de Heladio Ramírez López, actual Senador y el último orador en la tribuna sexenal, los otros cinco leyeron, son lugares repetidos, frases que se volverían comunes y a las que se le imprimían calificativos que mostraban la magnitud de “ancestral” y “dramático” rezago.
Una de las máximas del hijo de Santa María Ayú –pequeña población de la mixteca oaxaqueña- fue “no gobernaré con camarillas, no creo en las falsas trincheras del privilegio del poder público”. Dicho en otras palabras, en sinónimos, curiosamente se repite en Gabino Cué, pero los tres intermedios –Diódoro, Murat y Ulises- también arrastraron en sus discursos, tal parece que todos marcaron su territorio y el supuesto deslinde de los que ya probaron que son malos, malos de verdad, que ahora viene la buena… la esperanza intangible.
Acabar con la pobreza ha sido el gran reto, hacer producir el campo el gran sueño, transformar a los pueblos la gran misión, hacer que la federación pague la deuda histórica con Oaxaca el gran pendiente y todo se queda en lo mismo, porque seis años, todos después volvieron al mismo punto.
El 1 de diciembre de 1992, tocó el turno a Diódoro Carrasco Altamirano y volvieron los sitios comunes: un mejor gobierno, con más justicia y más democracia, promoviendo la participación ciudadana… Por supuesto, el ahora Senador –sólo que ahora del PAN- desechó caer en prácticas populistas y si por populismo se entiende resolver aquella grave condición de pobreza de Oaxaca, lo cumplió.
Igual que escuchamos el pasado 1 de diciembre de la voz de Cué, Carrasco y quienes le siguieron le garantizaron en palabras a su pueblo que su equipo actuaría con eficiencia y profesionalismo.
La propuesta es la repetida: justicia y democracia, bienestar social, reducción de la pobreza, eficiencia productiva, generación de empleos y desarrollo regional, ampliación de las comunicaciones e integración e integración territorial.
La frase para la posteridad fue: “Quiero dejar claro mi compromiso esencial: por Oaxaca y la democracia todo: contra los oaxaqueños y la justicia, nada”. En Loxicha saben de lo que hablaba.
Como un estruendo llegó José Murat Casa, 1 de diciembre de 1988. El teatro Alvaro Carrillo fue el recinto oficial. Sus frases también comunes, sus hechos aún más: Acataré la voluntad del pueblo porque soy respetuoso de él y sólo a su voluntad me someteré.
Además de proclamarse un creyente de la diversidad de pensamiento, Murat aseveró que “nadie deberá atentar contra la dignidad del ser humano, siempre seré el primer defensor de los derechos humanos” y la gente de los Loxicha siguió pagando los platos rotos, como Isabel Almaraz a quien en su gobierno se le acusó de guerrillera. Al final los amnistió, pero otros siguen purgando condenas que dicen son injustas.
Como ahora lo hace Cué, entonces Murat prometió trabajar por los pueblos indígenas, pero en contraparte aseguró que se alejaría del paternalismo. Las políticas de Cué en cambio van en ese sentido. No se ven soluciones de fondo, parches y más parches.
Sobre la pobreza el ex diputado federal priista y a quien se le amagó con expulsarlo del tricolor, también dijo que combatiría la pobreza… “si no somos capaces de generar este cambio, la pobreza se irá agudizando a niveles moralmente indeseables”. Curioso, en Oaxaca están la mitad de los municipios más pobres del país. Enfermos graves de la verborrea.
Por supuesto José Murat también nos prometió un sequito, perdón un gabinete honesto, las palabras del ex gobernador priistas se parecen en demasía a lo que repitió Gabino Cué el pasado miércoles: No toleraré en ningún caso la menor desviación de esta línea de ser y hacer, porque el servicio público y la dimensión de nuestro compromiso…
La historia sigue, el 1 de diciembre de 2004 tocó el turno a Ulises Ruiz, quien terminó con la hegemonía priista y dio pasó a una nueva generación de políticos, que curiosamente aprendieron en la misma escuela e incluso colaboraron juntos, la semana próxima hablaremos del tema. No se que pasó pero entonces Ulises Ruiz propuso un nuevo pacto social y sí lo logró de eso no hay duda.
Entre sus dichos, hace seis años, Ruiz Ortiz anunció un gobierno sin compromisos, apegado a la ley, que no permitirá la arbitrariedad individual ni los cotos de grupo, mucho menos espacio a la impunidad, como tampoco privilegios para nadie. En fin, parece que las cosas no fueron así y sí, también se dijo ofendido por la pobreza y la marginación.
Su premisa fundamental, fue hacer un gobierno que devuelva a la política su vocación constructiva… Suficiente decir eso de URO, el resto de la historia es conocida.
Si, recordé los discursos porque Gabino Cué volvió a los lugares comunes, a las viejas y hasta incumplidas promesas, hay quienes creen que las cosas cambiarán, yo veo en ello la intangible esperanza. Habría sido mejor que estos súper hombres nos ofrecieran humildad en sus discursos y no soluciones mágicas que a nada nos llevarán ni nos han llevado. La realidad no es intangible se vive todos los días, precisamente en la gente de Oaxaca.
Qué bonita frase esa de Gobernar obedeciendo, pero a quién me pregunto. Si de entrada ha desoído a ese pueblo que le pidió que en su gobierno estuviera una nueva clase política, pero eso, Gabino lo sabía sería hacerse el harakiri. No escuchó las voces de las mujeres que días antes le pidieron dejar fuera a funcionarios misóginos y golpeadores de mujeres. Es claro que pronto esa demanda quedará en el olvido, ya nadie se acuerda y el mismo lo dijo en otra parte de su discurso cuando señaló que gobernara desde “la visión democrática y progresista de mi Gobierno, que no se actuará buscando venganzas o creando culpables…”, cada quien que lo interprete como quiera.
Muchos ojalás podríamos decir de su discurso y esas frases bonitas que luego carecen de convicción y sustento. Arriba ya puse dos ejemplos.
Como lo hicieron los cuatro priistas, dos de ellos sus ex jefes, Gabino también señala que “No permitiré funcionarios que se enriquezcan al amparo de la pobreza…” ¿Será otro llamado a misa?
El discurso de Cué sin duda enunciativo, donde las mujeres se volvieron más que sujetos de derecho otra vez en objetos, posesiones porque el lenguaje es claro con aquello de “nuestras mujeres” y los indígenas, considerados por el patriarcado como menores de edad también son propiedad del poder “nuestros pueblos indígenas” y también “nuestros niños” o “nuestros ancianos”.
Ahí en los dos párrafos dedicados a la mujer surgen otras barbaridades y la vieja, muy vieja promesa de la igualdad con la vieja y trillada frase de “Oaxaca debe ser un estado de equidad e igualdad de género”. Oh, gracias muestra su disposición “a construir un nuevo pacto social con las mujeres de Oaxaca” ¿Acaso el Cuarto constitucional no lo mandata? Y, finalmente, vuelve el estado protector para estas mujeres, que revelan que sí seguirnos ante los ojos de quien gobierna siendo menores de edad.
Hay oraciones que son dignas de análisis como el hecho de “Buscar la unidad y la reconciliación entre todos los oaxaqueños, a partir del diálogo, la negociación y la tolerancia democrática, pero también de la imposición del Estado de Derecho”, interrogaciones porque de buenos intencionados está lleno el cielo, como decía mi querida abuelita Lucha y peor aún cuando no sabemos qué se entiende por ello.
Como también nos revela para que sirve este capital humano, que debe ser a los ojos del neoliberalismo (derecha conservadora) productivo y exitoso como propone Gabino Cué.
Por falta de espacio aquí le paramos. Lo cierto es que las frases se repiten y el “cambio” está sustentado bajo la misma base.