Oaxaca, México.- A José Alfredo se le recuerda con cada amor y con cada desamor; se le rinde tributo en las serenatas y en las cantinas, con un tequila. Pero este 23 de noviembre, al cumplirse 38 años de su muerte, sus canciones resuenan con especial fervor.
José Alfredo Jiménez Sandoval nació el 19 de enero de 1926 en Dolores Hidalgo, Guanajuato. Su padre era farmacéutico y su madre ama de casa. Tuvo tres hermanos. Cuando tenía 10 años su padre murió y se lo llevaron a vivir a la capital.
Trabajó de mesero en La Sirena, un restaurante de comida yucateca. Jugó futbol en el Oviedo y después en el Marte, donde, se dice, fue reserva de La Tota Carvajal. Y compuso canciones desde que era un adolescente… pero el éxito le llegó hasta 1950.
Ese año, Andrés Huesca y sus Costeños grabaron su canción
Yo. Con ella comenzó una larga, muy larga lista de éxitos que lo convirtieron en el compositor ranchero por excelencia.
Nunca tuvo una educación musical, ni siquiera sabía tocar instrumento alguno, de hecho, se dice que José Alfredo simplemente silbaba la melodía y Rubén Fuentes la escribía. Aún así, los más famosos intérpretes de la época se peleaban por sus composiciones: Jorge Negrete, Pedro Infante, Lola Beltrán, Javier Solís… todos cantaron sus temas.
Grabó más de 40 discos, compuso más de 200 canciones (aunque se dice que son muchas más por aquellas que no se grabaron), participó en películas como
Martín Corona (1950),
Póquer de ases (1952),
La feria de San Marcos (1957) y
Guitarras de medianoche (1958).
A los 47 años, una cirrosis hepática terminó con la vida del creador de temas como
La media vuelta,
Que te vaya bonito,
El Rey,
Caminos de Guanajuato,
Amanecí en tus brazos,
Paloma querida, entre muchos otros.
En su mausoleo, erigido el 23 de noviembre de 1998, se puede leer
La vida no vale nada, frase que popularizara en una de sus canciones, pero la vida de José Alfredo vale y mucho, tanto que ahora, a casi cuatro décadas de su muerte se sigue cantando a
El Rey.