Herbrto BLANCARTE l/Conaculta
Oaxaca, México.- Carlos Montemayor y Enrique Cárdenas de la Peña fueron hombres comprometidos profundamente con la cultura, con su tiempo y con el humanismo, coincidieron integrantes de la Academia Mexicana de la Lengua durante el homenaje realizado la noche de este jueves 26 mayo en la Casa Lamm.
En el Salón Tarkovsky estuvo presente el poeta, filósofo y ensayista Jaime Labastida, director de la Academia Mexicana de la Lengua, así como los miembros de número de esta institución: Miguel León Portilla, silla VII; Arturo Azuela, silla XXX; Vicente Quirarte, silla XXXI y Patrick Johansson, silla III.
Ante Susana de la Garza, viuda de Carlos Montemayor, Miguel León- Portilla, lo recordó como un personaje del Renacimiento que lo mismo conocía el hebreo, el latín, el portugués, el italiano, que escribía en lengua maya.
“Quisiera poder evocar la figura de Carlos Montemayor con toda su riqueza. Era un hombre orquesta que exploró la poesía, la novela, el ensayo, la música, además de ser conocido por su interés en la difusión cultural, tarea que lo llevó incluso a dirigir talleres de traducción para escritores en lenguas indígenas”, refirió el historiador y antropólogo.
Miguel León-Portilla destacó que Carlos Montemayor era también un cantante de ópera de gran calidad que solía amenizar las reuniones de amigos, a los que sorprendía con sus numerosos matices artísticos.
“Por un lado –señaló-- está su obra creativa que se distingue por su profundidad e interés en lo humanista. Sus cuentos, novelas, crónicas, ensayos y poesías, se ocuparon de lo indígena, de la historia, de los movimientos sociales como el de 1968. Nunca fue un escritor alejado de la realidad, su interés era ante todo enriquecer la cultura de sus lectores”.
“El inglés, el alemán, el francés, el polaco y el griego, fueron algunos de los idiomas a los que se tradujo su obra –indicó León Portilla-- no hay que olvidar que al mismo tiempo fue coordinador de más de 50 volúmenes de obras de literatura indígena. Hoy recordamos a Carlos con la más profunda admiración, como un hombre universal que sigue presente entre nosotros”.
Por su parte, Patrick Johansson, consideró que la toma de conciencia acerca de nuestra realidad fue una de las principales preocupaciones de Carlos Montemayor a través de su obra, siendo un convencido de que a las palabras se las lleva el viento y que deben escribirse para perdurar entre las generaciones.
“Para Montemayor es el crisol de la palabra donde se realiza la toma de conciencia. La palabra transparente, despojada de sus extravíos se sitúa en una realidad objetivada que permite la manipulación de los hechos. Carlos Montemayor no quería palabras que se desentendieran de su sentido una vez plasmadas en el papel”, expuso Patrick Johansson.
Puntualizó que el escritor creía firmemente que para que el ser humano pudiera expresar todo aquello que lo rebasaba en entendimiento necesitaba forzosamente de la poesía. “En lo que respecta a sus novelas, era la paradoja y lo subjetivo lo que daba cuerpo a cada capítulo, en los que regalaba a sus lectores muchos testimonios acerca de la historia”.
El académico, escritor, investigador y ensayista Vicente Quirarte dio lectura al texto de Ruy Pérez Tamayo en el que recordó a Enrique Cárdenas de la Peña como un erudito cuyos libros publicados abarcan listas de más de tres cuartillas, además de ser un amante de las bellas artes que fue elegido como miembro de la Academia Mexicana de la Lengua el 9 enero de 1997.
“De la Peña –apunta el texto leído por Vicente Quirarte-- refirió nos revela que la historia es la vía por la que un hombre propone su verdad. Su rica prosa y su capacidad de investigación quedaron plasmadas en el libro
Historia de la Academia Mexicana de la Lengua, donde hace un recorrido a través de diversas décadas de esta institución, desde 1942 al año 2000”.
Finalmente, Arturo Azuela, actual director del Seminario de Cultura Mexicana, recordó que siempre trató de “don Enrique” a Cárdenas de la Peña, quien era uno de los más profundos conocedores de grandes figuras como Vasco de Quiroga, de quien se ocupó durante años como creador de doctrinas y defensor de lo indígena.
“Platicábamos mucho de este personaje al que consideraba clave para comprender la hermandad entre los hombres, además de charlar sobre historia y filosofía. Su obra necesita volver a ser estudiada porque es vasta y extraordinaria, porque abarca desde la medicina y la filosofía, hasta la historia y la poesía, intereses que mantenía por tratarse de una mente universal”.