Oaxaca, México.- Compuesto por los sones veracruzanos
Siqui sirí,
Bajalú y
Gavilancito, el
Hupango, de José Pablo Moncayo es una de las obras más representativas de la música mexicana, incluso se ha llegado a considerar como el segundo Himno Nacional.
El
Huapango fue realizado por José Pablo Moncayo en 1941 a petición del maestro Carlos Chávez, quien dirigió esta pieza el día de su estreno el 15 de agosto de 1941.
Si José Pablo Moncayo (1912-1958) no hubiera compuesto su omnipresente
Huapango el resto de su obra habría ocupado de todos modos, un lugar preeminente en el repertorio de la música mexicana de concierto.
Su ópera
La mulata de Córdoba, que tiene por argumento una leyenda de la época colonial, se monta regularmente con gran éxito en el Palacio de Bellas Artes y se lleva también a provincia.
La muy sugestiva pieza para piano
Muros verdes forma parte del bagaje imprescindible de nuestros pianistas, que añaden con esta obra un saludable efluvio de frescura de hiedra a sus, a veces, resecos programas de concierto.
Hijo de Francisco Moncayo Casillas y Juana García López, José Pablo realizó sus primeros estudios musicales bajo la tutela del maestro Hernández Moncada. Estudió composición con los maestros Candelario Huízar y Carlos Chávez en el Conservatorio Nacional de Música y al mismo tiempo trabajó como pianista en cafés y estaciones de radio.
En 1931, tuvo la oportunidad de trabajar como pianista y percusionista en la Orquesta Sinfónica de México que dirigía el maestro Carlos Chávez. Formó en 1935 el conjunto de cámara llamado Grupo de los Cuatros, al lado de Daniel Ayala, Salvador Contreras y Blas Galindo.
Para 1944 el maestro Moncayo había estrenado ya su primera sinfonía escrita al calor de su intensa participación como percusionista de la Orquesta Sinfónica Nacional, y continuó escribiendo para conjunto orquestal con muy notables resultados; es así que fueron surgiendo
Cumbres, la
Sinfonietta y el
Homenaje a Cervantes.
Especial importancia cobra también su incursión como compositor para ballet con
Zapata, más conocida como
Tierra de temporal, que también se monta en Bellas Artes cuando las circunstancias lo permiten.
La prematura muerte de Moncayo (16 de junio de 1958) cortó una producción que, aunque inscrita en la corriente nacionalista, era más bien el desarrollo de un estilo personal de gran solidez que sin concesiones especiales llega muy bien a los oídos del gran un público.
Entre sus composiciones destacan también
Llano Grande, que compuso en 1942 durante su estancia en los Festivales de Berkshire (Massachussetts, Estados Unidos), y la
Sinfonía No. 1, que obtuvo un premio en l947.
Otras obras significativas de su producción son
Pequeño nocturno (1936),
Sonata para violín y cello (1937),
Amatzinac (1938), compuesta para flauta y orquesta de cuerda,
Sinfoneta (1945),
Tres piezas para orquesta sinfónica: feria, canción y danza (1947), su conocido
Homenaje a Cervantes (1947), su
Fantasía intocable y las composiciones Penatori, una pieza creada para coros infantiles, y las
Canciones de mar, una obra coral escrita para ser cantada por adultos.
Completan la lista de su herencia musical
Danza de los maíces o la
Romanza de las flores de calabaza, cuyos títulos ponen abiertamente de manifiesto los vínculos que la música de José Pablo Moncayo presenta con el pueblo y las costumbres ancestrales y folclóricas mexicanas.
Cabe destacar su Homenaje a Carlos Chávez, composición en la cual mostró el respeto y agradecimiento al maestro por la formación y orientación recibidas.