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Exhiben arte oaxaqueño prehispánico en el Museo Nacional de Antropología

Miércoles 16 de marzo, 2011.
01:30 pm
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Oaxaca. México. Obras maestras de las culturas zapoteca y mixteca, como la famosa Máscara del dios murciélago, objetos de oro de la Tumba 7 de Monte Albán, los vasos ceremoniales del sitio de Atzompa y la maqueta prehispánica de un rito mortuorio, se mostrarán juntas por única ocasión en la exposición Seis ciudades antiguas de Mesoamérica. Sociedad y Medio Ambiente, que se abrirá al público próximamente en el Museo Nacional de Antropología. Debido a su antigüedad, que se remonta a cinco siglos antes de nuestra era, con la sección dedicada a Monte Albán comenzará el recorrido de esta magna exposición, que a través de más de 400 piezas arqueológicas dará cuenta del desarrollo cultural alcanzado por esta antigua urbe, así como de El Tajín, Palenque, Teotihuacan Tenochtitlan y Tlatelolco. [caption id="attachment_97196" align="alignleft" width="250" caption="La Máscara del dios murciélago y los vasos ceremoniales de Atzompa, se mostrarán juntos por vez primera."][/caption] En la muestra, organizada por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH-Conaculta), un par de lápidas, realizadas para conmemorar a los primeros gobernantes de Monte Albán, darán la bienvenida a la sala dedicada a esta urbe oaxaqueña, donde se podrán admirar piezas emblemáticas del arte zapoteco y mixteco, que forman parte de las colecciones de los museos Nacional de Antropología, de las Culturas de Oaxaca y de Sitio de Monte Albán. La doctora Martha Carmona, curadora de la sección dedicada a la gran metrópoli de los Valles Centrales de Oaxaca, destacó que el público encontrará en esta exposición testimonios del asentamiento urbano más antiguo de Mesoamérica, que mantuvo un dominio continuo por parte de los zapotecas de al menos mil 250 años, de 500 a.C. a 750 de nuestra era. “A lo largo de todos esos siglos, Monte Albán nunca dejó de ser una ciudad importante y sacralizada. Además de haber sido el primer Estado mesoamericano, ninguna otra urbe tuvo una pervivencia tan fuerte y un poder centralizado tan destacado”, subrayó. De ahí que son dos lápidas que representan el poder de sus gobernantes, las que dan inicio al recorrido de esta sala. La primera de ellas, que data de entre 200 y 600 d.C., procede del Edificio J, este bloque de piedra muestra a un gobernante, posiblemente 1 Temblor, portando una máscara del dios de la lluvia y una cabeza de jaguar en la mano, alegoría del sacrificio y la decapitación de un gobernante enemigo. La otra lápida, hecha entre 500 y 150 a.C., formó parte de la fachada del Edificio L y en ella se observa a un guerrero del primer escalafón en un ritual donde se sangra los genitales. En el lado opuesto se observa a otro personaje invertido, aparentemente un bosquejo abandonado por un error en su escritura. En ese sentido, otra obra maestra que destaca y que procede del acervo del Museo de las Culturas de Oaxaca, es el Escriba de Cuilapan también realizada en el Preclásico (500-150 a.C.). Se trata de la representación en arcilla de una figura masculina que resalta por su sobriedad y desnudez, así mismo, es de apreciarse que tiene mutilación dentaria, que era típica de la elite. En Monte Albán, incluso las genealogías quedaron representadas en vasos de arcilla, un ejemplo de ello son seis de estas piezas que hacia el siglo VI d.C. fueron ofrendadas bajo una estructura ubicada al centro del conjunto arquitectónico principal de Atzompa. Cada uno de ellos lleva grabado un nombre calendárico: 5 Señor, 1 Jaguar, 5 Lagarto, 13 Mono, 2 Ojo y 2 Maíz, al parecer se trata de un linaje fundado por 5 Señor, que tuvo gran influencia en una etapa de prosperidad de la ciudad. Para Martha Carmona, investigadora del Museo Nacional de Antropología, Monte Albán puede ser definida como “la ciudad de las tumbas”, las cuales eran incorporadas a la arquitectura doméstica, que en el caso de la clase gobernante se construían bajo sus palacios. Debido a esta característica primordial del asentamiento prehispánico, se decidió recrear la Tumba 104 (500 - 800 d.C) con su fachada compuesta por cornisas, molduras y un tablero de doble escapulario que reproduce la arquitectura de la ciudad. En esta ofrenda resaltan cinco piezas colocadas a los pies del difunto, al centro la del dios del trueno Cocijo, y a los lados sus cuatro acompañantes relacionados con las nubes, el viento, la lluvia y el granizo. En este ámbito de los ritos funerarios, también es de mencionarse la exhibición de una de las pocas maquetas prehispánicas descubiertas hasta ahora en sitios arqueológicos de México, que representan una ceremonia mortuoria, la cual fue descubierta en la entrada de la Tumba 103 de Monte Albán. Una pieza más, recuperada en un contexto mortuorio que data del 100 a.C. - 200 d.C., es la emblemática Máscara del dios murciélago, la cual formaba parte de un ajuar funerario. En 1999 este bello mosaico, constituido por más de 25 piezas de piedra verde, seis piezas de concha y tres pendientes de pizarra, fue sometido a un proceso de restauración integral a cargo de la doctora Martha Carmona y restauradores, que resultó en una imagen mucho más estilizada y con rasgos más acordes con la plástica de Monte Albán de principios de nuestra era. Asimismo, se exhibirá un cráneo (200 - 600 d.C.) con deformación del tipo tabular erecto, así como una trepanación que fue realizada con un pequeño taladro. Cabe mencionar que la mayoría de los cráneos prehispánicos con estas perforaciones, cuyos fines eran curativos, provienen de Monte Albán. Martha Cardona explicó que Monte Albán se desarrolló en una ubicación estratégica defensiva en la parte alta del imponente Cerro del Jaguar, la cual nivelaron los zapotecas para trazar el espacio sagrado y construir los primeros edificios, a partir de una plataforma de 300 metros de longitud por 200 de ancho. Un siglo después del dominio de esta ciudad precolombina por parte de los zapotecas, los mixtecos reocuparon varios de sus espacios y dejaron valiosos testimonios, como cerámica policroma y exquisitos objetos de oro que elaboraron mediante el dominio de las técnicas del trabajo de metales en frío y por calentamiento. Como pieza única en Seis ciudades antiguas de Mesoamérica…, se presentará un bezote de oro (adorno que se colocaba en el labio inferior) hallado en la Tumba 7, que tiene como remate la cabeza estilizada del pájaro cocoxtli, que identifica al dios Xochipilli Macuilxóchitl. El trabajo del orfebre consistió en fundir el bezote y engastar el ave tallada en jade, así la unión de ambos materiales preciosos evocaba la fecundidad y el calor. Martha Carmona concluyó que la sala de Monte Albán pretende dar a conocer los enormes adelantos en las ciencias y las artes de una ciudad cuyos comienzos fueron muy tempranos, la que además guarda muchos de sus secretos, entre ellos aspectos de tipo arqueoastronómico, que deben ser estudiados por los especialistas.
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