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Juchitán presente en gran retrospectiva de Graciela Iturbide en el MAM

Viernes 01 de abril, 2011.
11:00 pm
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Marisela ÁLVAREZ C/Conaculta Oaxaca, México.- Las fotografías de Graciela Iturbide nos hacen partícipes de una manera más poética de ver el mundo y no por ello menos comprometida con la realidad, advirtió la curadora Marta Dahó al dar a conocer los detalles de la exposición retrospectiva más amplia que se ha presentado sobre el trabajo de esta fotógrafa mexicana distinguida con el Premio Hasselblad 2008. La exposición Graciela Iturbide. Retrospectiva (1969-2008) se presenta en el Museo de Arte Moderno (MAM) a partir de este 2 de abril, gracias a la producción y patrocinio de la Fundación MAPFRE, con el apoyo del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta) y el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA). Se trata de la primera revisión retrospectiva de Graciela Iturbide en un museo de México y está conformada por más de una centena de clásicos de la fotografía de Iturbide: imágenes de México, India, Italia y Estados Unidos que van desde el muy reconocido proyecto Juchitán de las mujeres, hasta el reciente El baño de Frida, además de otras obras exhibidas por primera vez en México. En conferencia de prensa, Daniel Restrepo Manrique, director general adjunto del Instituto de Cultura de Fundación MAPFRE, explicó que en 2008 ese organismo empezó a desarrollar una programación sobre grandes fotógrafos artísticos internacionales y en el 2009 una de las exposiciones más importantes que presentaron fue la retrospectiva de Graciela Iturbide. “Antes de venir a México, esta muestra ha sido exhibida con gran éxito en diversas sedes en España, Suiza y Latinoamérica, como las salas de Fundación MAPFRE en Madrid, el Fotomuseum en Winterthur, el Centro José Guerrero en Granada, el Casal Solleric en Palma de Mallorca, España; la Pinacoteca de São Paulo, y después del MAM llegará a Francia como parte del Festival de Arles”. Lo especial en esta ocasión, señaló Restrepo Manrique, es que no sólo presentan la exposición en la tierra natal de la fotógrafa, sino que por primera vez se exhibe siendo Fundación MAPFRE los propietarios de la misma. “Gracias a un generoso acuerdo al que llegamos con Graciela, en condiciones muy ventajosas, nos permitió adquirir esta colección para poderla difundir en otras exposiciones posteriores”. La fotógrafa Graciela Iturbide precisó que para ella es un honor que Fundación MAPFRE haya comprado las 180 fotografías elegidas por la curadora Marta Dahó, dentro de las cuales van algunos heliograbados y platinos. “Me encanta que las haya adquirido pues conozco sus métodos de trabajo y sé que va a ser una exposición muy bien cuidada. Es la exposición más grande que una fundación ha adquirido, aunque también tengo fotografías en el Museo Getty de Los Ángeles, en museos de diferentes partes del mundo, como en el MAM”. Marta Dahó contó que el proyecto inició en 2005 y durante casi tres años de visitas continuas a la casa de la fotógrafa revisó el material con el objetivo de dar a conocer el trabajo de Iturbide desde una perspectiva panorámica, incluyendo desde sus primeras obras hasta las más recientes, que, subrayó, en Europa eran mucho menos conocidas que en México, pues se desconocía el trabajo que venía realizando durante los últimos 15 años. “Esta larguísima y fructífera trayectoria difícilmente puede explicarse en términos de un proceso lineal y sincrónico. La exposición intenta transmitir e interpretar su proceso creativo. Por este motivo sigue un itinerario que no es estrictamente cronológico, sino que integra proyectos específicos con secciones temáticas que ayudan a definir cada etapa y cada momento a lo largo de su trayectoria, en la que por supuesto sus intereses han ido cambiando. “Una de las cosas más significativas de su trabajo es que sus fotografías nos proponen mirar desde nuestra propia imaginación, siempre lo hacemos, pero creo que sus fotografías nos recuerdan lo importante que es la imaginación. Además, nos enseñan que esta imaginación no es nada más una ensoñación poética escindida de nuestro sentido crítico sobre el mundo. Sus fotografías pueden llevarnos a una visión casi mística, mientras que en otras ocasiones nos sitúan en el corazón de temas sociales y culturales. “Son fotografías muy intensas, hipnóticas, fascinantes y a la vez están profundamente asentadas en lo real. Evocan la fragilidad de las culturas autóctonas, la diversidad cultural, el ritual entendido desde la dimensión humana y cotidiana que trasciende culturas y tradiciones, los conflictos entre tradición y modernidad. La pérdida, la ausencia, la muerte, son aspectos que suelen eludir la representación fotográfica y sin embargo en sus fotografías el objeto o el acontecimiento y su dimensión poética siempre están íntimamente entrelazados. “Desde esta perspectiva profundamente vital, sus fotografías revelan de forma compleja el sutil encaje entre realidad y representación que conlleva siempre toda fotografía, aquello que a nosotros también nos permite ver, pensar los múltiples estratos que tiene cada imagen, y es por ello que sus fotografías nos hacen partícipes de una manera más poética de ver el mundo y no por ello menos comprometida con la realidad”, expresó la curadora. La exposición Graciela Iturbide. Retrospectiva (1969-2008), ofrece un recorrido de imágenes en ocho núcleos temáticos: Seris: los que viven en la arena; Juchitán; México: rituales fiesta y muerte; Otras fronteras; En el nombre del Padre; El Jardín Botánico; Paisajes y objetos; y El baño de Frida. Seris: los que viven en la arena Con este proyecto sobre los indios seris del desierto de Sonora, que realiza en 1979 por encargo del Instituto Nacional Indigenista, Graciela Iturbide suscita una reflexión que rebasa las circunstancias específicas de esta comunidad: la escisión que produce vivir entre dos sistemas de referencias culturales casi antagónicos. Para apreciar esta escisión basta con fijarse en las miradas de los retratados, en el porte de sus cuerpos erguidos, altivos, elegantes. Todo un compendio de actitudes que, más allá de la idiosincrasia de sus ropas, revelan su respuesta ante la injerencia de una cultura ajena que asumen, no sabemos si con estoicismo o con distante resignación. Aquí, como en su siguiente proyecto realizado en Juchitán, Iturbide adopta una posición rompedora respecto a los esquemas y principios unívocos establecidos a la hora de fotografiar una cultura que ha sido estigmatizada. Juchitán Su visión de las culturas autóctonas de México, sella la iniciación al mundo de la fotografía de Iturbide. Realizado entre 1979 y 1986, Juchitán de las mujeres es sin duda el trabajo que deja una huella más profunda en su carrera y la consagra a nivel internacional. Juchitán (Istmo de Tehuantepec, Oaxaca) es el bastión de la cultura zapoteca y el símbolo de la resistencia indígena, pero es también un mundo cuyas normas sociales son en aquellos tiempos algo atípicas. Son las mujeres quienes gestionan el mercado, al que no tienen acceso los hombres, exceptuando los muxés, homosexuales travestidos que están integrados en la comunidad. En este proyecto Iturbide, da cuenta de su experiencia con los habitantes de Juchitán, especialmente con las mujeres. Lejos de ofrecer una visión idealizada o anecdótica de lo indígena, se sirve de su sentido del humor y de la ambivalencia del medio fotográfico para adentrarse en la complejidad de un orden sociocultural distinto a través de unos retratos llenos de complicidad. Desde finales de los sesenta hasta la década de los años ochenta, en la obra de Iturbide predominan los retratos, fruto de los encuentros casuales en sus paseos por los mercados de Ciudad de México, así como en los numerosos viajes que emprende a las pequeñas poblaciones rurales. Es característico de esta etapa su interés por la atmósfera teatral que impregna las fiestas populares mexicanas. Se trata de celebraciones en las que confluyen los ritos católicos y las tradiciones indígenas en una gran parafernalia carnavalesca. En fotografías como Jano se puede advertir, además, cómo Iturbide se aleja de las escenas de acción para enmarcar a las personas individualmente, eliminando cualquier detalle que pudiera resultar anecdótico o efectista. De esta forma, concentra toda nuestra atención en los personajes y transmite la dimensión trágica que revelan las máscaras o el disfraz. Esta intensidad aflora también en imágenes como Novia muerte, donde no sólo pone de relieve la ironía con la que el imaginario mexicano representa la muerte, sino que acentúa el carácter surrealista de estos ritos sociales. Otras fronteras La esfera a partir de la cual Graciela Iturbide inicia su diálogo con el mundo es principalmente la de la vida cotidiana de los campesinos y comunidades indígenas. Son ellos sus primeros interlocutores, ellos quienes le entregan las llaves de acceso a un mundo todavía ajeno para ella. Pero su exploración, que es a la vez una búsqueda identitaria, no queda relegada a su propio país. En Estados Unidos, por ejemplo, fotografía algunos miembros de una comunidad de mexicanos sordomudos en los Ángeles; en la India, es la mirada intensa de unos travestis lo que atrae su atención. Su curiosidad y deseo de conocer distintas formas de diversidad cultural la convierte en una infatigable viajera, siempre dispuesta a dejarse atrapar por la mirada cómplice de quienes ha ido encontrando a lo largo de sus periplos por el mundo. En el nombre del Padre Realizado en 1992, este proyecto muestra la visión de Iturbide sobre el sacrificio de centenares de cabras que cada año se celebra en las montañas mixtecas de Oaxaca desde los tiempos de la Conquista española. Partiendo de la premisa de que el sacrifico no es sino la repetición de un mito cosmogónico, una escenificación del acto primordial de la creación del mundo, En el nombre del Padre no es ningún reportaje al uso sobre las costumbres locales, sino un verdadero tour de force visual sobre la muerte, la sangre y la espiritualidad. A partir de la documentación del acontecimiento, Iturbide ahonda en la pesada carga histórica que subyace a la violencia de estos sacrificios evocando también resonancias bíblicas, tal y como revela el título de este trabajo. El Jardín Botánico En 1998 Iturbide empieza a fotografiar el Jardín Botánico de Oaxaca.  Publicadas más tarde en su libro Naturata, en estas imágenes aflora una naturaleza domesticada que adolece de una profunda vulnerabilidad. En un jardín cuyas especies autóctonas no pueden sobrevivir si no es gracias a especiales cuidados y atenciones, Graciela Iturbide parece escenificar una unidad fracturada, el equilibrio perdido de ese ecosistema tan frágil entre naturaleza y cultura. Mito primordial, realidad inmediata o proyección utópica, la historia del jardín es también la historia del hombre. Y el jardín de Iturbide destila fragilidad. Estructuras que sostienen, cuerdas que amarran, paños que protegen, zanjas, reglas, etiquetas…; se respira un cierto aire hospitalario. La reflexión no es sombría, sino sutilmente nostálgica. Paisajes y objetos Desde finales de los años noventa, Graciela Iturbide muestra una clara predilección por el paisaje y objetos encontrados al azar. La figura humana, tan frecuente en su obra anterior, ha ido desapareciendo paulatinamente de su visión, ahora mucho más contemplativa y ensimismada. Son imágenes que parecen responder a una nueva visión, a un nuevo ciclo en la vida de Iturbide. En esta etapa los viajes se suceden, pero hay dos destinos que adquieren especial relevancia. El primero es el sur de Estados Unidos. Los paisajes desolados, algunos incluso metafísicos, que se va encontrando, transmiten una sensación de distancia. Se trata de lugares en los que también es visible la huella del hombre, lo que acentúa todavía más el sentimiento de ausencia. En 1998, tan sólo dos meses después de su recorrido por Estados Unidos, realiza su primer viaje a la India. “Empecé a ver cosas –comenta – en las que nunca antes me había fijado. Estaba en una búsqueda nueva de paisajes, objetos, totalmente contraria a mi actitud de antes que se fundaba en el contacto con la gente”. En la India también se producen algunos encuentros y retratos, pero lo que se abre ahora con fuerza es una nueva dimensión que aflora en su manera de fotografiar el paisaje, objetos encontrados al azar  y,  sobre todo, los pájaros. Es en India donde fragua su idea de dedicarles un libro que publicará unos años más tarde. El baño de Frida En 2006 recibe el encargo de fotografiar uno de los baños de la casa-museo de Frida Kahlo que había permanecido cerrado desde su muerte en 1954 por deseo expreso de su marido, el pintor Diego Rivera. La dirección del museo no decide averiguar qué se halla en su interior hasta el 2004 y, antes de empezar a clasificar y catalogar su contenido, invitan a Iturbide para que lo fotografíe. Nadie sabe a ciencia cierta qué razones llevaron a Rivera a decidir la clausura del baño. Quizás fuera simplemente la necesidad de preservar un lugar íntimo de la artista, como lo atestiguan los objetos personales allí encontrados: corsés, la pierna ortopédica de Frida y unas muletas, carteles políticos de Lenin y Stalin, medicinas y otros objetos desgastados por el tiempo que Graciela Iturbide fotografía como reliquias incorruptas de un santuario profanado. Consciente de la devoción que despierta este icono de la cultura mexicana, Iturbide se acerca a los objetos y enseres de la pintora reinterpretándolos desde su propio espacio poético. Cabe destacar también que junto a las fotografías de la serie El baño de Frida se presenta un video documental realizado por el cineasta mexicano Nicolás Echevarría en el que filma a Iturbide durante la sesión de fotos en el baño de Frida Kahlo, mostrando su particular forma de ver y sentir este lugar y sus objetos. Fotógrafa de amplia trayectoria Graciela Iturbide (Ciudad de México, 1942) es una de las fotógrafas más destacadas de la escena contemporánea internacional. A lo largo de cuatro décadas ha ido construyendo una obra intensa y profundamente personal, fundamental para comprender la evolución de la fotografía en América Latina. Iturbide inicia su trayectoria como fotógrafa a finales de la década de los sesenta, tras ingresar en el Centro de Estudios Cinematográficos de México. Es allí donde, de la mano de Manuel Álvarez Bravo, el gran maestro de la fotografía mexicana, descubre en la cámara fotográfica su auténtico medio de expresión creativa. Su aprendizaje con Álvarez Bravo es sin lugar a dudas fundamental y supone, más que una influencia formal, la transmisión de un legado, de una sensibilidad basada en valores artísticos vinculados al arte  moderno, pero sobre todo a una cultura tan  rica y compleja como la mexicana. Desde sus primeras instantáneas, Graciela Iturbide  se muestra en posesión de una capacidad fuera de lo común para captar aspectos que la representación fotográfica tiende a eludir. Su proceso creativo arranca de una observación participativa para convertirse luego en una continua exploración vital que integra lo vivido y lo soñado en una compleja trama de referencias históricas, sociales y culturales. Para Iturbide fotografiar es, ante todo, un pretexto para conocer. La intensidad de su obra proviene en gran medida de su concepción de la fotografía basada en el valor de la experiencia. Asumiendo la propia subjetividad, despojando la fotografía de su hipotética verdad totalizadora, Iturbide documenta  y fabula poniendo de manifiesto algunas de las paradojas en las que vivimos inmersos. La exposición Graciela Iturbide. Retrospectiva (1969-2008), estará abierta al público a partir del 2 de abril y hasta el 19 de junio, en el Museo de Arte Moderno, ubicado en Paseo de la Reforma y Gandhi s/n, Bosque de Chapultepec.
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