Oaxaca, México.- Durante los gobiernos de Benito Juárez, Sebastián Lerdo de Tejada y Porfirio Díaz, los dibujos de cráneos y esqueletos acompañados de textos que criticaban de forma burlona la situación del país así como de las clases privilegiadas se volvieron populares entre la población y se empezaron a reproducir en periódicos llamados de “combate”.
Entre los grabadores que destacaron con su trabajo de “calaveras” se encontraban Constantino Escalante, Santiago Hernández, Manuel Manilla y, por supuesto, José Guadalupe Posada, quien en sus obras acentuó el carácter festivo y desenfadado del pueblo mexicano.
Posada nació el 2 de febrero de 1852 en Aguascalientes. Su primer contacto con el grabado y la litografía lo hizo en el taller Trinidad Pedroso. La reproducción de sus imágenes en el periódico
El Jicote lo llevó a salir de su estado natal para ir a la Ciudad de México, donde colaboró en medios como
La Patria Ilustrada,
El Padre Cobos y
El Ahuizote, entre muchos otros.
El arte de Posada fue diverso, a través de sus “calaveras” retrató la esencia de los pesares y alegrías del pueblo que vivía grandes diferencias sociales durante el Porfiriato. Actualmente, éstas son relacionadas directamente con el Día de Muertos, sin embargo también representan la interpretación de la vida de la sociedad de aquella época.
Calaveras vestidas con ropas de gala, bebiendo pulque, montadas a caballo, en fiestas de la alta sociedad o de un barrio… todas para retratar la miseria, los errores políticos, la hipocresía de una sociedad, como es el caso de “La Catrina”.
Bautizada originalmente como “La Calavera Garbancera”, José Guadalupe Posada realizó un grabado en metal para criticar a quienes eran conocidos precisamente como “garbanceros”, es decir, aquellas personas que tenían sangre indígena pero pretendían ser europeos, renegando de sus raíces y de su cultura.
La calavera de Posada no tiene ropa, sólo un sombrero. Así su autor criticaba a aquellos que querían aparentar un estilo de vida que no les correspondía.
No cabe duda de que la obra de Posada influyó en artistas posteriores, entre ellos a Diego Rivera, quien le dio a “La Catrina” el nombre y la forma con que hoy la conocemos. Fue él quien la pintó por primera vez vestida dentro de su mural
Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central.
La palabra "catrín" definía a un hombre elegante y bien vestido, el cual iba a acompañado de alguna dama con las mismas características; este estilo fue una imagen clásica de la aristocracia de fines del siglo XIX y principios del XX. Es por ello que, al darle una vestimenta de ese tipo, Diego Rivera convirtió a la “La Calavera Garbancera” en “La Catrina”.
El trabajo de Posada se conserva en diversas instituciones y colecciones particulares. Actualmente el Museo José Guadalupe Posada, ubicado en el Barrio del Encino en Aguascalientes, cuenta con una sala permanente dedicada a este gran grabador.
José Guadalupe Posada apuntó: "La muerte, es democrática, ya que a fin de cuentas, güera, morena, rica o pobre, toda la gente acaba siendo calavera". A pesar de ello, las calaveras que el imaginó y grabó están vivas en el imaginario de México.