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Otra mirada sobre el periodismo cultural en Oaxaca*

Lunes 05 de septiembre, 2011.
11:06 am
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Fortino TORRENTERA O.   Oaxaca. México. En un artículo publicado en reciente número de El Jorgorio Cultural, el editor, periodista y director de Carteles Editores, Claudio Sánchez Islas, a quien considero un invaluable amigo y reitero mi respeto en el desempeño de sus actividades, hace una serie de observaciones en las que coincido, más ello permite abrir un debate tan necesario como urgente. Al iniciarme en 1984 como parte del entonces joven equipo que hicimos el suplemento cultural “Etcétera” del Diario Extra de Oaxaca, ya se advertían los cacicazgos culturales que aún predominan en la escena cultural. Pocos nos arriesgamos a escribir algo distinto a lo que esos grupos de poder imponían: una visión folclorista y totalitaria de la cultura que ha terminado por deformar la práctica periodística.   Coincido en la pobreza de investigación, lenguaje y proyección del actual periodismo cultural en Oaxaca que “parece marchito”; más difiero que la migración de lectores a medios digitales se atribuya a esas deficiencias; hay que mirar afuera de Oaxaca y ver lo que pasa en el mundo, desde hace cuatro años que en Estados Unidos, punto de origen del sistema de redacción que prevalece en todo el periodismo mexicano, han ido cerrando importantes rotativos, pero no es por la deficiencia de sus periodistas, obedece a un cambio en las plataformas de acceso. Al igual que la conducción de una orquesta sinfónica se debe a su batuta, en los medios de comunicación, sus directivos responden prioritariamente al interés económico, aunado a su escaso nivel cultural que como bien señala el editor se refleja en “secciones culturales” que son la cartolandia de sus propios medios, zonas de pobreza extrema dentro del negocio editorial. El periodismo cultural en Oaxaca “parece marchito” aunque nunca ha despegado y los más destacados redactores han emigrado por la falta de espacios, pero más grave aún, por el desinterés de los medios en esta área; desinterés que se traduce en sueldos tan raquíticos como su redacción y tan explotadores que obligan a sus reporteros a entregar como mínimo cinco notas diarias. Por supuesto que no puede compararse con la calidad de las mismas secciones en medios nacionales. Pero alguien tiene que hacer ese trabajo “sucio” de quedarse aquí a intentarlo, porque lamentablemente ni los pintores, ni los músicos, ni los bailarines y apenas unos cuantos escritores se atreven a aportar sus ideas y análisis a un medio de comunicación, ¿Por qué? Simple, por miedo a enfrentarse a los cacicazgos. La crítica en Oaxaca está censurada por los grupos y cobijada por “egos”. Nuevamente coincido con el artículo de referencia “son periodistas marginales y/o marginados”. ¿Será por eso la “superficialidad para tratar sus contenidos, pobre dominio del lenguaje y errores, descuidos y aburrimiento para ejercer la técnica de reportear”?. O será porque los “reporteros culturales” de Oaxaca cumplen órdenes de quienes muestran autoritaria ignorancia, censuran la crítica y abonan políticamente a esos cacicazgos. Cito la expresión de un “periodista” que encontró en el inalcanzable binomio cultura-turismo una forma de lucrar hasta legitimar la sacralización de esos cacicazgos, cuando convocaba en plena reyerta del 2006 a “Los oaxaqueños bien nacidos”; me indigna que esos iluminados del folclor se hayan levantado a aplaudirle y sean hoy quienes entren en defensa de una tradición periodística que solo podría ejemplificarse en el valor del independentista, Carlos María de Bustamante; del revolucionario, Ricardo Flores Magón, o más reciente, el escritor y dramaturgo Juan Herrera, olvidado de la crónica oficial y que evidentemente son suplantados con figuritas de baja estofa. Es indiscutible el pobre nivel del ejercicio periodístico actual en Oaxaca, derivado de una relación insana entre el gobierno y los empresarios de la comunicación que al cabo de los años ha cobrado una factura nefasta, la venganza política que sólo ha afectado a la base trabajadora de los medios (No sólo reporteros, sino formadores, prensistas, etc) que han sido despedidos injustificadamente. La crisis cultural en Oaxaca no puede atribuirse exclusivamente a las carencias de los periodistas culturales, a “la infantería del periodismo” formada en la actualidad por egresados de escuelas de comunicación que por dos pesos deben trabajar de sol a sol, cuando sus derechos laborales son transgredidos; por ello, un grupo de comunicadores estamos sumamente preocupados, considerando que siendo México el país con mayor riesgo para el ejercicio informativo y Oaxaca el tercer estado con más agresiones, se abandere su integridad, cuando hay serias violaciones que incluyen privación ilegal en las redacciones; sueldos que apenas alcanzan el salario mínimo, cuando se pagan; entre otras muchas arbitrariedades. Definitivamente, existen muchas deficiencias que de origen parten desde las escuelas, del sistema educativo, pero también del sector cultural. No es posible que de la Secretaría de Cultura se emitan boletines tan malos que se tengan que reenviar hasta dos versiones corregidas, labor de comunicación social que sólo incluye sus actividades, marginando cualquier otra iniciativa independiente, pero el que paga manda ¿No?. En su artículo, concluye Sánchez Islas que “el ´periodismo cultural´ local (impreso o digital) no está a la altura de tal bonanza de opciones de contenido cultural. ¿Qué nos sucede?”. Sucede que ni los empresarios de la comunicación, ni la Secretaría de Cultura se han interesado por capacitar a quienes inciden en la información cultural. Durante dos años trabajé en la integración de una currícula de capacitación en periodismo cultural, la respuesta del gobierno fue mandar a una empleada a que discutiéramos los contenidos pedagógicos, pero mi mayor sorpresa fue encontrarme con el plagio de la propuesta de crear una red de comunicación cultural para fortalecer también a las regiones, red que nunca han podido operar. Desde hace más de 10 años he insistido en diversos artículos sobre la pertinencia de apoyar con capacitación a instituciones, centros culturales y artistas que promueven el arte y la cultura para favorecer su difusión; y es que se invierte en seguros, canapés, invitaciones y lo último, lo último en que se piensa es en difundir sus propias actividades. Al formar parte de al menos cuatro importantes agendas culturales en estos últimos ocho años, mucha de la información la sigo recogiendo de carteles pegados en las desgastadas paredes que por casualidad anuncian eventos, el acceso a la información también es sectario. Tampoco se habla de la utilización del periodista cultural, que dicho sea de paso está exento de prebendas y canonjías y si bien esta labor requiere tiempo y dedicación; ni siquiera de dota de los libros que se presentan, las producción discográficas que aparecen, el catálogo de la obra, se hace labor a ciegas, sólo “eventitis”, en espera de que la prensa las legitime, cubrir eventos no es periodismo cultural, son pues objeto de uso, reporterismo puro, manipulación y marginación. A la anterior legislatura local se propuso que el hoy desprestigiado Premio de Periodismo Cultural “Andrés Henestrosa” se otorgara por primera vez a un diarista cultural y no a escritores profesionales, articulistas esporádicos o cazadores de premios que acaparan estos certámenes literarios, no periodísticos, pero se siguen imponiendo los intereses de grupo. Hablo por quienes no se atreven a denunciar y para tirar la primera piedra hay que estar libre de culpa; Estimado Claudio: llevo tres años ejerciendo el periodismo cultural sin que se me pague un solo peso e incluso ni las “gracias” que tampoco he esperado, aún cuando el 80 por ciento del presupuesto de cultura está destinado al pago de nómina, no se puede afirmar que el marchito periodismo cultural sea responsable de esta crisis. Por ello, nos hemos resuelto a abrir una mesa de debate con periodistas, creadores, empresarios y administradores de cultura, en un tema donde todos debemos invertir y no “dar paso sin huarache” como se estila en este medio y así como estos años de reducida difusión cultural que he hecho sin otro interés en medios locales, sería prudente contar con la solidaridad de todos; sabedor de tu compromiso con esta problemática y desde tu trinchera, bien podríamos contar con un libro que aborde este tema y explicarnos más seriamente ¿Qué nos sucede? Y estar “a la altura de tal bonanza de opciones de contenido cultural” como mencionas. * Versión completa del artículo publicado en el número 41 de El Jorgorio Cultural que puede consultar en http://eljolgoriocultural.org.mx/index.php?option=com_k2&view=item&id=418:el-jolgorio-cultural-no41&Itemid=364
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