Soledad JARQUÍN EDGAR
Oaxaca. México. Llegó a pensar que para ser feminista tenía que ser como Alejandra Kollontai o como Simone de Beauvoir, pero se descubrió feminista cuando tomó decisiones precisas para su futuro personal y profesional.
Concepción Núñez Miranda pertenece a esa generación de mujeres tocadas por las grandes ideologías, las que revolucionaron los contextos sociales, políticos y económicos del mundo, porque creyó y sigue creyendo que las cosas tienen que cambiar para mejorar.
Privilegiada estudiante de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) en la carrera de Sociología, tuvo como maestras de género a Alide Foppa y a Teresita de Barbieri; en Oaxaca se encontró con otra maestra: Margarita Dalton, a la que sigue escuchando y con la que intercambia opiniones en el Seminario Mujer y Poder que se imparte en el CIESAS.
Sentada en su sillón en su “rincón feminista”, como podría llamarse a su estudio de plantas que abundan en sus macetas, pinturas de mujeres istmeñas, fotografías entre ellas doña Elodia, su madre, abrazada cariñosamente por Fina Sanz, y libros escogidos sobre un mismo tema: las mujeres.
Concepción Núñez Miranda se ríe a carcajadas cuando le pregunto ¿cuándo se descubrió feminista?
De inmediato se remite a las aulas de la UMAN donde se “le abrió la conciencia”, en un largo proceso de aprendizaje en el seminario donde escuchaba y admiraba a Alaide Foppa, entonces exiliada en México, quien además era madre de su compañero de clases Juan Pablo Solórzano Foppa, “después se iría a la guerrilla guatemalteca donde fue asesinado y ella fue a buscar su cuerpo para tampoco volver…”.
Para llenar ese vacío, Conchita Núñez busca los escritos que Alaide Foppa dejó en la revista feminista Fem, para seguir su aprendizaje sobre la perspectiva de género, la lucha por los derechos de las mujeres, descubre a las rusas (Cinco Mujeres contra el Zar) y a su otra maestra Teresita de Barbieri.
A través de esas lecturas y de muchas otras, incluyendo Fempress que también se convirtió en otra lectura de cabecera, ve su vida personal, de pareja y descubre que no estaba en concordancia con lo que ya había aprendido.
Tampoco coincidía con la opinión familiar: “mi madre decía que debía ser como Santa Rita de Casia, ver, oír y callar para no meterse en problemas”, su suegra le decía que las cosas pasaban porque descuidaba a su marido, le pedían que aguantara porque “al final, ellos regresan por los hijos”.
Un día se planteó “con valentía que no supe de dónde salió” que la historia de amor incondicional había terminado y que la realidad ya no era común.
Conchita Núñez había planeado hacer su tesis sobre los mineros oaxaqueños, pero su proceso de transformación personal también marcó su espacio profesional. La investigación de los mineros terminó en una crónica que se publicó en una revista de la Universidad de Puebla. En ella había despertado la necesidad de analizar lo que estaba viendo con las maestras oaxaqueñas y el movimiento magisterial, años después Conchita Núñez considera que ese trabajo fue un punto fundamental en su vida.
En esta investigación se planteaba ¿cómo era posible que los maestros salieran a luchar por la democracia, una democracia que no abarcaba a sus compañeras de vida y de trabajo, las maestras?
Les preguntó si a ellas no les gustaría ser dirigentes sindicales. Las maestras respondían que sí, pero no podían por su vida cotidiana, en ese momento Conchita Núñez “se metió” a la vida de las maestras, muchas de ella eran estudiantes de la Universidad Pedagógica Nacional donde trabajaba.
¿Qué significaba esa circunstancia cotidiana? se preguntó la hoy doctora en Sociología, quien plasma las respuestas en su tesis: Maestras oaxaqueñas, movimiento magisterial, vida cotidiana y democracia, y descubre que la “democracia real no se ve reflejada ni en el aula, ni en la calle, ni en sus casas, ni en al cama, en ningún lado”.
A diferencia de los hombres, las mujeres del magisterio debían realizar múltiples tareas todos los días, atender sus “deberes” domésticos que combinaban con el que desarrollaban en las aulas y la protesta social. Muchas otras estudiaban e interrumpían sus estudios para “cumplir” con sus parejas y luego volver a sus lecturas en plena madrugada…
Núñez Miranda refiere que como si fuera una condición y responsabilidad sólo de ellas, participar en los plantones y marchas representaba resolver dónde y con quién dejar a sus hijos e hijas, obtener dinero para la quincena porque antes cuando había un paro suspendían el pago inmediatamente…
Una realidad que reduce a las mujeres al espacio doméstico, mientras los varones se apropian de los espacios públicos, los del poder y que Concepción Núñez muestra con las historias de vida de las maestras que existe una diferencia fundamental entre la vida cotidiana, el espacio público y lo que se predica en el movimiento social, diferencia que afecta a las mujeres en todos los sentidos.
Sin pretensión optimista sostiene que “algunas cosas han cambiado, pero para comprobar qué tanto han cambiado me gustaría volver a hacer ese trabajo”, sostiene mientras reivindica la vigencia de su tesis de licenciatura.
En este trabajo analiza el costo personal que tiene para las mujeres ser una integrante del sindicato magisterial “y lo que implica ser coherente, consecuente como persona pensante, que da su fuerza de trabajo, sus conocimientos, sus potencialidades, todo lo que no se toma en cuenta y que las margina”.
El feminismo trasciende a las personas
Más tarde, Conchita Núñez sería la primera mujer directora de una Universidad Pedagógica en este país, por lo que otra gran feminista mexicana, Graciela Hierro le otorgó un premio hace algunos años, revela con modestia.
-Le pregunto cómo definiría el aprendizaje del feminismo en su vida personal y profesional
“Yo lo defino como una cuestión cualitativa, es decir, como un cambio radical muy importante en mi vida, pienso que no hubiera podido quedarme al margen de este aprendizaje, debía hacer algo o disimular, tal vez hacerle caso a mi mamá, a mi abuela o a mi suegra. Pero tenía que ser congruente con lo aprendido, porque el feminismo es un aprendizaje que trasciende a las personas”.
Un factor determinante, añade, fue el fortalecimiento de la idea de justicia, de no tolerar ningún tipo de maltrato y vivir como si nada pasara, muchas mujeres hacen eso, pero a la larga el costo personal que hay que pagar es muy alto.
Como las maestras en su tiempo, ella hizo un alto en un momento de su vida porque no quería seguir el juego de la subordinación y se asume personalmente como feminista… en silencio, sin decírselo a nadie, porque en aquellos años –que no son muchos- “hacerse feminista significaba ser estigmatizada porque la gente decía que era estar contra los hombres”, incluso cuando se separa de su pareja y adquiere el poder de tomar sus propias decisiones ,se enfrentó al rechazo de los esposos de sus amigas, que no querían que la frecuentaran.
Estima que ese concepto empieza a cambiar, “incluso con las mujeres indígenas y las intelectuales, porque efectivamente no se está contra los hombres, contra lo que hay que estar es contra el sistema, eso lo decía el marxismo, el leninismo, nuestra lucha es contra el sistema”.
Conchita Núñez Miranda cuenta llena de entusiasmo que asistió al IV Encuentro Feminista Latinoamericano que se realizó en Taxco, Guerrero, y al Encuentro de Mujeres Latinoamericanas en contra de la Intervención celebrado en la Habana, Cuba. Ahí, no sólo se identificó con el movimiento, sino que tuvo el gusto de saludar personalmente “al comandante” Fidel Castro durante una cena en el Palacio de la Revolución.
Sobre estos encuentros y otros aprendizajes teóricos, sostiene que son etapas de un proceso que la llevan a ser diferente y comprende con mayor claridad que “el mundo tiene que cambiar y que la realidad tiene que transformarse” y piensa que el marxismo “sigue siendo una ciencia que me explica un modelo económico-social que es el capitalismo, entonces para mi no ha muerto el marxismo y lo retomo cada vez que necesito hacerlo”.
Conchita Núñez no sólo era asidua lectora de Fem, sino que le publicaron algunos artículos, dice orgullosa mientras repasa de nueva cuenta las muchas veces que leyó en Fem a Alide Foppa, su entrañable maestra.
Siguió estudiando e investigando, su tesis de maestría se convirtió en el libro Aves sin Nido y el trabajo para obtener el doctoreado, Deshilando condenas, bordando libertades será presentado en poco tiempo.
En el primero relata las historias de vida de las madres de hijos e hijas en situación de calle, la dramática condición de muchas mujeres que viven violencia, pobreza y marginación social en los cinturones de miseria de la capital oaxaqueña, que como resultado arroja a las niñas y niños a la calle; en el segundo, las mujeres indígenas presas por delitos contra la salud cuentan sus historias, un trabajo que la llevó a establecer con las protagonistas una relación de afecto y respeto.
Para la investigadora es muy importante “el poder transformar” y es entonces cuando los libros que escribe adquieren otro carácter. “Aves sin Nido se agotó pero ¿qué se transformó?”, pregunta y de alguna forma compara que a través de los videos Deshilando condenas, bordando libertades, el resultado fue otro, pues la investigación se mostró durante dos años a todo el aparato de justicia del país, “era como decirles miren lo que están haciendo con estas mujeres y con la administración de la justicia”, encontró oposición de algunas personas, pero otras estaban de acuerdo en que la justicia muchas veces se rompía por la parte más delgada: las mujeres indígenas.
Esta investigación debió publicarse desde hace varios años, sin embargo, no ha sido así, entre otras cosas, porque la académica oaxaqueña cuestionó al gobierno federal y se adelantó a lo que hoy vive este país en esa “guerra” contra el crimen organizado.
Recientemente presentó el libro Palabras que Alumbran y escribió la historia de Abigail Mendoza en Dishdaa´w, “La palabra se entreteje en la comida infinita” pero aún están pendientes otras publicaciones como el diagnóstico sobre las trabajadoras sexuales de la ciudad de Oaxaca.
El futuro del feminismo
La maestra Conchita Núñez apunta que en Oaxaca hay feministas y el feminismo tiene futuro. Hay mujeres que están cercanas al feminismo y otras que no se reconocen como feministas pero que sí lo son, “son procesos históricos a través de los cuales las mujeres se van dando cuenta de su subordinación y de que es necesaria su emancipación y creo que en Oaxaca ha ocurrido a través de los propios movimiento sociales, de las muchas organizaciones que hay…”
Sin embargo, reconoce que hoy existen organizaciones que se dicen feministas porque hay dinero de por medio, “lo cual puede ser un arma de doble filo” para este movimientos social. En ese sentido, considera fundamental conocer la historia del feminismo para “darnos cuenta de la importancia que tiene como un proceso revolucionario, porque el feminismo revoluciona muchas cosas, independientemente de que te reconozcas o no como feminista”.
Se trata, en suma, de darse cuenta de la desigualdad que existe entre varones y mujeres a todos los niveles de la vida cotidiana, en lo público y en lo privado, “si te das cuenta de ello y trabajas por reducir esa desigualdad estás tomando una postura feminista, porque es una teoría, una corriente política e ideológica, te asumes como tal”.
“A pesar de todo, todavía existe el otro pensamiento que lleva a las mujeres a aguantarse, a depender de otros, a vivir subordinadas o en la simulación de que todo está bien, del no pasa nada; incluso hay quienes no quieren hablar y otros que cuando hablas de un lenguaje incluyente aún se burlan, pero veo avances en algunos grupos de las nuevas generaciones, un cambio personal que se extiende al ámbito social”.
Conchita Núñez tiene muchas historias que aún no escribe y que le encantaría hacer, dice esta investigadora que ha sido reconocida con premios como el José Ruvirosa, otorgado por la UNAM a través del Centro Universitario de Estudios Cinematográficos, una mención honorífica por su tesis de doctorado que le concedió el Instituto Nacional de las Mujeres y el de Ciudadana Distinguida por el gobierno de la capital oaxaqueña, entre otros muchos.
Las historias que analiza Conchita Núñez nos dejan entrar en la vida de las otras personas y, a través de ellas, diseccionar la vida de todas las mujeres, las que viven el sistema tradicional y las que se han transformado para tomar su lugar y su ciudadanía, como lo hizo la propia entrevistada.