Fortino TORRENTERA O.
Oaxaca. México. No se abarca todo el espectro en la difusión cultural de Oaxaca, concluye análisis de la Universidad Anahuac, dijeron ponentes en la charla “Industrias Culturales en Oaxaca: Una aproximación desde el pensamiento de Theodor W. Adorno”.
Dicha mesa que se realizó en el foro de la 31 Feria Internacional del Libro de Oaxaca, el sociólogo, Antonio Emanuel Berthier, catedrático de esa universidad, reconoció que en Oaxaca apenas se empieza el estudio de las Industrias Culturales.
El análisis hecho a dos revistas como productos culturales, implicó la recolección de datos del registro de soportes materiales del campo del arte y de la cultura urbana de Oaxaca, fue realizado por Rafaél Andrés, Luis Alonso Vásquez y el propio Berthier, dentro del proyecto Formación de Fuerzas Culturales y Públicos de México (Focyp).
Asegura que desde el siglo XIX “La explosión originaria, el big bang de la producción espiritual en Oaxaca dio inicio gracias a la iniciativa particular de algunos de los residentes acaudalados y atípicamente ilustrados del centro de la ciudad de Oaxaca”.
Y continúa: “Como en todo proceso de modernización cultural, estas expresiones propias de la élite oaxaqueña tendieron a generalizarse, gracias al surgimiento de espacios públicos dedicados a la manifestación cultural, auspiciados tanto por esos pioneros benefactores como por políticos culturalmente sensibles”
“Este proceso trajo también una serie de transformaciones del espacio urbano y de la relación entre los entonces reducidos consumidores del arte local con los productos que se vendía y distribuían a través de una serie creciente de soportes como bibliotecas, librerías, casas de cultura, teatros, museos y revistas escritas.
Ya en el siglo XX, dijo el expositor, “a pesar de las diferentes etapas y transformaciones, el patrón de desarrollo de la producción cultural, parece mantenerse: los productos espirituales dependen para su creación, difusión y distribución de una serie de decisiones y una maquinaria externa a la propia lógica de la definición estética y ajena por definición a la experiencia liberadora del arte”.
“El motor de la producción cultural es desde aquellos inicios decimonónicos hasta la fecha, la estructura material provista por la subvención estatal y el capital privado, así en el diálogo armonioso del mecenazgo cultural se entretejen acontecimientos como la formación del Museo de la Soledad, la fundación de la Escuela de Bellas Artes, la apertura de la tienda de música “La nueva esperanza” y una pléyade de artistas asociados a políticos como Eduardo Vasconcelos, Pedro Vaásquez Colmenares o Heladio Ramírez López, lo mismo que a fundaciones”.
De lo anterior, hizo un estudio comparativo con la perspectiva crítica de Theodor W. Adorno sobre las industrias culturales, donde compartió algunas reflexiones que pondera al pensamiento como el mediador entre el hombre y la naturaleza que permita caminar por el espacio físico de la naturaleza y el espacio simbólico de la sociedad.
El arte nos hace reiniciar la vida, pero para ello, dijo, debe haber voluntad para obedecer la ley y no que sea por conveniencia, pues el arte no es heterónomo sino autónomo.
Por su parte, la comunicóloga Karla Quiroz Castro, dio a conocer un análisis de aproximación a partir de dos revistas culturales, “Luna Zeta” y “El jolgorio cultural”.
Si bien la primera es una publicación independiente que promueve la expresión literaria a través de textos libres y la segunda difunde las actividades culturales en esta capital, éstas no abarcan todo el espectro, lo cual muestra su carácter heterónomo.