Jesús Rito GARCÍA
Oaxaca, México.- Escribir poesía, dicen algunos, es una guerra constante; algunos otros piensan que es como dormir en una nube de algodón o caminar sobre la arena tibia del mar. En fin, las dos teorías pueden ser muy válidas. Así como existen poetas que nos muestran en su poesía un locus terribilis, también están aquellos que nos llevan de la mano y nos van mostrando lo fantástico del locus amoenus. En Poesía existen todas las posibilidades. Por ejemplo, las trágicas vidas que terminaron en suicidios, y que alcanzaron la gloria poética, así como la gloria de la catarsis; tantos ejemplos podemos citar, como estudios se han hecho de ellos, el suicidio es un leitmotiv poético heredado del romanticismo. Pero también están aquellos que llevaron una vida llena de cuidados y tranquilidad; que hasta el final de sus días hicieron lo que siempre supieron hacer tan bien, crear una gran obra.
En siglos pasados, cuando no existían las grandes universidades ni las especialidades como existen ahora, era necesario que los escritores y poetas se forjaran en la adversidad del estudio. Quizá algunos saliendo con mejores resultados en la escuela de la vida que en la poesía. Ser autodidacta no era una moda o una decisión, era una necesidad. Ahora, en un mundo lleno de información y posibilidades de estudio. (no tantas como quisiéramos) los escritores se han vinculado tanto con la academia, que muchos de nuestros grandes poetas y escritores en México, han salido de las aulas de las universidades. Algunos son excelentes catedráticos y creadores; así como también participan en el enigmático mundo de la crítica literaria y el ensayo académico.
Nada en la poesía está dicho, todo está por descubrirse; esto lo digo porque existen aún más posibilidades de desarrollo a partir de un conocimiento riguroso. La inspiración viene de la mano con el trabajo.
El poeta portugués Fernando Pessoa nos habló de cuatro niveles que debería alcanzar todo poeta.
El primer nivel es aquél que da la inspiración o el impulso mediático para poder escribir. Por ejemplo, un rompimiento amoroso o la muerte de un ser querido. Estos elementos potencian la necesidad de expresarse, y aquél que lo haga, iniciará una posible ascensión poética; a través de un lenguaje natural.
En el segundo nivel se encuentran aquellos que a partir de la imitación y las referencias de los grandes maestros de la literatura, buscan llegar a la poesía con mayor seguridad. Manejando con maestría un tema preciso. Su voz toma forma poética con un lenguaje más elaborado.
El tercer nivel es donde están aquellos que no solamente tienen la maestría para manejar un solo tema. Sino que tienen la posibilidad de desarrollar varias manifestaciones estilísticas y discursivas. Por ejemplo, al tener un amplio conocimiento del lenguaje, lo pueden desarticular y mostrarnos una amplia gama de significados. Entonces, este tercer nivel nos habla de una maestría en la que el poeta nos puede hablar de muchos temas con maestría.
El cuarto nivel es la posición a la que todo poeta deba aspirar. Según Pessoa, en esta posición es donde se colocan los grandes maestros. Es el nivel en el que se pueden desarrollar todos los temas y lograr efectos tan intensos como en el primer nivel, con un lenguaje natural, en el que no fue necesario tener esa condición de inspiración intensa, ya que por la maestría con la que se maneja el lenguaje y las figuras retóricas, se pueden alcanzar todos los niveles.
Eso es lo que menciona el poeta portugués. Pero podemos decir que no hay una regla específica para escribir poesía o acercarse a ella. Unos llegan por tradición familiar, algunos otros nos hemos acercado a través de los talleres literarios y las universidades. Otros más por circunstancias extrañas y extraordinarias para ellos. El fin es uno, comunicarnos a través de la palabra escrita, ¿con quién? Eso sólo lo sabe el que se sienta ante una hoja en blanco y escribe a mano, o en una laptop, que de una u otra manera es lo mismo. Así lo han hecho desde hace tantos siglos, utilizando los recursos con los que nos ha tocado encontrarnos. El lugar terrible y el ameno siempre será una figura retórica que todos podemos utilizar a nuestro antojo.
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