Oaxaca, México.- La procedencia de los antiguos habitantes del barrio de Teopancazco, cuyos vestigios se ubican al sureste de la antigua urbe de Teotihuacan, fue revelada a través de estudios de antropología física y evidencias arqueológicas, que arrojaron que se trató de migrantes de la costa del Golfo de México, posiblemente de lo que hoy es Veracruz, quienes habitaron en la Ciudad de los Dioses entre 150 y 600 d.C.
A partir de análisis de paleodieta y estroncio —que permiten determinar el hábitat en que se desarrollaron los individuos—, realizados a los restos óseos de más de 40 de los 117 entierros descubiertos en ese sitio, se determinó que se trató de personas de procedencia foránea, migrantes de diferentes latitudes provenientes de la costa del Golfo de México, aunque otro tanto también mostraban características locales que los ubican como nativos de Teotihuacan, lo que confirma el carácter multiétnico de esta ciudad prehispánica, donde habitaron diversos grupos provenientes de lo que actualmente es Oaxaca, Michoacán y Veracruz.
Así lo dio a conocer la arqueóloga Linda Manzanilla, del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM, durante su participación en la 5ª Mesa Redonda dedicada a esta antigua civilización, que concluyó con la entrega del Premio Teotihuacan, donde además señaló que mediante el estudio de restos de instrumentos para costura, figurillas de cerámica y pinturas murales hallados en Tepancazco, también se ha establecido que éste fue un barrio artesanal donde se elaboraban los atuendos de la elite, particularmente de las clases sacerdotal y militar.
En el foro académico, organizado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH-Conaculta), la investigadora indicó que los estudios de antropología física fueron aplicados a esmalte, colágeno y huesos de los esqueletos hallados en diversas etapas de exploración arqueológica, efectuadas de 1997 a 2005. Los análisis se llevan a cabo de manera interinstitucional, con la participación de expertos de los institutos de Geología, Geofísica y Física de la UNAM, del INAH, el Centro de Investigación y Estudios Avanzados (Cinvestav-Irapuato), y el Instituto Politécnico Nacional.
Linda Manzanilla Indicó que la procedencia costera de quienes habitaron ese sector de la antigua ciudad (hoy San Sebastian Xolalopan), también se ha deducido a través de las costumbres funerarias. “Frente al hecho de que los teotihuacanos generalmente enterraban a sus muertos en fosas bajo los pisos de sus viviendas, en Teopancazco se hallaron entierros inusitados de varios individuos masculinos decapitados y dispuestos cada uno en vasijas tapadas y cubiertas con cinabrio, ritual del que sólo tiene precedente en Cerro de las Mesas, Veracruz”.
Al presentar los avances del proyecto
Teotihuacan, elite y gobierno. Excavaciones en Xalla y Teopancazco, la arqueóloga señaló que mediante dicha serie de estudios se llegó a la conclusión de que el conjunto habitacional de Teopancazco, donde se han localizado los restos de 160 viviendas, estuvo ocupado de 150 al 600 d.C. por población local, así como foránea que llegó del área de la Costa del Golfo.
“Teopancazco pudo haber fungido como un centro independiente y artesanal dedicado a la producción de atavíos de las élites. Aquí predominaron las actividades de sastrería, según la evidencia encontrada en el sitio, que va desde instrumentos de hueso como agujas para unir telas de algodón, herramienta para trabajar cuero y pieles y leznas (instrumento para hacer agujeros y coser); hasta botones de concha y cerámica, colorantes para telas y plumas y pieles para bordar o coser”.
Asimismo, dijo, se encontraron muchas especies de moluscos provenientes tanto del Golfo de México, como del Pacífico y del Caribe, además de caparazones de tortuga y armadillo, así como restos de cocodrilos y pinzas de cangrejo que pudieron formar parte de los trajes, atavíos y tocados que elaboraban.
“Lo anterior nos sugiere que en Teopancazco se manufacturaban los trajes y tocados de sacerdotes y militares, como los que se muestran en los murales y figurillas del lugar”, puntualizó la especialista al abundar que a partir del análisis de figurillas de cerámica encontradas en el sitio —con representaciones de ancianos, mujeres, jugadores de pelota y militares—, se ha podido determinar cómo eran algunos de los tocados y vestimentas que se confeccionaban, por ejemplo, armaduras rellenas de plumas o algodón, o pectorales construidos con diversas conchas.
La investigadora Linda Manzanilla refirió que la antigua Ciudad de los Dioses tenía multietnicidad en el área de la periferia, integrada por gente común dedicada a actividades artesanales como alfarería, sastrería, estucadores, talladores de obsidiana, cerámica, lítica tallada y pulida y lapidaria, entre otras, de donde la elite media —conformada por sacerdotes y militares que regían los barrios-—, linajes poderosos y casas nobles de la ciudad obtenían diversos productos.
“Teotihuacan representa un reto intelectual por su heterogeneidad y complejidad por ser a la vez centro de manufacturas y movimientos de bienes; capital de un Estado con estrategia corporativa, y que tuvo una compleja trama de grupos sociales y étnicos entrelazados por actividades comunes como rituales y ceremonias. Además fue un sitio sagrado, un asentamiento estratégico en cuanto a recursos como la obsidiana, en fin, un escenario mesoamericano único del cual nos falta muchísimo por desentrañar y conocer”, concluyó Linda Manzanilla.
Entregan Premio Teotihuacan
Con la entrega del Premio Teotihuacan concluyó la 5ª Mesa Redonda dedicada a esta antigua civilización, el cual fue otorgado a los arqueólogos del INAH Emiliano Melgar y Reyna Beatriz Solís, y al físico José Luis Ruvalcaba, del Instituto de Física de la UNAM, por el estudio
Del centro de barrio al complejo palaciego: los artesanos lapidarios y las tradiciones de manufactura locales y foráneas vistas desde Teopancazco y Xalla, a quienes se les otorgó un reconocimiento y un estímulo a la investigación de 40 mil pesos.
El segundo y tercer lugar fueron para el arqueólogo Rubén Bernardo Morante y el etnohistoriador Aldo Armando Guagnelli por las investigaciones:
La cuenta de los días en la antigua Teotihuacan y La antropología aplicada en la protección del patrimonio cultural: el caso de la Zona de Monumentos Arqueológicos de Teotihuacan, respectivamente, que sobresalieron de seis finalistas de 19 ensayos que concursaron; fueron acreedores a un reconocimiento por su esfuerzo y aportaciones a la historiografía teotihuacana.
Los estudios ganadores fueron elegidos por el comité evaluador, integrado por los arqueólogos: Salvador Guilliem, Eduardo Matos Moctezuma, Saburo Sugiyama, Rubén Cabrera, Alejandro Sarabia, Jorge Angulo, Linda Manzanilla y María Elena Ruiz, que consideró como requisitos para obtener el Premio Teotihuacan: que la investigación fuera inédita, reciente, y relacionada con la temática del encuentro de la mesa redonda de este año,
Teotihuacan: Investigaciones recientes. Centro y periferia.
El trabajo ganador versa sobre el estudio de 194 piezas lapidarias de los barrios de Xalla y Teopancazco, ubicados en la periferia de la Ciudad de los Dioses, para la identificación de las materias primas y herramientas empleadas en su producción, así como de las huellas de manufactura, para determinar la tradición de elaboración de objetos locales teotihuacanos y distinguirlos de los foráneos.