Lilia TORRENTERA G.
Oaxaca, México.- Francisco Toledo recuerda de su primer encuentro con Rufino Tamayo, a un “paisano” que lo trató con gentileza y cierto aprecio cuando lo visitó por primera vez en su estudio en París, Francia, allá por la década de los sesenta.
[caption id="attachment_12282" align="alignright" width="300" caption="Francisco Toledo y Rufino Tamayo "]
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El pintor juchiteco expresa también que es una lástima que Tamayo no hubiera dejado más de su obra muralista en edificios públicos, sobre todo en Oaxaca donde sus pinturas, en su mayoría se encuentran en colecciones privadas y no por ejemplo en la Escuela de Bellas Artes, donde fue director”.
En el vigésimo aniversario de la muerte de Rufino Tamayo,, que se recuerda este 24 de junio, quien ahora le sigue como uno de los pintores vivos más importantes del arte contemporáneo en México, narra en exclusiva con Ciudadanía Express cómo fue que lo conoció, cuando llegó a la capital francesa al inicio de su carrera.
“Llegue a su casa en París con una carta de recomendación, toqué la puerta, me abrió, me presente y tuve muy buen recibimiento de él. Tomamos un café y comenzamos a charlar de muchas cosas, de mi pintura y de qué hacía yo en Paris. Aunque era muy serio y parco para hablar”.
Toledo recuerda que ya conocía a Tamayo a través de su pintura, aunque señaló que no tuvo influencias de él y a tono de broma indicó “en el vestir, conmigo no tuvo ninguna influencia porque Rufino se vestía muy bien, en lo parco pues tampoco, porque yo soy muy parlanchín”.
El artista juchiteco, atribuye que no fuera influenciado en su arte por Tamayo, cuando rememora que a su llegada a París en 1960, él apenas contaba con 20 años y Rufino ya “andaba por los 61 años”.
[caption id="attachment_111689" align="alignleft" width="300" caption="El perro mueve la cola/Colección del IAGO"]
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Pese a ello, expresa Toledo “el siempre fue muy amable conmigo y estaba al pendiente de lo que estaba haciendo, incluso me pedía que le llevará mi obra y hasta llegó a vender mis cuadros a coleccionista que lo visitaban para adquirir su obra”.
En ese entonces, dice Francisco Toledo, pasaba “las penurias de un artista que comenzaba y entonces Tamayo de repente me llamaba por teléfono para decirme ya tengo dinero para usted”.
También recuerda que Tamayo, fue su consejero pues le inquiría para no regresar a Oaxaca y quedarse en Europa pero además de no meterse en política “porque lo van a maltratar o matar, ya ve que en Juchitán las cosas son muy violentas”.
Este último consejo, reconoce Toledo nunca lo escuchó y sonriendo bromeó “y véame aquí encabezando ozonadas para que todo siga igual”.
Toledo lamentó que la obra de Tamayo no se encuentre en museos y edificios, por ello, “cuando ya pude, compre a Olga Tamayo algunos cuadros, otros en galería o subastas sobre todo de gráficas que están en el acervo del IAGO”.
Toledo explica que ese vacío en cuanto a las pinturas de Tamayo, se debió, tal vez, a que “desde muy temprano fue un pintor caro, entonces imposible que el Estado la comprara, pero también porque no hubo una visión para adquirirla, pero tampoco en ese entonces había tanto museos como ahora, por eso comprar ¿para dónde?. Recuerdo que alguna vez le propusieron pintar el Palacio de Gobierno pero lo rechazó. Lo cual fue una lástima”.
Son al menos 30 obras gráficas de Rufino Tamayo, las que se encuentra en el acervo “José F. Gómez” del Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca, entre ellas destacan
El perro mueve la cola de 1971 con la técnica de mixografía y color; las litografía
Langosta sin fecha y Apocalipypse de Saint Jean, fecha el 234 de diciembre de 1959.