Juan Manuel LÓPEZ ALEGRÍA/ Primera parte
Oaxaca. México. Este lunes 25 de julio disfrutamos la Guelaguetza de la transición. Hubo cambios; es ocioso comentarlos. Como siempre, los danzantes aprobaron con buenas calificaciones con excepción de los cantores; tal parece que a las delegaciones no les importa presentar voces educadas en su espectáculo. En el caso de Coyotepec, se podría muy bien suprimir esa lacrimosa pieza, tan mal cantada, que habla del dolor del indígena o, por lo menos que incluyan a sus opresores priistas y católicos.
Con todo lo que se pueda o deba cuestionar a la fiesta anual de los oaxaqueños, este foro sirve para reafirmar las raíces del pueblo multiétnico de Oaxaca, que mantiene viva su identidad, su sentido de pertenencia, sus costumbres y tradiciones, muy deterioradas en muchos casos por el contexto cambiante y acelerado de los últimos tiempos globalizadores.
Ya que se trata de seguir la tradición, nos extraña que la delegación de Tehuantepec haya presentado una nueva letra de la Sandunga. Ahora cantaron, entre otros versos, “Sandunga, tú eres Donají”. (¿Era pera quedar bien con la ciudad de Oaxaca, que en su escudo lleva a la princesa?)
Ignoramos por qué, quienes pretenden mantener la tradición, cambian la letra a lo que consideran su himno. Wifrido C. Cruz, Alberto Cajigas Langner o el más importante intelectual tehuano, Carlos Iribarren Sierra, escribieron lo que creían que eran los versos que, originalmente, se supone, escribió Máximo Ramón Ortiz, y por ninguna parte aparecen esos que se cantaron este lunes.
Por cierto, los jóvenes bailarines ofrecieron sus danzas a don Carlos Iribarren, quien creó el primer grupo “Guissí” en Tehuantepec en la década de los 70. El presentador afirmó que Carlos Iribarren “era el padre de la cultura tehuana”. Tampoco sabemos a qué se refirió con eso.
Hubo un pleito hace más de medio siglo
En muchas regiones existe una especie de chouvinismo local (creencia narcisista, paranoica y mitómana de que lo propio del país, región o pueblo al que uno pertenece es lo mejor en cualquier aspecto; se dice que detrás de ello se esconde un sentimiento de inferioridad que se manifiesta con un delirio de grandeza); por fortuna las nuevas generaciones han ampliado sus horizontes, las rivalidades casi no se ven como hace veinte o treinta años.
Sin embargo, hace más de medio siglo, en Tehuantepec, la Sandunga tuvo que ver para revivir enconos entre intelectuales divididos por el puente. Estas controversias entre los zapotequistas tehuantepecanos, no tendrían mayor trascendencia, si no fuera porque agregaron mayor confusión sobre el origen de la Sandunga. Pues de ser Máximo Ramón, el autor único, se le incorporó Andrés Gutiérrez y también Cándido Jiménez.
Con motivo de lo que se llamó centenario de la Sandunga, en 1953, provocó un conflicto entre los intelectuales tehuanos. Varios publicaron sus puntos de vista en los diarios Excelsior y El Universal.
Por un lado participó el grupo, que llamaré “del centro”, porque sus integrantes vivían en esa zona, con Raúl Ortiz Urkidi y Alberto Cajigas Langner a la cabeza, quienes propugnaban la autoría de Máximo Ramón Ortiz para la letra de lo que llegó como “jaleo andaluz” a nuestro país, y a Cándido Jiménez, como el tehuano que la pasó al papel pautado años después de la muerte de Máximo.
Sus detractores, del otro lado del río, del barrio Santa María, con Carlos Iribarren Sierra al frente, aseguraban que el autor de la letra y la música era Andrés Gutiérrez, “Ndreé Zaá”, nativo, aseguraban, de este barrio, sin embargo, aún hoy se ignora dónde nació el famoso Ndreé Zaá.
Durante meses ambos bandos estuvieron defendiendo a sus héroes. Incluso tuvo que intervenir el gobernador Manuel Cabrera Carrasquedo, para cambiar el comité organizador de los festejos del centenario. Ninguno de los involucrados escribió cómo “se pusieron de acuerdo” para que salomónicamente se estableciera que, el autor de la letra era Máximo Ramón Ortiz y el de la música Ndreé Zaá. Lo que algún anciano infiere, es que esa fue una decisión del gobernador, que también era un militar.
El libro de Rojas Pétriz, un fraude
Para intentar obtener más luz, ya que los participantes no publicaron cómo aceptaron dividir los créditos, escudriñamos en el libro de César Rojas Petriz, quien, más tarde, formó parte de uno de esos grupos (el de Iribarren), y en su obra tuvo la oportunidad de esclarecer esas diferencias, pero no lo hizo.
Su tratado se llama “Sandunga: Música sublime, símbolo de unión”. Se imprimió en diciembre de 2007, pero no tiene editorial que la respalde, aunque al inicio (pág. 3) lleva impresos los sellos o logotipos del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), también del gobierno de Oaxaca y de un organismo que inventó César: Cedó Guié.
Se sospecha que alguien auspició la obra y que esos logos lo puso el autor para darle importancia y seriedad a su trabajo; porque dudamos que el INBA decidiera publicarlo (no hay sellos del INBA en la portada, ni en el lomo, ni en la contra), y porque en la segunda página del libro se informa que el ISBN está en trámite (Número Internacional Normalizado del Libro. ISBN, por sus siglas en inglés, International Standard Book Number), es un identificador internacional (el código de barras); esto debió tramitarlo la editorial antes de imprimir el libro. Abajo de eso, dice que el Copyright (©), el derecho de copia, pertenece a Cesar Rojas, por lo tanto, no hay editorial responsable y César está usando indebidamente esos logos, los del INBA y los del gobierno.
La portada de Sandunga: Música sublime… es un pentagrama con la música del son con fondo negro y encimada una foto de una de las reinas de la Vela Sandunga.
En la introducción, el autor habla, como antropólogo, de un tema del cual no sabe gran cosa:
“La danza, parte indisoluble de la naturaleza humana nació, igual que la música y el canto, en el momento mismo en que el hombre y la mujer pudieron mover —aunque en forma antiestética— alguno de sus músculos, con el afán de expresarse e intentar comunicarse con sus semejantes a través de la creatividad artística”.
¡Sandeces! Ya imaginamos a los primeros humanos, digamos a unos Pithecanthropus de Java, al ver el nacimiento de un niño, mientras mueve sus bracitos y berrea como sólo lo hacen los peluditos Pithecanthropus:
—¡Mira, ya está danzando, haciendo música y cantando!
—Sí —dice lacónico el otro—: es indisoluble en la naturaleza humana.
—Pero lo hace en forma antiestética —revira otro, tal vez antepasado de Aristóteles, quien mejoraría ese concepto de belleza miles de años después—. ¿Le enseñamos a hablar?
—¿Para qué? Con sus músculos se comunicará con sus semejantes.
La danza primitiva era de carácter religioso como la mayor parte de las actividades que realizaban. Como en una celebración religiosa, están los fieles (testigos) y el celebrante, pero no hay espectadores.
“Surge para expresar las necesidades vitales: de alimento (caza, recolección...), sentido de culto (ritos fúnebres, lluvia, trueno, rayo, salida y ocaso del sol, la luna...), de tipo social (galanteo, matrimonio, guerra...). La procesión en torno a un objetivo sagrado o un árbol es una de las formas coreográficas más antiguas y que, de forma evolucionada, bajo aspectos bien diversos, ha llegado a nosotros." Ángel Zamora. Danzas del mundo. Madrid. Editorial CCS. 1995.
Con sentimientos mezclados de mística vanidad y con ostentación verdaderamente abstrusa, sigue Rojas Petriz:
“En este contexto, la danza ha sido uno de los placeres predilectos de nuestras razas autóctonas. Y aunque en el baile primitivo, influyen elementos sicológicos de vanidad, ostentación y belleza que son eminentemente sensuales, es indiscutible que, además de estos incentivos naturales (¿?), es la mística la que se impone y da sentido y solemnidad a la danza” (¡!).
¿Qué quiso decir? ¡Sólo Dios y la Virgen Santísima lo saben! Cesar Rojas ignora que el concepto de arte es occidental (lo que se llama “arte prehispánico” tenía, fundamentalmente, un objetivo religioso), por eso la insistencia del autor, a lo largo del libro, de fundir lo indígena precolombino con la música y danza traídas de Europa.
“Por ello puede decirse que en la amalgama de estas facetas del desarrollo humano podría hallarse el génesis de la Sandunga”. Es la génesis, César, la génesis. (Continuará).