Oaxaca, México.- Todo premio en el campo de las artes cumple la función de reconocer y distinguir a un creador. En el caso de Fernando Vallejo el galardón FIL de Literatura en Lenguas Romances 2011 celebra la labor de un escritor cuya ejercicio literario se percibe como un contundente modelo de pensamiento que contradice cuestiona la realidad. Una práctica erigida sobre cimientos de libertad.
Desde 1971 el autor de
El debarrancadero, con el que obtuvo el Premio Rómulo Gallegos, radica en México. Alguna vez confesó que hubiera querido ser músico. La expresión musical es un aspecto que le ha enamorado de nuestro país: “Lo máximo de México es su música. José Alfredo, quien después de haberlo oído tantas veces, me sigue llegando al alma”.

Vallejo obtuvo la nacionalidad mexicana en 2007. No obstante, su país natal ha sido siempre escenario de sus novelas. A menudo su escritura gira en torno a un único tema, Colombia. Pero el autor no experimenta el apego de quien exalta la tierra perdida. A su ojos Colombia refracta una imagen alucinante colmada de irrealidad: “Eso allá es un espejismo de basuco o sea de
crack. Los marcianos de ese país, hace mucho que dejaron la dimensión conocida”.
En entrevista con Conaculta, el autor nacido en Medellín en 1942 confiesa sentirse muy honrado por este reconocimiento, al que considera “uno de los premios más importantes del idioma”.
El galardón que otorga la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, la más relevante en el idioma español, condecora una trayectoria y por igual una vida que a juicio del escritor se precipita hacia la muerte.
Porque “uno no se muere de golpe, se muere de a poquito con el pasar de los años. Y así lo que entendemos por morirnos es acabarnos de morir”, afirma Fernando Vallejo.
La literatura de Vallejo se muestra como una práctica emancipada en la que el autor ha ofrecido siempre una experiencia de sí mismo. Es en los dominios de la autobiografía que nos ha brindado una singular perspectiva de las cosas.
En su serie
El río del tiempo el género autobiográfico prevalece como vía para manifestarse con voz propia. El deliberado distanciamiento con la figura del narrador supone una estrategia estilística: “Siempre he escrito en primera persona, con mi voz. Pero ya he hablado muchas veces de esto, de mi animadversión por el novelista omnisciente”.
Pendencieros y criminales desfilan por algunos de sus libros, como pasa con
La virgen de los sicarios. La preferencia por esta clase de personajes parece vincularlo con célebres autores que por igual describieron su propia vida y poblaron su literatura con seres marginales, como fue el caso de Jean Genet quien figura entre los favoritos de Vallejo: “Genet era un espléndido escritor, de los que prefiero. También escribía en primera persona”.
Fernando Vallejo abandonó Colombia en los años 60 para encaminarse a Italia y estudiar cine. Su estancia coincidió con el boom de intempestivos directores como Pier Paolo Pasolini o Carmelo Bene. Sin embargo, la experiencia en la disciplina no le marcó lo suficiente: “estudié dirección de cine en el Centro Experimental de Roma pero hace mucho que me desilusioné de eso que llamaban o que siguen llamando, el séptimo arte