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Fallece el escritor Daniel Sada

Sábado 19 de noviembre, 2011.
09:00 am
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Oaxaca, México.- ¿Qué busca un escritor al escribir? Para Daniel Sada lo más importante fue crear ritmos y cadencias. Lo llamaron costumbrista, recreador del realismo mágico y barroco en el desierto norteño. Sin embargo, el autor de la novela Casi nunca (ganadora del Premio Herralde 2008) aseguró que en realidad nadie acertó a definirlo. “Soy un escritor atípico que no se identifica con todos esos adjetivos que me endilgan”, comentó en vida. Nacido en Mexicali, Baja California, el 25 de febrero de 1953, Daniel Sada fue un narrador y poeta cuyo trabajo fue elogiado por sus colegas, quien falleció este viernes 18 de noviembre en la ciudad de México. Rafael Lemus dijo que llamarlo estilista era denigrarlo; pues lo ubica como “uno de los formalistas más extremos del idioma, el más arriesgado de los mexicanos”; mientras para Álvaro Mutis, Sada fue “un narrador profundamente cercano a la esencia del hombre”. En tanto que éste fue el augurio de Carlos Fuentes pronunciado hace años sobre el autor: “Daniel Sada será una revelación para la literatura mundial”. Daniel Sada estudió periodismo en la Escuela Carlos Septién García. Fue corrector de estilo en el Departamento de Estudios Superiores de la Universidad Autónoma Metropolitana; coordinador de talleres de narrativa y poesía en México, Miami, Nuevo México y Madrid. Fungió como colaborador de los suplementos y revistas Diorama de la Cultura, El Ángel, Enlace, Fractal, La Gaceta del FCE, La Jornada Semanal, La Semana de Bellas Artes, Ledo, Letras Libres, Milenio, Proceso, Revista Universidad de México, Sábado y Vuelta. También fue Becario del Centro Mexicano de Escritores en  1978; del INBA/FONAPAS, en poesía 1980; del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, 1991. Miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte desde 1994. Premio Xavier Villaurrutia 1992 por el libro Registro de causantes; Premio José Fuentes Mares 1999 por Porque parece mentira la verdad nunca se sabe; Premio de Narrativa Colima para Obra Publicada 2006 por Ritmo delta; y Premio Herralde de Novela 2008 por Casi nunca. En 2008, en un artículo publicado en el diario El Universal, Sada escribió acerca de sus intereses como escritor. “Me preocupa sobremanera que la lengua se oiga y pueda pasar con naturalidad a la oralidad. El recurso de los dos puntos funciona como un silencio en la música, también la armonía entre frases largas y frases cortas para que el lector tenga mayor concentración en la lectura. Todo esto es hipotético; no sé si lo logré del todo, pero a mí me gusta que el lector que me lea esté absolutamente concentrado y seducido. “Yo no puedo escribir si no descubro un ritmo. Siempre me he quejado de que los narradores tienen oído de picapedreros. Busco de una manera hasta cierto punto enfermiza que haya poesía en mi prosa, no sólo por buscar mayor expresividad sino para hallar resúmenes más contundentes. Así escribo todos mis libros, soy un escritor lento y un absoluto enemigo de los maquinazos. “La palabra riesgo es inherente a mi escritura. Nunca estoy seguro de lo que hago y me atrevo a buscar estructuras novedosas muy a contracorriente de las convenciones actuales. Bolaño hacía lo mismo pero quizá su escritura sea un poco más dinámica que la mía. “Yo no me propongo renovar el lenguaje sino rescatar los lenguajes perdidos que encuentro en la sociedad. Tampoco colecciono arcaísmos sino que van apareciendo a medida que la trama se va desplazando. En todo caso huyo de todo lo que se llame convención y también de todo lo que se llame moda. Trato de encontrar mi propia vereda, esquivando todo lo ya consabido”. Daniel Sada consideró que a través del tiempo había perfeccionado su expresión, aunque no se sentía “la gallina de los huevos de oro” ni mucho menos; sólo se consideraba un constante explorador de su idioma. Casi desde que empezó a leer y escribir supo que iba a ser escritor, “me gustaba mucho inventar historias y mi apuesta siempre fue por la imaginación. También alguna vez se me antojó ser futbolista, no lo hacía tan mal y casi estuve a punto de debutar en Primera División con el Atlante, pero preferí la escritura. También quise ser ajedrecista; de hecho participé en un torneo estudiantil de alto nivel pero siempre se impuso la literatura. Ahora escribo y no creo que se me ocurra a esta edad hacer otra cosa. “Siempre me gustó inventar historias porque nunca me pude adaptar al 100% a la vida real, o en todo caso la realidad siempre me ha resultado insuficiente”, llegó a escribir el autor de Porque parece mentira la verdad nunca se sabe, una novela que tuvo un gran éxito de crítica y de público, considerada como un gran hito de la narrativa mexicana. Sada nunca escondió su pasión por los clásicos, a los que leyó desde su juventud. El escritor refirió que en su pueblo tuvo una maestra muy apasionada por la literatura, quien tenía una biblioteca muy completa en la que había varias versiones infantiles de La Ilíada y La Odisea. “Parece ficción, pero es verdad. He creado muchos pueblos y algunas veces dudo si el pueblo de mi infancia lo inventé o es real, pero esa maestra sí existió”, escribió. Fue hasta que llegó a la Ciudad de México cuando Sada empezó a leer literatura contemporánea, entonces se dio cuenta de que en ese momento todos estaban leyendo a José Agustín. “Para mí fue un desfase terrible, me sentía un poco avergonzado y no tenía interlocutores. Así que tuve que leer a contracorriente toda la literatura para poder vivir en esta ciudad”. Prácticamente en todas sus obras, las obsesiones rigen a los personajes. Daniel Sada reconoció que inventó personajes anómalos que se equivocan muchísimo, que si bien tienen una especie de candor, también hay una malicia. “Los personajes se equivocan pero tampoco son idiotas, las circunstancias a veces propician que las personas tomen malas decisiones, pero no porque no hayan pensado o no sean analíticos, mis personajes son reflexivos, de hecho la obsesión es fruto de una reflexión y alguien que se obsesiona por un asunto tiene un tiempo y puede ser que finalmente se percate de que todo lo que ha hecho ha sido un error terrible”. No obstante, la obsesión también formó parte de la personalidad de este escritor a quien incluso se tomaba cuatro horas para escribir una cuartilla. “Quisiera tener más agilidad, pero soy terriblemente perfeccionista, quiero meter el mejor combustible a mi literatura, siempre, luego me entra mucha culpa cuando hago las cosas superficialmente, me siento muy mal y quisiera romperlo todo. Me regocija mucho estar corrigiendo. Si no me quitan el texto de la mano lo corregiré al infinito”. El narrador y crítico literario Rafael Lemus escribió en 2005, en la revista Letras Libres, que Daniel Sada era el autor más incómodo de la última narrativa mexicana. “Pocos escritores más esquivos, menos dóciles, para la crítica literaria. Libro a libro, el problema crece. ¿Dónde ubicar a Sada? ¿Qué tanto vale su obra? Cuesta situarlo en nuestro canon. Cuesta, incluso, tasar justamente su valor. Existen tantas razones para exaltarlo como para censurarlo. Hay en su obra un ritmo titánico, casi salvaje, que arrastra vicios y virtudes. “Al principio, su cauce parecía tan controlable que se le quiso ubicar al centro del canon. Era el heredero de Yáñez y Rulfo, la cabeza tardía de nuestra novela rural. El cauce rebasó los diques y Sada naufragó hacia los márgenes. Dueño de una sensibilidad anacrónica, fue revalorado como un excéntrico. Allí mora desde hace tiempo, en un extremo de nuestra literatura. Hay quienes lo celebran y quienes lo refutan. Ante la polaridad, un acuerdo: no sabemos qué tan bueno es, reconocemos su importancia”, escribió Lemus. Daniel Sada publicó los libros de relatos Juguete de nadie y otras historias (1985), Registro de causantes (1992), El límite (1996), y las novelas Lampa vida (1980), Albedrío (1988), Una de dos (1994), llevada al cine en 2002; Porque parece mentira la verdad nunca se sabe (1999), Luces artificiales (2002), Ritmo Delta (2005) y La duración de los empeños simples (2006). Después de escribir Porque parece mentira la verdad nunca se sabe, Sada sintió la necesidad de escribir sobre la urbe, tenía ocho libros dedicados al norte y no quería reciclarse todo el tiempo. “Todavía me cuesta trabajo. Yo necesito extrañar las cosas, configurarlas en el tiempo, y la gran ciudad me asalta, no puedo llegar a escribir lo que me pasó en la mañana. No tengo esa urgencia, siento que más que dibujar la realidad en mis libros, lo que yo quiero es descubrirlos enigmas de la misma”, confesó el auto

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MargaritaCastruita

Mar. 22 de nov., 2011.
Bello, bello escritor, no se fue, sus obras se quedan con nosotros... lo disfrutare al maximo. que en paz este con el Creador ...

MargaritaCastruita

Mar. 22 de nov., 2011.
Que bello escritor, me gusta la expresion de seducir al lector, buscare sus obras para leerlo, que en paz este con Dios... Se nos quedan sus obras y algo mas..