Clemente Jesús LÓPEZ*
Oaxaca, México.- Hace exactamente un año, el 15 de noviembre de 2010, acudimos al recinto del Congreso del Estado de Oaxaca, con verdadero entusiasmo; la nueva legislatura, emanada de las históricas elecciones en las que el PRI, después de 82 años de gobierno había perdido la gubernatura y la mayoría de los escaños en el Congreso Estatal, asumía formalmente sus funciones. 25 diputados de la oposición por ambos principios, tanto de mayoría relativa como de representación proporcional, llevaban una enorme responsabilidad sobre sus hombros, la de ser sin lugar a dudas, la mejor legislatura de la historia moderna en Oaxaca, la legislatura de la alternancia.
Emanados de los Partidos de la Revolución Democrática, Acción Nacional, Convergencia y del Trabajo, los diputados coalicionistas, debían conducirse con honestidad, apego a los principios de la Coalición Unidos por la Paz y el Progreso, espíritu de servicio, voluntad política, vocación democrática, altura de miras, visión de estado y profundo compromiso con las causas de la transición. En contraparte, tenían a un bloque de diputados del PRI, anodinos, mediocres, divididos, timoratos y con la brújula perdida, con el futuro incierto y dispuestos al acomodo para sobrevivir. Eso sí, todos ellos, profundamente corruptos empezando por su Coordinador Martín Vásquez V.
Las esperanzas de los Oaxaqueños estaban puestas en esos diputados Coalicionistas, para que en base a sus plataformas, doctrinas y filosofía de transformación y cambio, contribuyeran de manera sustantiva a dotar a Oaxaca de un nuevo andamiaje jurídico que permitiese un nuevo arreglo institucional y sentara las bases para el desmantelamiento del viejo régimen autoritario, fortalecer y crear nuevas y mejores instituciones democráticas, mejorar los presupuestos para la inmensa mayoría de la población y reorientar el gasto público con sentido social y participación ciudadana. Los retos mayúsculos sí, pero atendibles, posibles de realizar si por lo menos mantenían en el primer año su unidad.
Sin embargo, productos en su mayoría de los resultados electorales del efecto Gabino, estos diputados, sin arraigo social los más, con escasa preparación legislativa y nula cultura política en su mayoría, o producto de los arreglos cupulares-familiares o clientelares en sus partidos, fueron presa fácil de la tentación autoritaria y sucumbieron a las primeras de cambio a los embates seductores de la corrupción, el dinero fácil, la fatuidad y la ignorancia. Muchos de ellos encontraban más cómoda la reproducción de las viejas prácticas anodinas del votar sin conocer y mucho menos saber, lo que en cartera o dictámenes se les proponía. Incapaces de desmantelar las viejas entretelas autoritarias y corruptas de la administración cameral, cayeron en la absurda disputa por los espacios administrativos del congreso, creyendo ingenuamente que con ello gobernaban y mantenían incólume el principio de la división de poderes.
Duchos en el arte de la simulación, los más voraces, lograron pactar prebendas millonarias, engullirse las coordinaciones parlamentarias, apropiarse de los bienes del congreso y de los dineros públicos disponer a sus anchas; aumentar sus dietas hasta la ignominia, premiar sus arduos y sesudos trabajos parlamentarios, colocar a sus amigos y amigas en espacios administrativos y laborales de toda laya, explotar su representación al máximo, cual pequeños faraones saciados de la sangre y sudor de su pueblo.
Algunos, más modestos, arrastraron sus prestigios y sus glorias, las más de ellas simuladas, viviendo en franco estado virtual en el congreso, sin peso en las decisiones de los más rapaces e inescrupulosos, optaron por dejar hacer, esperando algunas migajas del pastel, siendo cómplices por omisión de esta ominosa rapiña en que han convertido a la cámara de diputados. Si algún prestigio le quedaba a los diputados y al Congreso, esta legislatura ha terminado por sepultar tal virtud y por si fuera poco su cinismo ramplón, raya en la ofensa pública para los oaxaqueños.
Por ello a nadie extraña la profunda división que viven las fracciones parlamentarias de todos los partidos en el Congreso, la disputa por los presupuestos, prebendas y canonjías entre las y los diputados han llevado a nuevos realineamientos políticos, a los cambios de camiseta entre quienes, la ideología es tan solo un asunto de calzones de colores. Las justificaciones políticas serán lo de menos, al final siempre estará marcada su división por la disputa de los dineros públicos.
En fin a un año de que esta legislatura tomara posesión, el saldo es verdaderamente rojo, la esperanza ha sido sepultada, y la transición desde el congreso, pospuesta. Ya escucharemos el llanto de las plañideras en el Informe del Ejecutivo, cuyos saldos tampoco son tan positivos. Ya escucharemos a los Diputados más incendiarios o a los más cínicos, rasgarse las vestiduras, decir que nunca como ahora el Congreso es plural, democrático, comprometido con las mejores causas de los Oaxaqueños, crítico y propositivo, artífice y paladín de la democracia, ejemplo universal de la división de poderes, respetuoso del ejecutivo, pero demandante en los cumplimientos, en fin, los paladines de la justicia, los compañeros de Alí Baba.
No. No nos equivocamos, quienes seguimos demandando la necesidad de convocar a un Congreso Constituyente, o apelamos al supremo recurso de la Revolución.
- Militante de la Izquierda Comunista.
- Columnista y Analista Político.
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