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Análisis Literario/Abasto de Letras

Martes 06 de noviembre, 2012.
09:00 am
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Jesús Rito García Oaxaca, México.- Existen espacios emblemáticos en todas las ciudades del mundo: museos, plazas, miradores, iglesias, etc. Lugares que se encuentran en la guía Lonely Planet,  sin dudarlo. Aunque también pueden aparecer plazas comerciales y mercados. En México, específicamente en Oaxaca. Visitar los mercados es un placer, no hay lugar más dinámico y emblemático. Donde convergen todo tipo de personas, vienen de las comunidades más distantes a ofrecer sus mercancías. Y con ellos no sólo traen sus sabores y olores, también con ellos portan sus costumbres, su lengua, su manera de vivir. Ahí verdaderamente se realiza la Guelaguetza todos los días. En el caso de la Central de Abasto, podría sugerir que debe de estar en cada guía turística que se haga de Oaxaca. Es un lugar con diferentes matices, frases, sonidos, situaciones. Bien podría ser un cuadro surrealista, algo lleno de misterios, pero con una belleza particular. Es un lugar que debe de ser visitado y reconocido como la plaza comercial más grande de la ciudad. La Central de Abasto de Oaxaca se crea a principios de los años 70, el lugar se establece muy cerca del río Atoyac; antes, la periferia de la ciudad, ahora es casi parte del centro histórico. Caminando por la calle de Valerio Trujano llegas a la esquina del zócalo en 10 minutos. Según comentan algunos de los primeros comerciantes que se establecieron, nadie quería irse tan lejos, quién iba a ir a comprar hasta allá. Cosa impensable era tener un negocio en medio de la nada. Ahora, es uno de los lugares donde concurren miles de personas todos los días, es un lugar que nunca descansa, ni porque murió cristo en viernes santo, se permiten sentarse un momento. La mayoría de los productos que están en las casas de los oaxaqueños vienen de ahí. La mandarina que usted está saboreando en este momento, llegó muy de madrugada, fue descargada y acomodada en los pasillos. Después, los dueños de todos los restaurantes, de todos los hoteles y las tiendas de la ciudad, fueron a comprarla para que en este momento esté en su casa y en su menú del día. Usted puede visitar la Central de Abasto y encontrará de todo: frutas, flores, comida, panes de las diferentes regiones, miel, café, zapatos, bolsas, bisutería, mochilas, comida, muebles, cestos, huaraches, resorteras, carne, alebrijes, cobijas, corbatas, vestidos de quinceañeras, veladoras, vírgenes, mezcal, abarrotes, utensilios de cocina, ollas, tanques de gas, chocolate, ropa, e infinidad de cosas que necesita en su vida diaria. Alguna vez, por tomar el camión equivocado, llegué a la zona de bodegas, pasadas las 9 de la noche, cosa que en un momento, mientras me daba cuenta de mi error, tomaba con algo de angustia; pero cosa más acertada fue pasar por ahí. Descubrí un mundo vedado para muchos, una algarabía que sólo se ve en las fiestas patrias, si no recuerdo mal era jueves, y lo que se me quedó tatuado en la mente, fue ver las montañas de grandes mazorcas que se vendían, el ir y venir de cargadores, las taquerías, las frutas brillantes y frescas, me sentía como un niño en la feria más grande del mundo. Caminé con mucha calma, y lo primero que hice fue comprar un elote asado con queso, cosa más maravillosa no había probado; después decidí comprar algo de fruta, que dudaba si me alcanzaría con las pocas monedas que traía conmigo, pero fue tal mi sorpresa que llegué a casa cargado con la fruta y la verdura necesaria para la semana. El Mercado de Abasto(s) es un lugar, que a pesar de la falta de inversión gubernamental, (no sucede lo mismo con los lugares aledaños a Plaza Bella, Plaza del Valle, donde constantemente hacen mejoras viales y de ornamentación) sobrevive con mucho orgullo, a pesar de la llegada de grandes empresas transnacionales que con la mano en la bolsa intentan ganarle terreno en el plano comercial. Cosa que con la oferta y la demanda que es el pan de cada día de este mundo globalizado, podría llevar a la quiebra a los pequeños comerciantes. No sé si algún día podremos llegar a las grandes tiendas comerciales a pedir fiado, o a realizar un trueque. Cuando pienso en esto, me vienen a la mente las historias que mi madre me ha contado siempre. Ella dice que de niña la mandaban a cambiar huevos de rancho por café y azúcar al mercado, cosa que difícilmente podríamos hacer en estos días.

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