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Delfina Vázquez coce en el fuego dolores e historias

Lunes 14 de mayo, 2012.
05:40 pm
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Ernestina Gaytán Cruz/CIMAC Oaxaca, México.- “Creo en la igualdad (entre mujeres y hombres), creo que físicamente no tenemos la fuerza del varón, pero sí la fuerza espiritual. Adoro a los hombres, pero nuestra cultura ha creado una división entre nosotros donde los valores para las mujeres son menos”. Así se expresa Angélica Delfina Vázquez Cruz, conocida como la “ceramista del preciosismo”. Nacida en el municipio de Santa María Atzompa, Oaxaca, hace 53 años, Delfina elevó el trabajo en barro al nivel de un arte. Ganadora de los premios Nacional de Ciencias y Artes 2008, y a la Excelencia del Arte Popular 2009, por su trayectoria artesanal, Vázquez Cruz es creadora emérita del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (Fonca). “Creo mucho en la fuerza de la mujer; así lo siento porque en mi vida he llevado experiencias un poquito difíciles, pero satisfactorias que me han ayudado a aprender cosas de la vida. Ésa ha sido mi escuela: la vida”, remarca la artista. Delfina es delgada, menuda, de rasgos finos. A pesar del paso del tiempo, ella conserva rastros de esa belleza que conquistó el amor del oaxaqueño con el que se casó, y que después la despojaría de su casa, sus bienes, sus obras y casi le quita a sus hijos. Su hermosura oaxaqueña también enamoró a un extranjero que le causó envidias, rumores y agresiones de las mujeres de su comunidad. Delfina también padeció humillaciones, maltratos y vejaciones en casa de sus suegros, así como la pesada labor de ser madre de varias jornadas. MUJER FUERTE Ella encontró en el modelado del barro una forma de estar consigo misma, de expresar sus emociones y de recrear las leyendas que le contaba su abuela, con todos esos personajes que en su niñez le daban miedo. Sus obras empezaron a tener éxito y demanda, porque ya no eran macetas, comales, ollas, cazuelas o jarrones, sino piezas decorativas engalanadas por flores, aves, personajes con vestimenta y seres de la mitología prehispánica, elementos que hace convivir como en una representación teatral en la que siempre han sobresalido las mujeres fuertes. Con ayuda de amigos pintores empezó a levantarse, a obtener una mejor calidad de vida para ella y para sus hijos; inició su ascenso, conocieron sus obras en México y en el mundo. Ahora Delfina también promueve a los artesanos porque sabe que esta labor es muy pesada, difícil, poco conocida y menos valorada. Ella sabe lo que es recorrer el camino hasta las minas para extraer la tierra; conoce las vetas porque ha arriesgado su vida al entrar para escoger el mejor material, lo ha cargado en su espalda, lo ha combinado con agua, lo ha triturado en el metate, luego lo ha modelado, ha cuidado del fuego que lo cuece para que no se queme y salga bonito. EL BARRO Y LAS OAXAQUEÑAS El trabajo del barro en la comunidad de Santa María Atzompa es más de mujeres porque los hombres salen a trabajar. Como en tiempos antiguos, ellas se quedan para mantener el calor del hogar y en sus ratos libres crear desde la penumbra los implementos que después pueden vender o intercambiar. Es un oficio pesado. Las mujeres tienen los ojos rojos de tanto acercarse al fuego del horno; tienen reseca la piel de cara, brazos y piernas por el tiempo que pasan bajo el ardiente sol acarreando y mezclando el barro; desgastados los discos cervicales porque deben girar constantemente hacia el lado donde tienen el agua con que mojar la tierra, y al paso del tiempo las piernas encorvadas por las horas que pasan hincadas para trabajar. La hechura de las piezas se lleva a cabo en un cuarto especial, donde se encuentra la tierra seleccionada, el torno formado por dos platos, el petate donde se hincarán varias horas y el barro en sus presentaciones de polvo, mezclado, amasado, en piezas crudas y en piezas terminadas, listas para venderse. En el caso de Delfina el trabajo con el barro pasó de ser un medio de subsistencia a ser su espacio, y un instrumento para preservar y transmitir la riqueza cultural de su comunidad. “Vanidosamente lo presento ante el mundo porque he tenido la fortuna de viajar un poquito y siempre digo: ‘soy de México, de Oaxaca, de Santa María Atzompa, ése es mi orgullo”, relata. LA CREACIÓN Delfina cuenta cómo se inspira para hacer cada una de sus obras: “Para plasmar una nueva idea me cuesta trabajo, pero de pronto cuando camino en la ciudad y veo las paredes viejas o alzo la vista al cielo cuando hay nubes, las ideas llegan muy rápido o la misma gente provoca ese interés”. Abunda: “Hace muchos años recuerdo que llegué muy cansada al zócalo, destapé mi botella de agua, alcé la vista y vi a la señora que vende los ramitos de orquídeas. Luego vino un viento y graciosamente le voló la falda. Ese movimiento lo capturé en mi mente y corrí para plasmarlo en el barro”. La artista destaca que las historias que le contaban sus abuelos son el motivo de su obra. Así, Delfina ha recreado los cuentos clásicos oaxaqueños como “La Llorona”, “La Matlacíhuatl”, “El Chaneque”, y las leyendas sobre nahuales, hechiceras y brujos.
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