Sonia SIERRA/El Universal
Oaxaca.- ¿Desde cuándo conoces a Francisco Toledo?”, le preguntó alguna vez Rafael Barajas El Fisgón a Monsiváis, a lo que el escritor respondió: “Ni me acuerdo de cuando no lo conocía”.
Toledo y Monsiváis: amigos, creativos, delirantes, artistas, cómplices, conspiradores, admiradores de la cultura popular mexicana, activistas de la cultura y convencidos de que ésta podría cambiar la sociedad, tuvieron una relación de alrededor de medio siglo, una amistad que junto a entrañables conversaciones produjo obras donde uno y otro se “leían”, comunicaban, interpretaban.
Fue un vínculo único del que el público podrá ser testigo a partir de la exposición que este viernes 9 de noviembre abre en el Museo del Estanquillo Colecciones Carlos Monsiváis: Toledo-Monsiváis.
Son 268 piezas entre pinturas, dibujos, grabados, cajas, arte objeto, gouaches, tapices, postales, cartas, libros, revistas, collages, que permanecerán en exhibición hasta marzo. Es un homenaje a los dos, una crónica de una complicidad de esas que no son escasas en el ar- te, pero que sí es singular por el legado que queda de ella.
Crearon, sólo con Galería Arvil, como una docena de libros donde uno pintaba y el otro escribía, donde los dos por igual fabulaban; Toledo hacía series y a menudo “acuareleaba” los grabados de aquellas que le regalaba a Carlos; este es uno de los detalles que muestra la exposición, algo que no se ha exhibido hasta ahora. El pintor juchiteco, quien diseñó con la forma de un gato la urna donde están las cenizas del escritor, hizo retratos del Monsiváis que están también en la muestra; le envió postales, le firmó y dedicó libros. Monsiváis hacía de los dibujos del primero una lectura que, alguna vez, como en el caso de Nuevo catecismo para indios remisos derivó en literatura: es el único texto de fábula y ficción que se tiene de Carlos Monsiváis.
A cuatro manos
De su trabajo conjunto se crearon series que fueron libros o exposiciones, como las de Zoología fantástica, El cuento del conejo y el coyote, Libreta de apuntes , de Kafka, y el Nuevo catecismo... Lo que ahora muestra la exposición son los grabados que dieron origen a esos libros, muchos de ellos obsequiados por el pintor al escritor o en préstamo de la galería Arvil.
Figuran también obras con mucho humor, piezas de las series Lo que el viento a Juárez, que Toledo realizó entre los años 80 y 90, donde, como explicó Barajas, “Toledo pone a Juárez en situaciones inverosímiles: sobre un elefante al que le cortan la cabeza, manejando el trompo de México, rodeado por la muerte...”. El prólogo de este libro fue escrito también por Monsiváis. Juntos hicieron una historieta para la revista El Chahuistle “Según el sapo es la peinada”, de un sapo que llega a una peluquería para que lo rapen. Con la revista, se ven en la muestra dos imágenes originales de esta fábula. Figuran además sus colaboraciones sobre lucha libre, iconografía basada en la cultura popular zapoteca,
Tenían muchas coincidencias, dice El Fisgón en el recorrido:
“Los dos tenían una formación cultural clásica muy sólida y muy sólida también en lo que es la contracultura; se inscriben en la veta de artistas que eclosionan en los años 60; son profundos conocedores de la alta cultura y la cultura mexicana”. La muestra es curada por Barajas, y los directores de la Arvil, Armando Colina y Víctor Colina, quien dijo: “A Carlos lo conocemos hace 50 años; a Francisco, hace 48 años. Uno de los primeros trabajos que hicimos fue una libreta, Palabras, que eran poemas de Elisa Toledo. Se encontraban, les proponíamos el proyecto, se ponían de acuerdo, era como un matrimonio”.