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Arcelia Yañiz: maestra de la vida y del periodismo en Oaxaca

Lunes 28 de mayo, 2012.
02:40 pm
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Ernestina GAYTÁN/CIMAC Oaxaca, México.- Arcelia Yañiz fue la primera reportera y directora de un periódico en Oaxaca. Inició a los 16 años de edad; a los 21 dirigió el Oaxaca Gráfico y hoy, a sus 94 años, también puede contar la historia de su estado porque la ha vivido en primera fila. Ella es menuda, de mirada atenta y delgados labios rojos. Usa uñas largas del mismo tono, anillos grandes a juego con sus aretes y pulseras. Viste pantalón y saco siempre combinados que complementa con pañoletas o bufandas. Arcelia gusta de platicar, se emociona con los recuerdos, ríe traviesa y con tono amable habla de todo. “Fíjese usted…”, así inicia sus remembranzas que la llevan a sus inicios en el periodismo cuando era la única reportera que se distinguía en una ciudad de 50 mil habitantes, porque además era muy bonita –“así decían mis aspirantes”–, y con su figura delgada, muy blanca, ataviada con trajes de color verde, su ropa de batalla,  andaba de acá para allá. “Nunca usé coche ni camión, caminé mucho esta ciudad porque era muy chica, y el Palacio de los Poderes que estaba en el zócalo era mi fuente. Ahí hablaba con los campesinos que entraban a audiencias con el gobernador y cuando salían me platicaban los acuerdos”, cuenta. En su casi adolescencia no sabía que le encantaría la profesión. Lo hacía como forma de llegar a la literatura porque quería ser escritora al estilo del Siglo de Oro Español, y los contemporáneos como Miguel de Unamuno, Pío Baroja o José Ortega y Gasset, a quienes leyó en su niñez. “Aunque le voy a decir que a algunos ni los entendía”, confiesa mientras ríe como niña, y evoca con una lucidez y memoria precisa los pasajes de su vida que ha presenciado mucho de la historia de Oaxaca. Arcelia Yañiz no tenía límites en sus planes ni se cuestionó si podría realizarlos, sólo sabía que quería estudiar en la Universidad de Salamanca, donde leyó que se habían formado los autores que la cautivaron. Así le dijo al presidente Lázaro Cárdenas, a quien conoció en la entrevista que le valió su acceso al periódico La Opinión de Puebla, y estuvo a punto de cumplir su objetivo con el apoyo del mandatario, pero vino la Guerra Civil española y el rompimiento de relaciones con México. VIDA EN LIBERTAD En los años 30 en Oaxaca, Arcelia fue la única mujer que libremente deambulaba en un medio exclusivamente de hombres, y nadie la hizo menos ni la ensalzó o consideró. Era igual que sus compañeros, hasta en los motes. A su destacado colega Benito García le puso Benenito, y él la nombró a ella “Arsénico y encaje”, recuerda. Terminó la primaria cuando las escuelas comenzaban a ser mixtas; así que su formación fue autodidacta en su infancia en la casa de su tío sacerdote, y ya mayor tomó cursos de teatro –su otra gran pasión– en Bellas Artes con maestros como Salvador Novo y Héctor Azar. Fue libre desde niña en un tiempo y una sociedad donde las mujeres no estudiaban más que los primeros años, donde ya jovencitas no podían salir solas a la calle porque eran mal vistas, tampoco podían interesarse por el arte porque no podían enseñar ni el cuerpo vestido, y menos trabajar fuera de casa y ser independientes. Y lo fue porque no tenía quien la reprendiera. Su madre falleció cuando ella era una pequeña de cabellos rubios que pasaba mucho tiempo con su tía Rosaura, en esa tienda donde mordía las frutas y las ponía al revés para que no se notaran, o le daba lengüetazos chiquitos a los panes de dulce y solo causaba palabras comprensivas, quizá porque entendían su niñez solitaria. Tampoco tuvo un padre estricto porque al suyo lo conoció cuando ya era grande, cuando vestida de reina de los estudiantes, alguien se lo presentó y él sólo dijo “umm” sin verla. LABOR PERIODÍSTICA En Puebla, Arcelia se dio a conocer por sus reportajes y crónicas que ponían el dedo en la llaga en los problemas sociales. Luego regresó para dirigir El Oaxaqueño, desde donde cubrió la ceremonia en la Ciudad de México con la que se dio el derecho al voto a las mujeres en 1953, así como la conferencia en la que Alfonso Caso dio a conocer los tesoros de la tumba siete de Monte Albán. Mucho después, Yañiz también dio voz a las y los jóvenes oaxaqueños que se unieron al movimiento estudiantil de 1968. Y entre nota y nota, sobre todo en las policiacas hacía literatura. Inventaba el ambiente para darle interés. Una vez cuando redactó la nota, cuyos datos dejaba el recolector de información colgada en una hoja, donde se decía que unas mujeres se habían peleado y una le dijo a su enemiga “eres una bruja”, Arcelia le agregó que tomó su escoba y salió volando. Por supuesto que la aludida fue a reclamar al periódico y ella, inocente, le dijo: “Fíjese que el reportero ya se fue de la ciudad”. Actualmente Arcelia es directora de Bibliotecas del estado. Todos los días llega puntual a su trabajo muy arreglada, dispuesta a laborar como siempre. Del periodismo se acuerda porque “quien ha olido la tinta no lo puede dejar”, y está pendiente de las noticias y del internet que le asombra por la rapidez con que se puede informar de todo. Sin embargo ya no escribe ni lee porque tiene una lesión en los ojos, pero eso no la limita. Tiene suficiente con su memoria, con su plática interesante, con sus amistades y con su buen humor que la hacen una maestra de la vida.

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