Oaxaca, México.- Lo mismo en Indonesia o en China, que en el norte y sur de América, o bien, en Mesoamérica, la obsesión de las antiguas culturas por el tiempo dio lugar a complejos sistemas calendáricos que hoy en día siguen sorprendiendo a los especialistas. Procedentes de instituciones académicas de México, Estados Unidos, Perú, Brasil, España, Holanda y China, 25 expertos en estos temas se reúnen en el Museo Nacional de Antropología (MNA).
El Coloquio Internacional “Tiempo y complejidad. Calendarios del mundo”, inaugurado este martes y que se desarrollará hasta el 11 de octubre, tiene por objeto generar un estudio comparativo entre los sistemas de conteo usados por diferentes sociedades, inclusive hasta nuestros días.
Miguel Ángel Echegaray, secretario Técnico del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH-Conaculta); María Teresa Uriarte, Coordinadora de Difusión Cultural de la UNAM; y Mercedes de la Garza, investigadora de esta misma casa de estudios, presidieron el acto inaugural del encuentro en que se darán a conocer otras formas de entender y organizar el tiempo entre las sociedades antiguas, con el fin de entrar en un diálogo que enriquezca la comprensión sobre las mismas.
Las conferencias se dictan de 11:00 a 13:30 horas, y de 16:00 a 19:00 horas, y presentan datos obtenidos desde la arqueología, la etnografía, la historia, la epigrafía y la iconografía.
Antes de la aparición de la física, las matemáticas y la astronomía actuales —explicó Mercedes de la Garza—, “la preocupación por el tiempo se manifestó principalmente en las reflexiones filosóficas y las creencias religiosas, ¿qué buscaban?, entender el cambio, a través de explicaciones racionales, de sistematizaciones cronológicas, así como de mitos y ritos, con el fin de mitigar la inseguridad y el miedo al devenir inexorable y a la muerte.
“Esas antiguas concepciones del espacio-tiempo revelan la extraordinaria capacidad de observación, de intuición y de conocimiento de aquellos pueblos que, sin aparatos, sin tecnología, pero con una insólita capacidad matemática, lograron aprender y manejar el devenir”, puntualizó De la Garza.
Esos contextos culturales conforman las mesas del coloquio, en referencia a calendarios de Asia y el Pacífico; de los hemisferios norte y sur de América; mesoamericanos y mayas.
Las ponencias son dictadas por reconocidos investigadores, como Thérѐse de Vet, Wang Mingming, Yang Qingmei, Fred Damon, José Luis Pino Matos, Juan Pablo Villanueva Hidalgo, Johannes Neurath, James Enote, Sebastián van Doesburg, Laura Rodríguez Cano, Michel Oudijk, Emilliano Zolla y Federico Navarrete, entre otros.
En el segundo día del coloquio “Tiempo y complejidad”, este miércoles 10 de octubre, en lo que toca a la antigua Mesoamérica, se hará un recorrido por los calendarios zapoteco, mixteco y mixe (área oaxaqueña), además del mexica, uno de los más estudiados por la abundancia de fuentes.
Considerado uno de los sistemas de registro temporal más complejos, y debido a la gran cantidad de datos que se tienen para su estudio, el calendario maya será abordado desde los repertorios de Yucatán —con códices prehispánicos como los
Dresde y
Madrid, hasta almanaques coloniales—, y se hablará de la vigencia de la cuenta de 260 días entre los quichés.
Calendarios indígenas
Para la doctora Ana Guadalupe Díaz Álvarez, galardonada este año con el Premio de la Academia Mexicana de Ciencias por su tesis:
Las formas del tiempo; tradiciones cosmográficas en los calendarios indígenas
del México Central, varios de los análisis sobre éstos suelen aportar una visión limitada del sistema mesoamericano.
El calendario, dijo, puede utilizarse como una herramienta útil para la reconstrucción del pasado indígena, cuya aplicación atraviesa distintos ámbitos de la vida. Tal era su importancia, que en los mitos se menciona que la primera actividad del hombre fue su creación.
“Hasta el momento se ha considerado que las actividades agrícolas y bélicas (productividad económica) estaban regidas exclusivamente por el esquema de veintenas. Por su parte, el calendario ritual se ha concebido como un instrumento de carácter astrológico; la lectura de los destinos se realizaba a través del
tonalamatl, un libro que contiene la cuenta sagrada, del cual sobreviven algunos ejemplares.
“Por esta razón —añadió Díaz Álvarez—, y por su aparente disociación con el ciclo de 365 días, ha sido desplazado en los estudios, que en su gran mayoría buscan hacer conversiones del sistema mesoamericano al occidental para ubicar fechas en nuestro esquema lineal de la historia, esta conversión implica a veces la pérdida de información que puede resultar importante para la interpretación de los datos”.
De acuerdo con la especialista, los libros adivinatorios o
tonalamatl —como otros autores ya han señalado, no corresponden únicamente a días, sino a unidades calendáricas que pueden referir a días, años o periodos mayores, todos ellos viéndose afectados a través de su nombre bajo una lógica unificadora.
La investigadora concluyó que el sistema debe ser visto como una unidad, de forma que las distintas cuentas que lo conforman aportan diferentes capas de sentido, “al igual que una cebolla, pero sin disociarse, pues no son dos calendarios distintos como se ha entendido desde la Colonia”.