Como autor, editor, como académico y seguidor de luchas universitarias, José Emilio Pacheco ha labrado su propia ruta en la literatura universal, siendo reconocido con los principales galardones internacionales.
"Sin embargo, no me considero un clásico", afirma el autor de Las batallas en el desierto, quien sostiene que la fama es algo tan relativo en México, que más vale no pensar en ella.
"Había un hombre al que me encontraba a menudo en mi calle y me decía: ya leí por ahí que se ganó un premio vecinito, no supe a bien de que, pero lo felicito, también escuche por ahí que usted escribe, oiga yo también le hago a algo de eso, a ver cuando nos juntamos para leer nuestros cuentos. Eso es la fama en nuestro país", afirmó con humor Pacheco, hace unos años en el Palacio de Bellas Artes.
Con humildad, el escritor ha comentado que es alguien que todos los días sigue aprendiendo y que a menudo comprueba la sentencia de Miguel de Unamuno al decir que lo interesante no es lo que un escritor quiere decir, sino lo que dice sin querer.
Admirado por numerosos autores de su generación por uno de sus libros más leídos, Las batallas en el desierto, José Emilio Pacheco, afirmó alguna vez que a la vuelta de los años esta obra ha dejado de pertenecerle y la ha dejado ir como un barco de papel en el mar de conciencias de sus lectores.
"Fue un proyecto que inicié en 1978 y lo seguí trabajando en infinitas versiones con la esperanza de verlo publicado, cuando creí haberlo terminado, el manuscrito era demasiado breve para un libro y demasiado largo para una revista".
Recordó cuando en marzo de 1981, apareció la primera edición del libro con un hermoso diseño de Vicente Rojo, portada, dijo, que a través de los años, los cambios y los cataclismos ha mantenido la imagen velada de Rita Hayworth, quien es como imaginó al personaje de Mariana.
"Este libro surgió también de la idea de que los auténticos amores desdichados son los de los niños, porque no tienen ninguna esperanza, hay quienes le han atribuido siempre al libro cualidades autobiográficas, pero nada más alejado de ello, ya hubiera querido tener yo una niñez así, lo único que comparto fue el haber crecido en la colonia Roma".
No obstante, ha expresado que sobre este libro hay una sola cosa que rechaza abiertamente, el término noveleta, porque siempre le ha parecido despectivo.
"Esas son las que publicaba la muy respetable Corín Tellado ¿cómo podríamos llamar noveletas a Un corazón sencillo, La muerte de Iván Ilich o a Otra vuelta de tuerca, la literatura mexicana ha sido pródiga en novelas cortas, y en mi caso Las batallas en el desierto, se apartó de mi para siempre y cobró una existencia propia e independiente".
Para muchos, la obra se encuentra grabada en subconsciente de los mexicanos, habiéndose realizado con sus párrafos la película de Alberto Isaac con guión de Vicente Leñero, hasta una canción de Café Tacvba. "La historia se ha transmitido de un lector a otro y supongo que su resonancia se debe en primer término a los maestros que la adoptaron para sus clases. Nunca me imaginé lo que ocurriría con este libro.
El destino de un escritor es impredecible, la única predicción que siempre se cumple es que lo que va a pasar… es lo que menos nos esperamos".
Poco antes de su muerte, el escritor Arturo Azuela calificó a José Emilio Pacheco como un autor que ha sido adoptado como pilar de la conciencia e identidad literaria de nuestro pueblo.
"En sus libros nos reconocemos, avistamos de mil formas diferentes nuestros rostros, sus textos son una visita a esos buenos tiempos de la niñez, de la juventud apasionada, de la adultez clarificada, también imponen reflexiones insoslayables, representan la lucidez de un hombre que ha visto en México su principal fuente y abrevadero de universos".
A su vez, el escritor Vicente Quirarte, ha definido a Pacheco como ese auténtico hombre de letras que ha dedicado su vida a construir una obra de honestidad.
"Es una autor indefinible, porque su obra conjuga sencillez, claridad, pasión y cuyo acercamiento con los lectores de manera jovial y generosa, lo ha hecho a menudo perder su apellido, siendo nombrado por la mayoría como un amigo, Jose Emilio, a secas".
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