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Ganar un premio no garantiza la vida, dice Cristina Pacheco

Jueves 16 de febrero, 2012.
08:03 pm
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Oaxaca, México.- La escritora y periodista Cristina Pacheco (Guanajuato, 1941) recibió con mucho entusiasmo la noticia de ser la ganadora de la primera edición del Premio Rosario Castellanos a la Trayectoria Cultural de la Mujer, pero de inmediato señala: la vida sigue igual, hay que trabajar. En charla con La Jornada, siempre con bolígrafo en mano, herramienta sin la cual no da un paso fuera de casa, explica: sacarse un premio no garantiza la vida. Hace días me avisaron que gané, pero mañana tengo un compromiso y si sale mal mi entrevista no importa que haya sido el galardón más importante del mundo, tengo una responsabilidad y el premio no me defiende ni me protege de nada, mucho menos me facilita el trabajo. Sus palabras se llenan de pasión al describir su motor cotidiano: Siento tal avidez al pensar en todo lo que puedo hacer, que escribir un solo artículo, hacer un solo programa o un solo cuento a la semana no me alcanza. El día que no sienta esa curiosidad ya no haré nada, pues lo peor que puede haber en la vida es hacer algo que no quieres. ¡Ese entusiasmo es único!, es un aura que hay en las cosas, manifiesta la colaboradora de La Jornada. Diálogo cultural de varias décadas De acuerdo con el acta del jurado –presidido por María Novaro, e integrado por Diamela Eltit, Amelia Valcárcel, Gloria Dubner y Rosaura Ruiz–, Cristina Pacheco ganó el Premio Rosario Castellanos por su extraordinaria trayectoria en el periodismo, la literatura y la comunicación audiovisual, por su diálogo cultural vivo, mantenido a lo largo de varias décadas, dando voz con dignidad y respeto a personas de los más diversos ámbitos sociales. Se trata, añade el documento, de rendir homenaje a quien ha hecho visible lo invisible, contribuyendo al avance de la democracia, la pluralidad y la equidad en México. Cristina, quien desde la fundación de este diario nunca ha dejado de publicar cada domingo su Mar de Historias –con excepción de uno que otro 25 de diciembre o 1º de enero, días en los que no se publica el periódico–, considera que este galardón me reúne con Rosario Castellanos, es un rencuentro significativo en esta etapa de mi vida por todos los proyectos que tengo, es una cita cumplida. Pacheco conoció a la autora de Mujer que sabe latín en el ya legendario piso 10 de la Rectoría de la Universidad Nacional Autónoma de México, donde se ubicaba la Coordinación de Difusión Cultural. Cristina era una joven estudiante de la Facultad de Filosofía y Letras, pero también era secretaria en aquella dependencia y debía transcribir las colaboraciones de los escritores que publicaban en la Revista de la Universidad de México.
Rosario Castellanos, narra la periodista, “con frecuencia subía a pedir un cafecito cuando hacía frío, frotándose las manos. Lo que más recuerdo son sus ojos, las cejas, impresionantes. Eran dos ventanas al mundo enormes y cuando se reía, dos cascadas. En su mirada se reflejaba inteligencia, una malicia tremenda, una picardía grandísima. “Un día me contó: ‘fíjate que las personas creen que porque uno escribe lo sabe todo; se me acercaron unas muchachas y me preguntaron: maestra Castellanos, ¿cómo se dice: feminidad o femineidad?, y yo les dije, muchachas, de ambas formas suele y puede decirse. Yo no sabía realmente’, y soltó la carcajada. Era una mujer sabia, pero se daba el lujo de reconocer sus propios errores, de burlarse de sí misma; era encantadora. Después la entrevisté en su casa acerca de la escritura y la soledad del escritor. Me hubiera gustado hacerle una entrevista más larga, ya no pude hacerlo, pero me quedo con sus libros. Para Cristina Pacheco, quien desde muy pequeña supo que lo suyo eran las letras, no existe un abismo entre el mundo literario y el periodismo: son complementarios, no veo ninguna dificultad en ir de uno a otro o viceversa, y considera otro elemento para enriquecerlos la poesía, la cual, detalla, es como la felicidad: no es un estado permanente, son chispazos de bienestar. Entrega en marzo Cristina Pacheco sale de la librería El Péndulo, donde se realizó la entrevista, y no son pocas las personas que se le acercan, la saludan con confianza, como si fuera una amiga de toda la vida: Leí que le dieron un premio, muchas felicidades, le dice una señora a media calle. La periodista agradece, responde el saludo, le pregunta, ¿cómo está usted? La mujer sonríe: muy bien, gracias, cuídese, y continúa su camino.  “La mejor cosecha de tantos años de trabajo es sentir que las personas están cerca, que se entusiasman con lo que hago y son sinceras cuando se me acercan y me dicen ‘esto me gustó mucho’ o ‘esto menos’, ‘me gustaría que hiciera tal cosa’. Lo tomo muy en cuenta pues, sobre todo, son puntos de vista nuevos, acerca de cosas en las que nunca había pensado, son sugerencias muy valiosas”, concluye. El Premio Rosario Castellanos está dotado con 100 mil dólares, diploma, una escultura de Yvonne Domenge y la publicación del discurso de aceptación. El galardón se entregará en el contexto del segundo Congreso Internacional La experiencia intelectual de las mujeres en el siglo XXI, que se realizará en el Palacio de Bellas Artes del 4 al 9 de marzo próximo.
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