Sergio BURSTEIN
Oaxaca, México.- No es una extraña en estos predios; a lo largo de los últimos años, se ha presentado en escenarios angelinos de los más diversos, desde la popular e informal fiesta por el Día de los Muertos que se realiza anualmente en el cementerio Hollywood Forever hasta el elegante Walt Disney Concert Hall ubicado en el centro de la ciudad.
Pero el concierto completamente lleno que ofreció el sábado pasado en el Teatro Wiltern dejó muy en claro que la audiencia local no se ha cansado de ella.
Por supuesto, Lila Downs tiene todo lo necesario como para meterse en el bolsillo a su público, que en este caso resultó evidentemente mexicano en mayoría numérica, pero que incluyó también a asistentes de aspecto anglosajón, como producto no sólo del contrato de distribución que ha establecido la artista desde hace más de una década con sellos discográficos estadounidenses (primero Narada y ahora Sony, que ha lanzado su más reciente trabajo, “Pecados y milagros”), sino también de su propio mestizaje, relacionado tanto al hecho de ser hija de una indígena mixteca y un profesor de arte británico-americano como a la vibrante fusión musical que practica.
Además de todas estas circunstancias, Downs posee una voz realmente espectacular, por lo que escucharla cantar la pieza que sea resulta un auténtico placer. Y su repertorio no es precisamente intrascendente, ya que sus composiciones y sus recreaciones de temas del folklore, orquestadas en comparsa con el anglosajón Paul Cohen (quien además de ser su esposo toca el saxofón en su banda), llaman la atención por cuenta propia.
La velada del fin de semana le sirvió para presentar su nuevo álbum, “Pecados y milagros”, que incluye hasta ocho versiones de piezas tradicionales mexicanas. De ese modo, en el transcurso del concierto, la dama (que lleva siempre atuendos destinados a rendirle tributo a las culturas indígenas de su país) entonó varias canciones populares que se encuentran en el disco, empezando por “Tu cárcel”, de Los Bukis, que es originalmente un pop, pero que ella llena de referencias rancheras; “Cucurrucucú paloma”, que le dio suelta al poderío de su garganta y la llevó incluso a imitar los sonidos de los pajarillos; y “Cruz de olvido”, que asumió tonalidades acústicas para permitirle intensificar la emoción interpretativa.
En realidad, el show estuvo dedicado mayormente al reciente álbum, lo que demuestra que Downs no se interesa en vivir del pasado, sino en dar a conocer de manera permanente sus nuevas aventuras musicales. “Pecados y milagros” no es únicamente un trabajo de adaptaciones, por lo que se escucharon también en el Wiltern cortes propios como “Mezcalito”(de raigambre oaxaqueña), “Zapata se queda” (con pinceladas de reggae, cumbia y hip-hop), “Solamente un día” (guiado por la bachata) y “La reina del inframundo” (una acertada simbiosis de narcocorrido y klezmer europeo).
Lo recién dicho puede llevar a pensar que lo que ella hace es una combinación excesiva de sabores y de sazones; pero Lila tiene la suficiente experiencia e inteligencia -y sabe rodearse siempre del personal adecuado- como para que sus mezclas resulten tan razonables como suculentas. Acompañada por una banda en la que circulan instrumentos como la batería, la guitarra eléctrica, el arpa, el acordeón, el clarinete, los trombones y los requintos, ofrece siempre espectáculos en los que la diversidad viene de la mano con la destreza, y en los que los ‘covers’ dejan realmente de serlo debido al aire completamente original que adquieren.
No todo provino del último disco; aunque faltaron varios temas conocidos, incluyendo todos los que son en inglés, hubo espacio para “El corrido de Tacha la Teibolera” (en polkerísima rendición), “Naila” (una composición que nosotros conocimos como Nueva Ola, pero que parece tener origen oaxaqueño y que Downs interpretó al calor del bolero) y, por supuesto, “La llorona”, un afamado son istmeño, que ha encontrado el refugio perfecto en la garganta de esta fantástica artista.
Pese a lo glorioso de la música, hubo algo que no nos convenció, y fue el hecho de que los organizadores del evento decidieran colocar asientos en los espacios que normalmente se encuentran desprovistos de ellos. Esto hizo que los asistentes tuvieran que apreciar la mayoría del show sentados y apretados, lo que resulta una contradicción con el espíritu alegre, festivo y bailable de muchas de las piezas que nos ofrece la gran Lila. Y es que muchos se quedaron con las ganas de mover el esqueleto…