Oaxaca, México.- La palabra multifacético ha sido durante décadas la que ha distinguido mejor a Vicente Leñero, quien en muchas ocasiones ha afirmado que para él la creación literaria es una sola y los géneros como la novela, el cuento, el guión de cine o la obra de teatro, una serie de casilleros a los que se entrega de acuerdo al humor con que amanezca.
Nacido un 9 de junio de 1933 en Guadalajara, Jalisco, Vicente Leñero llega a los 79 años con ese distintivo de autor multidimensional que a lo largo de muchas décadas ha enriquecido con su obra el panorama cultural de México y Latinoamérica.
Entregado durante más de la mitad de su vida a la creación periodística y literaria, los quehaceres académicos y la difusión de la cultura, Leñero nos ha obsequiado obras de cuento, novela y teatro como
Los Albañiles,
Redil de Ovejas,
El Evangelio de Lucas Gavilán o
Pueblo Rechazado con las que ha construido una lente propia para comprender a México a través de sus idiosincrasias, sus pasiones mas íntimas y sus luchas sociales.
Sin embargo, para Leñero, es el teatro el territorio donde se funden todos los géneros literarios, todas las investigaciones periodísticas y todos esos personajes sacados de la realidad, por ello coincide con Rodolfo Usigli cuando utilizó la palabra “pieza” para remplazar a la palabra “drama”, de la que se derivó el término dramaturgia.
Desde hace unos años celebra que hoy esta palabra la utilicen la mayoría de esos autores afanados por clasificarlo todo, y que en lugar de anotar “Drama en dos actos” u “Obra en dos actos”, escriben simplemente pieza.
“En términos lingüísticos también se producen confusiones con la palabra teatro debido a las múltiples acepciones que van desde el edificio destinado a albergar obras dramáticas, pasando por la práctica del arte de representar montajes dramáticos, hasta literatura dramática”.
Es precisamente en el territorio del teatro, donde Leñero ha obsequiado desde 1968 a la fecha, joyas como
Pueblo rechazado,
Compañero,
La carpa,
Los hijos de Sánchez,
El juicio,
La mudanza,
Alicia tal vez,
El martirio de Morelos,
La visita del ángel,
Pelearán diez rounds,
Jesucristo Gómez,
Nadie sabe nada,
El infierno y La
noche de Hernán Cortés, entre otras obras donde la historia, la denuncia y el análisis de del universo mexicano encuentran siempre puntos de conexión.
Leñero ha dicho que el teatro como escritura literaria merece ser valorado, pese al recelo con el que suele ser recibido, sobre todo por los editores, quienes suelen rechazar un libro con obras dramáticas diciendo sencillamente: el teatro no se vende.
“Las obras dramatúrgicas están orientadas desde su concepción a su representación en un foro, sin lo cual no se cumplen cabalmente, pero pocos se detienen a pensar que estas existen antes como literatura y precisamente como literatura de peculiar gramática las aprecia y desprecia el editor en potencia”.
Leñero está convencido de que las obras dramáticas representa la oportunidad para que el público potencial realice su propia puesta en escena con su imaginación, al igual que posteriormente un director escénico a leerlas realizará la aventura de magnificarlas o la desventura de malinterpretarlas.
“Lamentablemente esto último sucede con demasiada frecuencia. En esta línea de pensamiento puede decirse que conocemos la dramaturgia de Shakespeare, pero no el teatro de Shakespeare; la dramaturgia de Ibsen, pero no por desgracia las obras de Ibsen, ni tampoco de los griegos, ni de los autores del Siglo de Oro”.
En este sentido, el autor ha lamentado que aunque la arqueología teatral y los estudios antropológicos se esfuerzan por hacernos avizorar cómo se llevaban a cabo las obras del pasado, resulta imposible percibirlas en toda la complejidad impuesta por las técnicas actorales y escénicas de los tiempos pretéritos.
"Imposible saber también con precisión cómo estas técnicas condicionaban también la escritura de los dramaturgos de entonces, conocemos sus obras, pero no lo que se hizo con ellas en un foro. La dramaturgia es perdurable, el teatro es efímero”.
El actor Ignacio López Tarso, gran amigo de Vicente Leñero, ha comentado que este autor, dentro de sus numerosas facetas, ha logrado imponer en el teatro su sello más característico, mostrando sus intereses sociales y existenciales en la escena a lo largo de las décadas.
López Tarso recordó cuando hace unas décadas, junto con Ignacio Retes, vivieron el montaje de
Los Albañiles en los teatros de la Unidad Tlatelolco, donde el texto de Leñero tuvo tal éxito que pronto se convirtió en película.
“El Oso de Plata me lo dieron en Berlín por mi interpretación de Don Jesús, el personaje central de
Los Albañiles. Siempre tendré la más alta opinión de Vicente Leñero como escritor, como ser humano, como amigo, como hombre de Letras. Escribe en todas las formas y estilos y cuanto hace, lo hace muy bien”
Y agregó: “La estima que le tengo me hace recomendar siempre la lectura de su obra, sobre todo a los jóvenes. La mía es una recomendación muy modesta, muy humilde, pero eso sí, muy bien fundamentada por los años que he dedicado a la lectura de un escritor que como Vicente nos ha aportado tanto a los mexicanos”.