Soledad JARQUÍN EDGAR
Oaxaca, México.- Yésica Sánchez Maya, alumna siempre destacada, se empeñó en no ser una abogada común. Sin titubeos sostiene que la vida la llevó al feminismo. Su principal referente es su madre Rosalía, una mujer muy fuerte que marcó su hacer, su pensamiento y su vivir.
En 2003, siendo demasiado joven asumió la responsabilidad de dirigir la Liga Mexicana para la Defensa de los Derechos Humanos-Oaxaca, cargo que dejaban dos mujeres comprometidas y tenaces, dice al referirse a Angélica Ayala y a Aline Castellanos. Ahí se topó con las diferencias y desigualdades generadas por el poder desmedido, sin embargo, fue hasta 2005 cuando entró de lleno a observar la condición social de las mujeres como parte del Colectivo Huaxyacac, que ese entonces elaboraba una agenda feminista que sería propuesta a los candidatos al gobierno estatal.
En las reuniones se discutía el tema y ella apuraba el paso estudiando, leyendo e informándose de la condición social de las mujeres, sus luchas, reivindicaciones y procesos. Sus compañeras de trayecto fueron Melina Hernández Sosa y Edita López Alavés. Después Melina se fue a estudiar a España y Edita trabajó en las comunidades. Pero no se quedó sola, dice que aprendió de otras mujeres que la “acompañaron”, entre ellas, Martha Aparicio, Ana María Hernández y Margarita Dalton y sus antecesoras en la LIMEDDH.
Yésica Sánchez Maya afirma que fue entonces cuando se dio cuenta que ser feminista era una posición que iba con ella, “me sentí identificada, mirar que había mucho que hacer desde las mujeres para mujeres”. En ese momento se rompe su visión del mundo. Espejearse, apunta, la lleva a revisar su existencia, su relación de pareja, la historia de su vida y también a reconocer el esfuerzo de su madre. Debía ser congruente, esa especie de pacto que se hace en lo personal entre el ser mujer y el ser feminista.
El aprendizaje fue silencioso, durante dos años casi no habló del tema, solo escuchó a las otras y se preparó, pero sobre todo reflexionó.
Abogada feminista
El proceso de transformación de Yésica Sánchez Maya también la hace mirar al Derecho desde la perspectiva de género o la ciencia del feminismo. Entre otras cosas puede ver que la impartición de justicia es desigual y está cargada por la visión patriarcal de agentes del Ministerio Público, jueces y otros servidores públicos; deficiencias y fallas marcadas por la cultura machista y se preguntaba ¿por qué en la facultad nunca nos dijeron que la ley no era pareja para todos y todas? “La igualdad sustantiva la encuentro mucho después y me hago una abogada con perspectiva de género”, afirma.
“Cuando escucho a mis alumnas digo así pensaba antes y lo que creo es que hay que trabajar para cambiar la forma de litigar para las mujeres” y eso -sostiene más adelante- es una transformación de abogado a abogada, de defensor a defensora, “una mutación”. Mientras para ellos dos más dos son cuatro, para las mujeres dos más dos pueden ser cinco.
La transformación tiene costos, tú qué dejaste en ese camino le pregunto, y ella responde que dejó lo que pensaba que era el amor de su vida y descubre que si no hubiera mirado la vida con sus nuevos ojos tal vez estaría en el mismo lugar. Pero asegura que se dio cuenta que lo que vivía no era normal, “me empecé a cuestionar si quería que controlaran mi vida o que decidieran sobre lo que yo deseaba y decido romper una relación machista, donde mi rol era vivir sufrida, abnegada, dadora y eso no era lo que quería, porque la vida se volvió una carga y aunque fue una pérdida no lo vivo como tal, sino como algo que me ayudó a crecer. Cada quien está cuando tiene que estar y se va cuando tiene que irse, así lo viví”.
Asegura que la transformación le permitió recurarse a sí misma, volvió la Yésica de los retos, dispuesta a descubrir nuevos horizontes, disfruta su cambio que la renueva y la llena de energía.
Lo cierto es que cuando Yésica Sánchez Maya hace el recuento, realmente entiende que necesitaba esa energía, su trabajo como defensora de derechos humanos la llevó por un camino de mucho dolor, que vive de cerca con la tortura, la desaparición forzada de mujeres y hombres que buscaban la justicia social, señala al referirse al movimiento social-magisterial de 2006.
De pronto se descubre diferente, atrás quedó la Yésica que asumió el cargo de directora de LIMEDDH con mucho miedo porque no sabía qué hacer frente a prensa o que tenía que sobreponerse para que la gente que pedía la intervención de la organización creyera en ella porque su juventud les hacía desconfiar. Ganó confianza y el aprecio de informadores que la orientaron o aconsejaron en una relación sin ningún tipo de compromisos.
Hoy, en Consorcio para el Diálogo Parlamentario y la Equidad de Oaxaca, Yésica Sánchez Maya se observa más sistemática, metódica, analítica y con una estrategia definida.
2006, el año que la templó
Con una sonrisa en los labios, Yésica Sánchez Maya recuerda que en 2010 el presidente municipal (José Antonio Hernández Fraguas) y regidores priistas se opusieron para que ella recibiera el nombramiento de Ciudadana Distinguida, votaron en su contra porque en 2006 había dicho que Ulises Ruiz era un asesino.
Sin embargo, siente una enorme satisfacción por lo que hizo en aquel año, cuando las circunstancias sociales y la violencia institucional le templaron el carácter. Nunca se fue, nunca corrió, nunca se escondió a pesar de vivir amenazas de muerte en al menos dos ocasiones, órdenes de aprehensión en su contra, persecución o que la difamaran.
El resultado del trabajo realizado por Sánchez Maya en aquel año políticamente difícil, fue defender los derechos humanos de unas 200 personas, muchas de ellas mujeres, incluso frente a organismos internacionales.
Le pido que haga un recuento de algunas de las acciones que la han marcado como defensora de derechos humanos, su mirada cambia, se sustrae por un instante, suspira, sus enormes ojos se abren, su memoria se agolpan frente a las vivencias.
Recuerda a la mujer de Yucutindoo que fue amarrada por las autoridades en 2004, se interpuso una queja y el entonces presidente de la Comisión Estatal de Derechos Humanos, Sergio Segreste, dijo que no hubo tortura. Otro caso emblemático fue la desaparición de Verónica Zárate, donde probó el ejercicio de la violencia institucional y la ejecutada por la pareja de la víctima. Por supuesto, habla de la desaparición de Daniela y Virginia Ortiz Ramírez, mujeres pertenecientes a la étnica triqui que en 2007 solicitaron su apoyo. El caso aún no se resuelve.
Tras una breve pausa sostiene que una de las experiencias que más la han marcado es el de los eperristas desparecidos Edmundo Reyes y Gabriel Cruz, porque pudo palpar el dolor de las mujeres de esas familias, ante quienes debía explicar la falta de acción del Estado. Yésica no se lo propone pero se convierte en un muro de contención para las mujeres de esas familias que viven la pérdida de sus seres queridos, que no tiene respuestas certeras ante lo que pasó y que siguen preguntando ¿dónde están? Con ellas, vive la muerte de otros integrntes de esas familias, “con ellos se va muriendo la esperanza en la justicia”.
Del 2006, recuerda a las gaseadas, a las que sufrieron acoso sexual por parte de elementos de la Policía Federal Preventiva y a las mujeres que fueron llevadas presas a Nayarit, su relación con las esposas, las hijas, las madres de líderes del movimiento que también demandaron justicia. En total, en aquel año, fueron como 50 mujeres a las que defendió, años más tarde le pasarían la factura no sólo porque le negaron un reconocimiento municipal, sino porque sufrió en carne viva persecución y también la imposibilidad de dirigir la Defensoría de los Derechos Humanos del Pueblo de Oaxaca.
La vida de Yésica Sánchez Maya tras aquel año, sólo tuvo un resultado: cría fama y échate a dormir, porque entonces aparecieron otras mujeres, las que sufrían violencia por parte de sus parejas, generalmente funcionarios, pero también le entró a defenderlas.
En la actualidad tiene una vida menos azarosa, sin embargo, sigue acompañando casos de violación a los derechos humanos de las mujeres, facilitando el andar –dice ella-, trazando la ruta de la defensoría para saber por dónde entrarle, dejando muchas veces de lado sus afectos y prioridades familiares.
Su objetivo es que más abogadas puedan hacer ese trabajo, pero que lo hagan con los “lentes de género bien puestos”. Por eso se empeña en la formación de asesoras jurídicas comunitarias, que no sólo dependan de la abogacía formal, son mujeres líderes que saben leer y escribir, que defiendan o apoyen a otras mujeres con conocimientos básicos del derecho y que entienden que atender los casos de violencia las coloca en cierto nivel de riesgo.
La conversación periodística tiene cierta intensidad, es la pasión con que la entrevistada desarrolla su vida personal y profesional, es “un remolino” que le da energía, como afirma Yésica Sánchez Maya, quien sostiene que el trabajo desarrollado en los últimos años la deja llena de satisfacción y arrastra por otro lado la frustración y el dolor que deja la impunidad.
La factura
Sánchez Maya explica que una defensora es defensora siempre en cualquier sexenio. El problema es que la gente se siente amenazada, sin dar oportunidad de escucharte para saber qué propones, te estigmatizan, dice en relación con su participación como candidata a dirigir la DDHHPO, sin embargo, apunta que el miedo es que se diga la verdad y eso se ve como una amenaza permanente. Es mejor que la DDHHPO no funcione. Cita la opinión que dio la legisladora del PAN, Marlene Aldeco, quien manifestó que no había votado por ella “porque era una radical y podía polarizar las cosas”. Esto lo demuestra, indica con toda serenidad y añade que sí fue muy triste no ser electa, de todos modos “seguiré siendo defensora de los derechos humanos” y confirmo cómo se toman las decisiones en Oaxaca.
Esta experiencia, agrega la entrevistada, le permitió darse cuenta de la red de solidaridad que hay a su alrededor, amigos, gente cercana, gente que reconoce su trabajo, gente que estuvo pendiente de ella en todo momento a través de llamadas y correos electrónicos, sus compañeras de trabajo y de otras organizaciones sociales llenos de expectativas a los que no podía defraudar y está segura que no lo hizo.
Nacida en 1977, Yésica Sánchez Maya planea seguir por mucho tiempo en la defensoría de los derechos humanos desde la sociedad civil, incluso se prepara en litigio estratégico internacional y genera estrategias diferencias, de autocuidado.
Afirma que se siente empoderada gracias a sus logros profesionales, los que comparte con su grupo de trabajo y con redes de defensoras de derechos humanos, que como ella, creen en la posibilidad de un mundo mejor y le entusiasma cuando jóvenes estudiantes llegan a Consorcio-Oaxaca porque les recomendaron que ella sea su guía y cree en la posibilidad de que esa nueva generación de mujeres va a consolidar la brecha que ahora está abriendo, porque tendrán nuevas y mejores herramientas. Se nota orgullosa cuando relata que recientemente una de las jóvenes sensibilizadas de apenas 18 años, redactó la primera acta de violencia en su comunidad y las autoridades aceptaron porque empiezan a reconocer que es derecho humano de las mujeres a vivir sin violencia.
Más allá de todo, Yésica Sánchez Maya se sabe una testiga de la historia reciente de Oaxaca, reconoce la oportunidad de mirar con otros ojos, otros oídos y de vivir las cosas desde una perspectiva diferente, la perspectiva de género, su perspectiva de defensora de derechos humanos feminista.