Ciudadania Express
Lunes 08 de octubre, 2012. 08:38 am

A los amantes, estacionados en su viaje estelar, les queda mirarse: Efraín Bartolomé

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Oaxaca, México.- Tocar, paladear y hacer propia esa delgada línea que existe entre la parte espiritual del hombre, aquella que lo potencia lejos del caos terrenal, y el conocimiento del amor, el amar, el ser amado, son unos de los principales propósitos del poemario El son y el viento de Efraín Bartolomé. Con su característico estilo que hace partícipes a sus escuchas de la multidimensionalidad de los poemas, que lo mismo adquieren cualidades sensitivas, orgánicas, pasionales, pero sobre todo arquetípicas, el autor estuvo acompañado en la sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes por Patricia Vega y Francisca Noguerol, además de decenas de admiradores de su obra, considerada entre las más difundidas de la poesía mexicana. El autor dejó en claro que en su búsqueda poética este libro representa un parteaguas hacia cuestiones más físicas y hacia la captura de respuestas de aquello que hace a los amantes deletrearse y estacionarse el uno en el otro en ese “viaje estelar”, donde, según sus palabras, sólo les queda mirarse, mirarse, mirarse. Bartolomé afirmó que para él la lengua castellana es sagrada, pero la poesía es la excelsitud misma, porque se trata de tender un puente espiritual entre la emoción que experimenta el poeta al escribir su obra y la emoción del lector después de leerla. “Se trata de un puente precioso de palabras, en donde la magia almacenada de todo lo que he leído y vivido explota, porque deben de saber que a mí aún se me llenan los ojos de lágrimas al leer la Iliada, escrita hace más de tres mil años”. Asimismo, Bartolomé mencionó que este libro, publicado por Ediciones Monte Carmelo, está dedicado en una buena parte a su esposa y a la manera como la intimidad, después de 25 años de vida en común, puede ser la principal descifradora de respuestas sobre la universalidad del amor, para invitarlo a escribir estrofas como: Se amaban / sí, se amaban / se deletreaban / la razón los llevaba al espanto, la imaginación al pasmo, la sensación al deleite, la acción al cansancio, la percepción al asombro / el amor al ser / y ahí se estacionaban en su viaje estelar… “Es un libro que transita por tres niveles identificados como El son, Quebrar el son y Volver al son”, explicó Bartolomé, quien se refirió a ese proceso casi metafísico que experimenta el ser humano, primero en el enamoramiento luminoso que borra con sus contraluces otras verdades, para después sufrir fracturas dolorosas, como la que él mismo vivió en su juventud cuando perdió a una mujer amada. “Pero al igual que en las canciones, que en la música, el silencio sólo es una transición y las notas regresan trayendo nuevamente el amor y la esperanza, ese es precisamente el regreso, el volver del son”. Patricia Vega afirmó que, como periodista que ha entrevistado en numerosas ocasiones a Efraín Bartolomé, ha comprobado que es uno de los mejores exponentes de la generación de autores nacida en la década de 1950, definiendo a su obra como peligrosa, por ser adictiva, además de robar el alma de los lectores. Destacó también la capacidad de Efraín Bartolomé para ofrecer al lector universos poéticos cargados de coincidencias de vida, poniendo a menudo en palabras aquello que la mayoría deseamos expresar. Por su parte, Francisca Nogerol se refirió a la riqueza de imágenes y significados que se desbordan de los poemarios que Bartolomé ha obsequiado a sus lectores a lo largo de tres décadas, siendo un referente indispensable cuando se habla de poesía mexicana. Confesó haber sentido un gran orgullo cuando en una importante reunión de poetas, realizada en España, surgió el nombre de Efraín Bartolomé y todos los autores eran conocedores de su obra y la discutían con gran fluidez. Con numerosos admiradores de su obra, que no dejaron un sólo asiento vacío en la sala Manuel M. Ponce, algunos incluso cargando viejas ediciones de libros, como el emblemático Ojo de jaguar, con la esperanza de que fueran autografiados, Bartolomé agradeció a amigos, cómplices y a quienes han respaldado la publicación de 11 libros en los que ha dejado testimonio de “su paso por esta tierra”.  
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