Jesús Rito García
Oaxaca, México.- Corría el año de 1995 cuando en la Ciudad de México los empresarios y miembros de las familias mejor posicionadas en este país se encontraban aterrorizados por un grupo delictivo que se encargaba de secuestrar a estas personas de alto nivel socioeconómico, por quienes pedían fuertes cantidades de dinero utilizando una singular manera de operar.
El grupo de delincuentes era liderado por uno de los personajes más peligrosos de ese entonces, por lo que los secuestros se llevaban a cabo de manera violenta y una de las principales formas de intimidación hacia los familiares de los secuestrados era el hecho de que el líder de este grupo gustaba de mutilar a las secuestrados para que su familia juntara lo más pronto posible el dinero que pedían como rescate.
Daniel Arizmendi López, mejor conocido como “El Mochaorejas”, por la costumbre que tenía de cortarle las orejas a sus víctimas, esto para presionar a los familiares y pagaran grandes cantidades para que no le hicieran daño a los secuestrados, fue por fin aprendido por la Policía Judicial del Estado de México en el año de 1998, el cual después de ser procesado se le dictó una sentencia de 50 años de prisión.
Han pasado catorce años desde que el “Mochaorejas” fue capturado. Y parece que habláramos de hace un siglo, que las atrocidades a las que podía llegar un ser humano a finales del siglo XX, entrando al siglo XXI ya no sucederían, porque estamos en un punto donde la civilización ha creado mil cosas para establecer el orden social. Las ramas de las ciencias sociales han estudiado minuciosamente cada parte de nuestra sociedad, existen estudios sobre estudios, análisis sesudos sobre el comportamiento humano. Incluso se han creado nuevas ciencias para estudiar específicamente cada parte del cerebro. Desde que vivíamos en cavernas y dormíamos cubiertos de pieles, comiendo carne cruda, siendo nómadas ya han pasado varios siglos.
Entonces, ¿qué está pasando? Si somos una sociedad que disfruta de los beneficios de la tecnología, inventamos la calefacción y la ropa térmica para protegernos del frío; medios de comunicación y de transporte más eficaces y rápidos.
¿Entonces? Apenas pasaron catorce años que un tipo es encarcelado por cortarles los deditos y las orejitas a sus víctimas. Este delincuente me imagino fue estudiado en su comportamiento, para prevenir que nuevamente un ser humano perdiera la sensibilidad ante sus semejantes.
Pero resulta que ahora eso de los deditos es cosa de risa. Porque mínimo es cortar una cabeza, echarlo a los leones o meterlos en ácido. La creatividad en el caso de la tortura ha ido en aumento. Las atrocidades de Hitler durante el holocausto es un juego de niños.
Y ahora dice el titular de la Secretaría de Gobernación, Alejandro Poiré que no son responsabilidad del Presidente Felipe Calderón los muertos en el combate al crimen. Es obvio que Felipe Calderón tiene su expediente bien limpiecito, quizá sólo ha utilizado un arma para ir de cacería, (algo así como el rey de España) pero matar a una persona, eso nunca. Es muy claro. Pero su estrategia para combatir el crimen organizado, simplemente no funcionó.
¿Por qué no funcionó? Porque ahora mismo los delincuentes se despiden del señor presidente con sus mantas. (Eso me recuerda a aquellos viejos mítines priistas, donde en la entrada del pueblo había una manta enorme dándole la bienvenida al señor presidente). Fue tan eficaz su lucha, su erradicación de “ratas”, su prevención; que ahora le escriben cosas como éstas: “Sin embargo, aún con el dolor humano que nos causó y las heridas hechas que siguen latentes, les queremos decir que aprendimos mucho, pues también nosotros como pueblo rebelde o muy heroico reconocemos que también a sus PFPS (policías federales) les causamos heridas y muy merecidas, nosotros como pueblo o hermandad lo quisimos respetar, pero usted nunca voltió(sic) la mirada hacia nosotros.” Estas mantas fueron firmadas por Los caballeros templarios y se colocaron en 16 municipios de Guanajuato; 11 de Michoacán y tres del estado de México.
Y algunas de ellas terminan con estas últimas palabras: “en buen plan o, ante todo y por todo nos disculpamos, y como ya no lo vamos a tener en diciembre como nuestro gobernante, le deseamos a usted, su familia y gabinete que les vaya como dijo Vicente Fernández…. ojala que le vaya bonito”.