Ciudadania Express
Martes 15 de mayo, 2012. 07:42 pm

Aurelio Reyes, cuatro décadas de dar voz al cine mudo en México

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Oaxaca, México.- “Mi gusto por el cine se remonta a mi infancia, es un lazo casi edípico, pues entre las primeras imágenes que recuerdo está la de mi madre y su cámara de ocho milímetros, con la cual nos filmaba y la que le servía para proyectarnos películas reducidas para ese formato, a veces de Walt Disney, otras del Gato Félix”, recuerda Aurelio de los Reyes, a pocos días de ser investido por la UNAM como investigador emérito.

Hoy, el integrante del Instituto de Investigaciones Estéticas (IIE) es uno de los especialistas más importantes de la historia fílmica de México pero, dice, sus inicios son mucho más simples, muy parecidos a los de cualquier cinéfilo que gusta de ver en pantalla recreaciones salidas directamente de las novelas de piratas de Emilio Salgari, o historias que tienen por escenario a Siria o Persia.

“Si tuviera que relatar cómo inició este trayecto de ya más de cuatro décadas de estudiar el cine nacional, me remontaría a la casa donde crecí, en Aguascalientes, o a las salas de Fresnillo, ciudad a la que después nos mudamos. En esos espacios solía ver películas como La serpiente del Nilo, en la que me encontré por primera vez con Cleopatra y Marco Antonio, quienes me llevaron a los tiempos del antiguo Egipto, o aquellas protagonizadas por María Montez, como Alí Babá y los 40 ladrones, un verdadero viaje al Medio Oriente”.

Como cualquier adolescente, pensar en dedicarse a una sola cosa, y de por vida, no le era fácil; quería ser todo lo que se puede en el campo de las humanidades: psicólogo, antropólogo, historiador, literato, aunque sabía que en algún punto debía decantarse por una profesión.

“Ya como estudiante en Prepa 4 pensaba que psicología o antropología eran una opción para mí, pues me gustaba mucho leer y escribir, pero como ha pasado en repetidas ocasiones, tomé una decisión y el cine tuvo la culpa, pues ésta vino tras ver las cintas Livia (Senso, 1954) y El gatopardo, ambas de Luchino Visconti”.

“Esos largometrajes me marcaron, porque siempre quise hacer cine; antes que historiador pretendía ser director, pues en México no se hacían —no se han hecho ni se hacen— películas que retraten una época con esa calidad. Si quería filmar algo así, debía empezar por aprender historia”. Donde historia y cine coinciden

En 1965, con apenas 23 años cumplidos, entró a la Facultad de Filosofía y Letras, en la que se acrecentó su gusto por lo fílmico y la literatura. “Era un lugar para aprender y verlo todo. Había un movimiento importante de cineclubes y mucha disposición para dialogar y proponer”, recuerda.

De aquellos días, las clases que recuerda con más viveza son las que tomó con Josefina Vázquez y Vera, entonces una joven profesora recién llegada de la Unión Americana, con una manera inédita de entender y enseñar la historia.

“Mientras los demás maestros impartían una visión conservadora, con ella todo era más vivencial. Para entender qué pasaba en los Estados Unidos del siglo XVIII leímos La letra escarlata, de Nathaniel Hawthorne. Era una manera de apuntalar lo aprendido y verlo bajo nuevas luces, desde otros horizontes”.

Hacia el final de la carrera, De Los Reyes decidió especializarse en historia del arte, al tiempo que gustaba de comentar películas con la profesora Vázquez.

“Le hablaba mucho de La jauría humana, una cinta de 1966 de Arthur Penn, protagonizada por Marlon Brando y Robert Redford, sobre todo porque me parecía una excelente analogía del momento social que atravesaba EU. Ya cerca de titularme, ella me preguntó, ‘¿y sobre qué hará su tesis?’, mi plan era escribir sobre unas iglesias franciscanas del siglo XVI en el estado de Hidalgo. Se lo comenté y ella inmediatamente me replicó: ‘Si le gusta tanto el cine como la historia, ¿por qué no hace historia del cine?”. Aquél era el último empujón que necesitaba un joven que decidió en qué matricularse tras ver los filmes de Visconti. “Acepté la sugerencia y cambié de planes. Es así como, desde hace 44 años, me dedico a esta área de la investigación”.

Nace un investigador

A De los Reyes siempre le intrigaron películas como Café Colón, La Cucaracha o Juana Gallo, que se suponía narraban episodios de la Revolución mexicana, pero que en realidad giraban en torno a la figura de María Félix. ¿Era eso un retrato de dicho movimiento social?, ¿así eran las soldaderas?, preguntaba, y como no había nadie que le respondiera, él mismo se dedicó a investigar.

“Era 1968 y prácticamente no se había escrito nada sobre el cine mexicano. Existían algunas publicaciones de Emilio García Riera o de José María Sánchez García, pero el hueco sobre el tema era enorme, así que hice lo único que me quedaba si deseaba saber más: ir directamente a las fuentes”.

Por aquellos días cayó en manos del académico un libro de Stanley Ross titulado ¿Ha muerto la Revolución mexicana?, y la respuesta que daba este teórico a la incógnita es que ésta había concluido en 1940.

“Así me di una idea sobre a qué abocarme. Me propuse estudiar el cine de 1910 a 1940 para ver la imagen de la Revolución desde su inicio hasta su conclusión, según la propuesta de Ross. Noté que el lapso de 1910 a 1915 se caracterizaba por documentar el movimiento armado, mientras que de 1916 en adelante comenzaron a soslayarse los hechos y a apoyarse en argumentos literarios. Para explicar el porqué de eso me remití a la fase inicial, y al ahondar en el periodo que va de 1896 a 1900 encontré tanta información que eso cubrió mi tesis de licenciatura, que después se convertiría en mi primer libro, Los orígenes del cine en México”.

Amigos del académico, como el escritor Álvaro Matute, han llegado a describirlo como alguien a quien le causa “horror dejar sin llenar el hueco mínimo. Su acercamiento a las fuentes es modelo de acuciosidad y obsesión”, lo que explica la impresionante cantidad de información recolectada, la cual forma parte de una obra colosal y aún no terminada.

“Por aquellos días, García Riera informó sus planes de redactar la historia del cine sonoro en México, así que yo decidí escribir el testimonio del mudo, y literalmente fiché todos los periódicos y revistas de 1896 a 1932. Los resultados de este trabajo ya han sido publicados en varios volúmenes: el primero abarca de 1896 a 1920, el segundo va de 1920 a 1924, y está en prensa un tercero, que comprende de 1924 a 1928; aún tengo pendiente el que llegará hasta 1932”.

Además de este magno proyecto, De los Reyes ha publicado muchos libros más, no sólo sobre cine, sino sobre su otra pasión, la iconografía. “A más de cuatro décadas como investigador, veo aún lejos la posibilidad de que mi labor concluya. Siempre hay algo que hacer y también trabajos no concluidos”.

El profesor no se engaña y se describe a sí mismo como alguien que trabaja compulsivamente, cualidad que le ha permitido ser no sólo director de 80 tesis y autor de 18 libros y una centena de artículos, sino uno de los pocos académicos que han ganado una Diosa de Plata (1962) y un Ariel (1992), pues también se desempeña como cineasta.

“Filmar me proporciona gran satisfacción, pues siempre quise estar detrás de una cámara, pero lo cerrado del campo me impidió crecer en ese aspecto. No obstante, la posibilidad de hacer documentales me permite combinar esta faceta con mi labor académica”.

“La investidura es una excelente oportunidad para mirar hacia atrás y hacer el recuento de lo logrado. He de confesar que esta distinción me emociona, aunque me produce sentimientos encontrados, pues para mí el emeritazgo debería llegar al final de una carrera y a mí, como investigador, me faltan aún muchos libros por escribir. Además, no me gusta ver al pasado, sino al futuro, ni tampoco recrearme en lo que he hecho, sino en lo que debo hacer”.

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