Oaxaca, México.- La capital abre sus puertas y da la bienvenida a miles de turistas que durante el mes de julio arriban a la entidad para disfrutar de su música, de su danza, de su folclor, de sus fiestas y tradiciones.
Y la cocina oaxaqueña no podía faltar en estas festividades de la Guelaguetza. En ocasión de los 80 años de homenaje racial, los platillos oaxaqueños deleitan hasta el paladar más exigente. Muestra de ello es el VII Festival de los Siete Moles que año con año se realiza en la capital, donde participan más de una treintena de restaurantes afiliados a la Cámara Nacional de la Industria Restaurantera y Alimentos Condimentados (Canirac). Nataly Méndez, proviene de España. Se ve de buena cepa, con cerca de 40 años de edad, describe así su estancia en Oaxaca: “Hasta ahora nada ha sido mentira, Oaxaca es un estado mágico. Te enamora con sus mercados, sus olores, sabores, moles y belleza arquitectónica”. Viajó por muchas horas vía aérea y terrestre. Atravesó el Atlántico por una sola y sencilla razón: disfrutar de la Guelaguetza, de la calidez del pueblo oaxaqueño y de su cultura, “la cual ha trascendido fronteras”, relata. Fue así como con gran algarabía, música de viento y cohetes inició esta muestra gastronómica desde este jueves 19, y concluirá el 31. Comenzó con la inauguración oficial en el Centro Cultural San Pablo. Luego, este vienes, la fiesta continuó con una calenda que partió de la Alameda de León, recorrió el corredor turístico “Macedonio Alcalá” y culminó en el Jardín Etnobotánico del Centro Cultural de Santo Domingo de Guzmán. Durante la degustación que se ofreció en este último punto, visitantes locales, nacionales e internacionales quedaron maravillados con el sabor de cada una de las siete variedades del mole: negro, coloradito, manchamanteles, verde, amarillo, chichilo y estofado. “Si caminar por las calles empedradas de esta maravillosa ciudad ya es un deleite, disfrutar de su comida lo es aún más”, dice Nataly Méndez, quien en fila toma un plato y se sirve un delicioso mole negro, al que acompañó con un arroz y agua fresca. En el recinto que se dispuso para esta degustación se ven formadas 30 cazuelas de barro, donde además del platillo principal, había otros manjares propios de Oaxaca, como el chapulín, chocolate, antojitos oaxaqueños, nieves, dulces, y para los más exigentes: su copita de mezcal. En este marco, la chef e integrante de Canirac, Paola Orozco, destaca la importancia de promover incansablemente el Festival de los Siete Moles dentro y fuera de Oaxaca. Y así como el maguey es el alma del mezcal, la experta en cocina recomienda a las autoridades del ramo agropecuario impulsar la producción y conservación del chile endémico chihuatle – fruto originario de San Juan Bautista Cuicatlán-ingrediente principal del mole, y que actualmente se encuentra en peligro de desaparecer. Es así como Oaxaca está de fiesta e invita al turismo a disfrutar de su esencia y misticismo, la cual puede disfrutarse en estas fiestas de Guelaguetza.