Santiago Espinoza de los Monteros/REFORMA
Oaxaca,.- Buscando desde hace varios años una articulada inserción en el circuito del arte actual, el Museo de Arte Contemporáneo de Oaxaca (MACO), ha realizado importantes esfuerzos por convertirse en receptor y productor de exposiciones que, en el histórico recinto de la calle Macedonio Alcalá, han visto la luz.
No han sido pocos los momentos difíciles que ha debido sortear el MACO en sus veinte años de vida. Directores han ido y venido, algunos de modo un tanto efímero y otros quedándose hasta ver realizados proyectos cocinados a fuego lento. A lo largo de su historia ha debido librar batallas presupuestarias, políticas, de credibilidad, sobrevivir al terrorífico y violento 2006 (APPO y movimiento magisterial), defender su autonomía y hasta el espacio físico codiciado por gobernadores.
La anterior administración que comandaba el curador Jorge Contreras nos permitió ver exposiciones reveladoras y apoyadas siempre en lo más actual de los lenguajes contemporáneos. Eso en Oaxaca, entrañable espacio simbólico donde lo inverosímil es lo cotidiano y lo necesario se convierte en utópico, tiene un alto costo. Muchas de las fuerzas soterradas que representan lo más tradicional y conservador de las expresiones plásticas de ese Estado, actúan incansablemente quizá con el ánimo de preservar una repetitiva fórmula expresiva que, indudablemente, fue atractiva en su momento y a la vuelta de treinta años ha generado además de muchas arrugas, jugosos dividendos.
El MACO se encuentra desde hace seis meses bajo la dirección de Ramón Jiménez, quien había sido antes miembro de los Amigos del Museo y secretario del mismo. En un esfuerzo por generar en lo futuro más del 70% de las muestras que ahí se exhiban, se impone la necesidad de lanzar miradas cruzadas al acontecer contemporáneo y convertirse en activo dialogante, lo que sólo ocurrirá si el MACO adopta vocación de riesgo y lanza sus mejores esfuerzos a situarse como un espacio de reflexión posible.
Por lo pronto ya el Dr. Lakra se encuentra realizando una ambiciosa intervención en los muros del patio arbolado, y esto sucede mientras dos exposiciones,
Llaneza, Mujeres en la vida de Oaxaca y La Hora y los Sitios, albergan a un importante grupo de creadores actuales. La primera, curada por Carlos Ashida, quien fuera también director del MACO, reúne a 26 mujeres oriundas de Oaxaca o avecindadas en esa ciudad, así como a otras más cuya obra de alguna manera se relaciona con ese espacio.
Creadoras como Graciela Iturbide, Emilia Sandoval, Jessica Wozny, Mariana Gullco, Mary Ellen Mark, Ana Santos y Cecilia Salcedo entre otras, articulan en conjunto una visión más que dolida o denunciatoria de la posición de la mujer en Oaxaca, de solidaridad apologética de muchas de las maneras ancestrales de conservar un matriarcado no sólo en núcleos como el familiar (de suyo famoso entre las mujeres del Istmo), sino también del traslado de éste a espacios como el de la creación y el expresivo trabajo cotidiano.
La otra muestra,
La Hora y los Sitios, curada por Oliver Martínez Kandt, aglutina a creadores con enorme valía entre quienes están José León Cerrillo, Arturo Hernández Alcázar, Moris y Antonio Vega Macotela. Piezas preparadas en su mayoría ex profeso para este museo, dan cuerpo a un conjunto visualmente discontinuo que al poco de recorrerle va integrando rítmicamente cada una de las propuestas.
La coyuntura política del MACO en la vida cultural de Oaxaca en este momento es clave. Desenterrar muertos para intentar poner nuevamente en la palestra a la mal llamada Escuela Oaxaqueña, es un camino. El otro es abrir los espacios a las nuevas generaciones y articular una voz propia. Hagamos votos porque se ande en este sentido.