Acompañado por Jaime Labastida, Gonzalo Celorio, Adolfo Castañón, Vicente Quirarte y Felipe Garrido, en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes el poeta dedicó su discurso “La poesía y la novedad de la patria” primeramente a su amigo Ernesto de la Peña y después al que considero su maestro, Alí Chumacero, afirmando que el poema, al salir de las manos de su creador, se convierte en un organismo independiente y con vida propia.
“Mucho me impulsó Alí Chumacero a seguir el camino de la poesía, al mostrarme que una de las mejores virtudes del poema es la originalidad; decía López Velarde que la única búsqueda del poema es la de las sensaciones, donde florecen los adjetivos novedosos para dar pie a los sustantivos, porque si los primeros no florecen, asesinan a la obra, todo eso me enseñó Alí”.
Al hacer un recorrido por los territorios poéticos de nuestra historia, recordó a Eugenio Montale cuando dijo que la poesía no tiene una utilidad inmediata y, paradójicamente, puede ser tan necesaria como el vino, el pan y la sal.
“Tal vez por culpa de todas estas paradojas sea tan difícil definir este oficio; como a Lezama Lima, la poesía se nos escapa como un gato gracioso cuando intentamos darle una explicación”.
Hugo Gutiérrez Vega recordó la Suave patria de Ramón López Velarde como una nacionalidad a la que volvemos con amor y pobreza.
“El camino de este pueblo pobre y poderoso, el que va de mano de la democracia y pide a sus gobernantes la honestidad, dice López Velarde que todo esto no nos ha impedido hacer versos, cuadros y música”.
Afirmó que Cuauhtémoc es un héroe del que se ocupó Carlos Pellicer, quien es otro de los poetas que ha observado las novedades de la patria, afirmando de Juárez: Eres el presidente vitalicio a pesar de tanta noche lúgubre.
“En la poesía de Octavio Paz aparece Madero y su inocencia con la frase: Porque me matan. Por otra parte, Efraín Huerta ve en la avenida Juárez un mar de barbarie, afirmando que por eso uno pierde a menudo el amor a la patria”.
En el recorrido por los diversos rostros poéticos de nuestro país, recordó también a Rafael Alberti, a quien nombró su hermano mayor, el más terso de los poetas de la Generación del 27.
“De él aprendí que de los frutos de la experiencia no se extraen siempre sabores dulces, sobre todo cuando dijo: Soy un tonto, he aprendido, soy dos tontos”.
Alfonso Reyes, añadió, nos entregó la más profunda visión de nuestros orígenes en su Visión de Anáhuac, cuyas teorías, en su opinión, siguen vigentes.
“Termino con Sor Juana Inés de la Cruz, cuyo son antiguo se renueva y dura... El suyo es un programa para la vida civil y se asemeja al de tantos maestros de la tolerancia.
“La poesía no necesita de mucho para sobrevivir, dicen que puede, en cierta medida, restaurar y hasta inmortalizar una lengua, quizá en esto radique su misterio a través de los años. El poeta piensa que todo responde a dos polos, por un lado lo infalible del destino y por el otro la magia y la figura de una margarita, esta flor puede ser más poderosa que la muerte”.
La bienvenida estuvo a cargo de Gonzalo Celorio, quien destacó la labor de Hugo Gutiérrez Vega como periodista, funcionario, ensayista, conocedor de lenguas, humorista de picantes versos populares, así como narrador oral, pero, ante todo, poeta fecundo y peregrino.
“Todo eso es nuestro nuevo miembro a quien recibimos gustosos pero a la vez endeudados, pues muchos hubiéramos querido que fuera él quien nos diera la bienvenida”.
La poesía de Hugo Gutiérrez Vega, dijo, no ha dejado de cantar el buen amor y no ha perdido la esperanza de que se sacien los anhelos de paz y justicia.
“No sólo es un poeta que hace poesía, sino uno que reflexiona, encontrando afinidades sustanciales en las voces de numerosos poetas, entre ellas, la más fuerte, la de Ramón López Velarde, a quien le profesa una gran devoción.
“Hugo Gutiérrez Vega devela como López Velarde le canta a una patria cercana cuyo tren avanza como aguinaldo de juguetería, una patria suave, cantada en tiempos de aspereza nacional”, concluyó.