Oaxaca, México.- Investigadores del Instituto de Biología (IB) de la UNAM analizan, desde 1998, los efectos de la explotación petrolera en varios puntos del país.
Ese año, un equipo de trabajo comenzó un estudio en las zonas con más conflictos sociales relacionados con esa actividad –desde el sur de Veracruz, hasta el norte de Campeche, antes de la Laguna de Términos–, para establecer los daños en su flora y fauna. En 2002 lo concluyó, y en 2005, hizo público un documento con los resultados sobre biodiversidad.
Meses después de que el análisis fuera concluido, Pemex abrió el parque ecológico Jaguaroundi, en la periferia de las instalaciones de sus complejos petroquímicos Cangrejera, Pajaritos y Morelos, al sur de Veracruz, y en 2011, el Tuzandépetl, en Ixhuatlán del Sureste, en el mismo estado.
A la fecha, los universitarios no han dejado de monitorear esas áreas de alto impacto petrolero y comparar los efectos que han encontrado en ellas con los estudios que llevaron a cabo en Los Tuxtlas, otra región de Veracruz bien conservada, y con gran diversidad de especies.
“En cuanto a los anfibios y reptiles, podemos afirmar que todos los grupos han sido afectados: salamandras, ranas y cecilias, por un lado, y tortugas, cocodrilos, lagartijas y serpientes, por el otro. Ahora bien, en el momento que hicimos la investigación, vimos que las explotaciones petroleras eran responsables de muchos daños, sí, pero que en realidad las afecciones más significativas se debían a la acción combinada de las industrias petrolera y agropecuaria presente en esas zonas”, señaló Víctor Hugo Reynoso Rosales.
Los investigadores detectaron en los cuerpos de agua focos de contaminación originados por los germicidas y acaricidas que aplican a las vacas lecheras, y por los herbicidas que se emplean para eliminar algunas especies de plantas no deseadas.
“En el caso de los anfibios, se ven más impactados por los químicos que lanza la industria agropecuaria, que por los de la petrolera. Por ejemplo, vimos especies de ranas que saltaban tranquilamente en lugares llenos de chapopote”, indicó el herpetólogo.
La industria petrolera ocasiona un grave deterioro ambiental cada vez que excava un pozo, deseca un pantano y/o redistribuye un cuerpo de agua, pero la agropecuaria también, al verter directamente en los cuerpos detritus peligrosos, que tardan mucho tiempo en degradarse.
“Pensamos que lo que causa la pérdida de biodiversidad en la planicie del Golfo de México es la acción combinada de estas dos fuentes contaminantes, y no sólo una, de ahí que propongamos estudiar los efectos de ambas. Debemos abordar el problema en su totalidad, no de manera parcial”, aseveró.
Respecto al parque ecológico Jaguaroundi, aunque está rodeado por complejos petroquímicos contaminantes que emiten ingentes cantidades de humo y olores fuertes, guarda una diversidad de especies muy rica.
“Esperábamos hallar en su interior un intenso deterioro ambiental, sin embargo, todo parece indicar que bastaría que existan fragmentos o remanentes de vegetación suficientemente grandes, para que las poblaciones de anfibios y reptiles se mantengan bien. Es posible que esos espacios absorban de manera eficiente los contaminantes y, por consiguiente, eviten que se alteren los hábitats específicos de anfibios y reptiles. Esto es algo completamente inesperado para nosotros”, admitió.
Reynoso Rosales y sus colaboradores exploran ahora el nuevo parque ecológico Tuzandépetl, donde también han encontrado gran diversidad de especies.