Carlos Ashida*
Oaxaca, México.- Con la caída de la Segunda República ante las fuerzas franquistas, Kati y José Horna, militantes de la facción anarquista republicana durante la Guerra Civil Española, enfrentaron, al igual que miles de sus correligionarios, la amenaza real de perder su libertad e incluso sus vidas.
Huir de España no era una solución satisfactoria; para ese entonces la expansión fascista ocupaba ya gran parte del territorio europeo, por lo que para esta joven pareja –comprometida con las causas del socialismo marxista e interesada en las proscritas formas de expresión artísticas de vanguardia– el peligro de sucumbir, y ya no digamos de renunciar a cualquier posibilidad de
realización personal, pendía sobre sus cabezas. Esta amenazante circunstancia, que en el caso de Kati se agravaba por su origen judío, los empujó a abandonar Europa en 1939 para acogerse al asilo que México ofrecía a quienes les era hostil el recién instaurado régimen autoritario hispano.
El México de ese entonces ofrecía un lugar propicio a los refugiados que, como los Horna, estaban en búsqueda de estabilidad y de oportunidades de desarrollo profesional. Para José y Kati, poseedores ambos de talento, destreza, experiencia y un bagaje existencial y cultural de gran valor, su incorporación a la vida cultural del país resultó natural y sumamente significativa. Efectivamente, en el caso particular de Kati, a sus escasos 27 años de edad, ya era dueña de un perfil intelectual y artístico excepcional. Siendo aún una adolescente en su natal Hungría, Kati se interesó en la poesía y entró en contacto con algunos importantes exponentes locales de este género literario. En 1932 se trasladó a Berlín para incorporarse al circulo de Bertolt Brecht, con quien mantuvo, hasta la muerte del célebre dramaturgo y poeta, una estrecha comunicación epistolar. La efervescente vida de la capital alemana le proporcionó la posibilidad de entrar en contacto de primera mano con las manifestaciones políticas y artísticas que forjaban la cultura de avanzada del momento. Esta suma de experiencias consolidaron su interés y compromiso con las ideas y las convicciones que guiarán todas sus acciones a lo largo de su vida.
La llegada de Hitler al poder interrumpió la estancia de Kati en Berlín y la obligó a regresar precipitadamente a Budapest, en donde encontró una situación no menos adversa que en la Alemania nazi. Animada por su madre y ante la reclusión de su padre por los fascistas y la consecuente mengua del patrimonio familiar, Kati decide hacerse de un oficio, por lo que tomó un curso de foto en el taller de Jósef Pécsi. Con la fotografía, Kati Horna encontró –en paralelo con su querido amigo de adolescencia Robert Capa, aunque por distintos caminos– un modo de expresión adecuado a su temperamento agudo, crítico y sensible, así como también un medio de subsistencia que le permitió su plena autonomía. En 1933 dejó definitivamente Hungría para dirigirse a Francia.
En París trabajó en la Agence Photo para la que efectuó importantes fotorreportajes. En 1936 aceptó realizar un álbum fotográfico para la Comisión Nacional de Trabajadores de la Federación Anarquista Ibérica. Su traslado a España la puso en el camino que la conducirá a la reafirmación de sus convicciones, al encuentro con José, su compañero sentimental e ideológico, y que, casi tres años después, desembocará en México.
Al llegar a México, Kati Horna contaba ya con un impresionante corpus fotográfico, compuesto por valiosos y originales testimonios de la convulsa vida de la Europa de entreguerras, y que por sí solo le daba ya a su autora un lugar relevante en la historia de la fotografía. En nuestro país, la obrera de la fotografía, como a Kati le gustaba autonombrase, continuó con el desarrollo de su carrera artística, respondiendo incansablemente y con profesionalismo a las variadas comisiones que le encomendaban desde diferentes sectores. Su arraigada convicción de que la cámara es un instrumento y la fotografía un oficio, la llevó a no hace distinción entre su obra personal y la contratada. Con el tiempo, la gran cantidad de tomas se fueron sumando hasta formar una crónica visual indispensable para entender la cultura mexicana de mediados del siglo XX. Simultáneamente, Kati se comprometió con la enseñanza de la fotografía. Por más de veinte años y hasta el final de su vida –primero desde la Universidad Iberoamericana y después desde la Academia de San Carlos de la UNAM– compartió su amplia experiencia técnica y compositiva con rigor y generosidad.
A cien años del nacimiento de Kati Horna, la exposición Nostalgia de lo perdido / asombro por lo encontrado ofrece una amplia panorámica de la carrera de esta importante artista. La selección de las 70 imágenes que componen esta muestra se centra en la producción que va de 1933 a 1963, es decir, desde sus primeras tomas en Hungría hasta los ejercicios visuales que realizó en México para la revista S.nob. Las obras están organizadas en torno a tres temas. El primero recoge los trabajos que Kati realizó, varios de ellos en colaboración con su marido José, en el contexto de la Guerra Civil Española; hecho histórico que es la clave medular para entender tanto su temperamento como su presencia en México. En el siguiente tema, las obras están organizadas cronológicamente siguiendo las diferentes etapas de la vida personal y profesional de Kati. La exposición cierra con un amplio conjunto de fotos en las que aparecen algunos de los elementos constantes de su lenguaje visual (la máscara, el
cuerpo fragmentado, la muñeca, el despojo, etc.) En esta sección se puede apreciar la gran libertad con Kati Horna practicó la fotografía, su permanente espíritu de experimentación y el carácter visionario de algunos de sus soluciones técnicas y formales. Así mismo, con esta mirada de conjunto se puede observar no sólo los elementos que han llevado a calificar sus imágenes de surrealistas –filiación con la que la artista no concordaba del todo– si no también los ricos y sugerentes puntos de contacto que guardan con composiciones, narrativas y puestas en escena relacionadas con otros sistemas estéticos e ideológicos. En cualquier caso, estamos ante una propuesta singular y sumamente compleja, marcada por la huella nostálgica de una existencia que en demasiadas ocasiones presenció el derrumbe de sus certezas, pero que sin embargo tuvo la fuerza para sostener la mirada, dejar de lado la amargura y ver con asombro cómo, finalmente, la vida ofrecía, en su insólita cotidianidad, múltiples razones para ser vivida.
Esta exposición
Kati Horna Hostalgia y Asombro, es resultado de la colaboración entre Norah Horna Fernández, Katy Polgovsky y el autor de estas líneas y que se expone en el Museo de Arte Contemporáneo de Oaxaca (MACO)
*Título tomado de la ponencia El mundo artístico de Kati y José Horna realizada por Juan Luís Díaz Nieto en colaboración con Norah Horna Fernández.