José TORRENTERA O.
Oaxaca, México.- En Santo Domingo de Morelos, ancestral centro ceremonial prehispánico confluyen los pueblos Mixtecos diseminados por la Sierra Sur tanto de los Loxichas, como de las comunidades mareñas, el segundo viernes de cuaresma significa un ritual que es parte de su sus costumbres y tradiciones.
Desde antes del amanecer, los imprescindibles comerciantes de toda laya transforman esa bucólica población en un laberinto de pasillos, que los creyentes, como hormigas tienen que salvar circulando entre estridencias, y ofertas, que en ningún momento, les hacen perder su objetivo de llegar a su templo, lleno de un arco iris de luminiscencias de flores, luces solares y velas que iluminan a un Cristo ataviado en ropajes morados, que con la Cruz a cuestas, para patentizar su Fe.
Los viernes de cuaresma, en la Costa, son parte de una tradición heredada, al igual como en otras latitudes, de conservar vivo el recuerdo , del Viacrucis que padeció el Señor Jesucristo antes de ser crucificado, por la salvación de la humanidad y desde tiempos inmemoriales, los Pueblos indígenas de Oaxaca continúan conservando viva la llama de la Fe y la Esperanza.
En Santo Domingo de Morelos, esta conmemoración concluyó con una baile con una popular banda norteña, donde los jóvenes estaban más interesados en autógrafos y en acabar con los refrigeradores de quienes siempre salen ganando.