Oaxaca, México.- Los primeros pobladores en México, figuraron el cambio climático como “tormentas de fuego que devastaban los suelos”. Ahora, la dermis resquebrajada de la tierra y las grietas inacabables son ya parte del horizonte natural que se vislumbra cada vez más en la superficie del planeta, “en donde el ser humano es el responsable sustancial”, consideró Carlos Escalante Sandoval, de la Facultad de Ingeniería (FI) de la UNAM.
“Los factores que han favorecido el proceso en México son la deforestación, la degradación de la tierra por la erosión, el uso de técnicas agrícolas rudimentarias y prácticas de cultivo poco apropiadas; la mala gestión de los programas de irrigación que conducen a la salinización del suelo, y la presión social que demanda cada vez más mayores tierras de cultivo”, explicó.
El coordinador del posgrado en Ingeniería Civil de la FI, subrayó que en México la tala inmoderada de selvas y bosques afecta de manera negativa la estructura y funcionamiento de los ecosistemas, lo que produce modificaciones en el ciclo hidrológico, que favorecen el calentamiento global, con el consecuente incremento en la frecuencia y severidad de las sequías, lluvias intensas e inundaciones.
De esta manera la desertificación, la degradación y la sequía, amenazan el sustento y bienestar de más de mil millones de personas en 100 países.
La resequedad de la tierra
Aunque México reafirmó su compromiso para combatir los procesos de degradación de la tierra ante la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación (CNULD), cifras de la Comisión Nacional Forestal (CONAFOR), señalan que cerca del 64 por ciento de sus suelos presentan afectación por algún proceso en diferentes niveles.
Lo números revelan que alrededor de 48 millones de mexicanos padecen las consecuencias de la sequía en zonas áridas, semiáridas y subhúmedas secas, lo que genera que cada año emigren y abandonen sus tierras entre 300 mil y 400 mil personas.
También, mencionó que estos fenómenos pueden generar la extinción local o regional de las especies, la pérdida de recursos genéticos, el aumento en la ocurrencia de plagas, la polinización de cultivos comerciales, la alteración de los procesos de formación y mantenimiento de los suelos, así como la reducción de la recarga de acuíferos y el incremento en la vulnerabilidad ante un desastre natural.
“Hablemos de un caso concreto: la costa de Chiapas. Lo que antes podíamos llamar las regiones selváticas, se transformaron en agrícolas, y después en ganaderas; eso ha provocado la modificación en el patrón de precipitación, un incremento acelerado en la generación o producción de sedimentos, porque la erosión se incrementa sustancialmente y, finalmente, la degradación del ecosistema completo”, explicó.
El universitario señaló a Campeche, Tabasco, Yucatán, Querétaro y Veracruz, en ese orden, como los estados más afectados por la deforestación.
“No sólo es el norte, con esto vemos a dónde llegaremos; se supone que estas entidades son del trópico húmedo y sufren deterioro, es decir, ni siquiera ahí habrá agua, porque no hay que perder de vista que los bosques son los reguladores ambientales”.
Aún con las condiciones adversas, el académico indicó que aún puede paliarse y, en algunos casos, revertirse.
“La medida más adecuada que debería seguirse es simple: la reforestación. Tomar con seriedad y compromiso el programa para hacerlo, y comisionar a los ciudadanos y a la gente que habita cerca de los terrenos para que proteja lo que ya se sembró”.
Lucha contra la desertificación
En 1994, la Asamblea General de las Naciones Unidas declaró el 17 de junio como el Día Mundial de Lucha contra la Desertificación y la Sequía, para fomentar la conciencia pública sobre el tema, así como también la puesta en acción de la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación (CNULD) en países afectados por graves sequías, por desertificación, o por ambas, en particular en África.
“En esa ocasión, la efeméride está en todos los medios de comunicación: “hoy es el día…”, pero creo que nadie ha tomado conciencia de lo importante que es el único lugar donde vivimos; parece verdaderamente extraordinario que dentro de unos 50 años vivamos en esferas, pero puede ocurrir”, finalizó.
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