Oaxaca, México.- Obtener de un totopo industrializado el material genético (ADN) del maíz con el que fue elaborado, para saber si es o no transgénico, es una labor casi detectivesca de alto grado de dificultad científica, pero llega a buen término en el Laboratorio de Biotecnología de la Facultad de Química (FQ) de la UNAM, uno de los 14 del país que fue autorizado para detectar y cuantificar organismos genéticamente modificados (OGM).
Recientemente, la Comisión Intersecretarial de Bioseguridad de los Organismos Genéticamente Modificados (CIBIOGEM), expidió el certificado que autoriza a la instancia universitaria a detectar y cuantificar transgénicos en alimentos. Con esta acción, la instalación se integra a la Red Nacional de Laboratorios de Detección de Organismos Genéticamente Modificados (RNLD-OGM), formado por 14 grupos de expertos autorizados.
A cargo de Amanda Gálvez Mariscal, Maricarmen Quirasco Baruch, Carolina Peña Montes (doctoras en ciencias) y Cindy Estrada Hernández (química de alimentos), el laboratorio forma parte del Departamento de Alimentos y Biotecnología de la FQ, área precursora en bioseguridad a nivel nacional.
La CIBIOGEM está integrada por las secretarías de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa); de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat); de Salud (SS); de Educación Pública (SEP); de Hacienda y Crédito Público (SHCP) y de Economía (SE), así como del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt).
Además, la autorización para la detección cuenta con el aval del Centro Nacional de Metrología (CENAM), que vigila la correcta aplicación de metodologías especializadas, con las que se realizan estos diagnósticos.
“Comenzamos con este tipo de trabajo en el año 2000, momento en que vimos la necesidad de implementar métodos de biología molecular, no para producir transgénicos, sino para detectarlos y cuantificarlos en alimentos, que es nuestra especialidad”, explicó Gálvez Mariscal, en entrevista.
En tanto, Quirasco Baruch destacó que el reconocimiento al laboratorio de la FQ dentro de la Red Nacional, significa el trabajo de muchos años en el desarrollo de métodos propios para abrir brecha en la bioseguridad.
“Este esfuerzo lo inició Amanda Gálvez al involucrarse con la bioseguridad. Llevó muchos años conseguir este anillo de laboratorios, y el nuestro fue de los primeros que ofreció información al gobierno, especialmente a la Sagarpa y Semarnat, a través de proyectos de investigación.
Fundador y de referencia
El documento de autorización de la CIBIOGEM reconoce al laboratorio de la FQ como fundador, pues fue ahí donde se comenzaron a desarrollar las técnicas para esta detección, y donde se han formado muchos de los profesionales que hoy realizan este trabajo en el gobierno y empresas del ramo.
“El sector gubernamental se vio en la necesidad de implementar las metodologías en sus propios laboratorios. Entonces, se tomó al de Química como referencia. Durante años dimos asesoría de qué equipos comprar y qué metodologías usar”, relató.
Tras años de “picar piedra” para desarrollar las metodologías, CIBIOGEM las puso en marcha. “Por eso se reconoce a la FQ como Laboratorio Fundador. También se reconoció a instalaciones semejantes del Centro de Investigación y Asistencia en Tecnología y Diseño del Estado de Jalisco (CIATEJ), del Centro de Investigaciones y Estudios Avanzados (Cinvestav) del Instituto Politécnico Nacional (IPN).
Asimismo, prosiguió, al del Centro de Biotecnología Genómica del IPN; al del Centro de Investigaciones Científicas de Yucatán (CICY); al de la Universidad de Colima (UC); al de la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL), y al del Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (INIFAP), entre otros, hasta conformar la Red de 14”.
Gálvez explicó que “el producto del transgen es una proteína, y ésas son las que causan las características distintas en un transgénico. Muchas veces en un alimento el OGM ya no es viable, porque ya no es un granito de maíz que pueda germinar, está machacado, nixtamalizado, pero aún así es posible detectarlo. Las proteínas, es decir, los productos de los transgenes, son las que podrían tener un impacto en la salud humana”.
A las científicas les interesa develar qué tanto permanece y es detectable un transgénico dentro de un alimento y, eventualmente, saber qué pasa con las proteínas heterólogas que se encuentran en él.
En su trabajo, se realizan dos grandes pruebas: detección de ADN exógeno y de proteínas. Para llegar a ellas, se hacen muchos experimentos, desde la extracción, controles y curvas de calibración para conocer cantidades.
“Las extracciones a veces tienen muchos problemas, hay que obtener el ADN limpio y entero, no dañarlo más de lo que podría estar; además, debemos separarlo de otros componentes de los alimentos. Estos últimos contienen gomas, colorantes y otros compuestos que interfieren con la reacción. Ahí entramos como químicas para saber cómo separar el ADN y amplificarlo para detectar su origen”, indicó.
Además de apoyar al gobierno en la parte técnica con el desarrollo de metodologías, las investigadoras de la FQ también han capacitado por años a profesionales, y han formado cuadros de recursos humanos especializados.
“Tenemos ex alumnos en puestos importantes, tanto del gobierno como de las agrobiotecnológicas”, concluyó Gálvez.