Oaxaca, México.- Carlos Monsiváis (Ciudad de México 4 de mayo de 1938 - 19 de junio de 2010) es reconocido en el medio periodístico, intelectual y literario como el único escritor y cronista mexicano capaz de realizar de forma aguda y desenfadada una crítica del México contemporáneo y abordar con ironía y particular sentido de crítica lo mismo los temas de alta cultura como de la cultura popular, el cine, los movimientos sociales, la política, el espectáculo, el futbol y hasta a los grandes personajes históricos o los medios de comunicación. A tres años de su fallecimiento, el escritor -que estudió en la Escuela Nacional de Economía (1955-1958) y en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM (1955-1960)- sigue siendo un personaje inabarcable, una voz crítica que se extraña, un maestro indispensable, el “Aleph de la cultura mexicana”, como diría el escritor y periodista cultural, José Gordon. Un hombre universal y con gran sentido del humor Para el conductor de la serie de cápsulas televisivas Imaginantes y del programa La Oveja Eléctrica, José Gordon, Carlos Moinsiváis es la memoria prodigiosa y de tiempo completo. “Hay quienes atribuyen a la memoria un simple acto de músculos circenses, pero lejos de coincidir con esta posición, yo pienso que la memoria incita un amor al detalle, una apreciación del mundo y en el momento en que se vuelve compartida es mayor”, señaló el analista de temas sociales. Consideró que esta cualidad le permitía tanto hablar de los personajes más entrañables para él dentro del cine mexicano, la música o la poesía: “Era un hombre universal y al mismo tiempo se reflejaba en él lo mejor de una tradición mexicana en donde aparece la colonia Portales en donde vivía y desde donde se asomaba al mundo. “Eso me parece maravilloso, el cómo un mexicano situado en una de nuestras colonias populares de la Ciudad de México se está asomando, abriendo y soñando con la literatura universal”. Para Beatriz Sánchez Monsiváis, representante de la Asociación Cultural El Estanquillo y de la familia del escritor, Carlos Monsiváis fue un hombre con excelente sentido del humor, sumamente tranquilo, dedicado a trabajar, leer, ver películas y hablar por teléfono. “Un hombre de buen carácter, muy seco, eso sí, pero siempre se la pasaba bromeando. No era rutinario a pesar de que trabajaba diario y siempre hacia lo mismo: levantarse en la mañana y salir corriendo porque tenía compromiso o trabajaba toda la noche y dormir parte de la mañana”. Para la también prima del escritor y su asistente desde 1985, la característica que definió siempre a Carlos Monsiváis fue su deseo de abarcar y hablar de todo porque pensaba y miraba las cosas como partes del todo, no como algo aislado. “Lo que más le gustaba abordar era la literatura, la poesía, que le encantaba; escribió novela, cuento y ensayo, pero eso fue porque le pedían un trabajo y lo aceptaba, además de que eran trabajos en los que abordaba cosas que le interesaban, por ejemplo, los espectáculos, cultura, cine, teatro y danza”. Mientras que para la escritora y periodista mexicana, Elena Poniatowska, Carlos Monsiváis fue un hombre “bastante chismoso”, con un gran sentido del humor y una ironía tremenda que veía la vida con “ojos de gato burlón”. “Era un hombre que decía muchas cosas malas de todos sus amigos y de sus enemigos, porque agarraba parejo con todos. Tenía una gran lucidez que le permitía conocer todo lo que sucedía en México, por eso es el único escritor que hizo una obra de análisis de la realidad mexicana como nadie lo ha hecho. “También fue un hombre implacable cuyos juicios que hacía sobre los demás eran muy serios y definitivos. Y no hay que olvidar que era un gran crítico de poesía que quiso hacer poesía y sabía muchísimo de poesía”. Para el periodista, escritor, experto en literatura, asesor, coordinador editorial, colaborador y fundador del periódico La Jornada, Javier Aranda Luna, Carlos Monsiváis fue una persona que conocía de todo, con una facha de “arisco” al que mucha gente le tenía miedo, pero que siempre fue un hombre muy generoso. “A los jóvenes que le mostraban sus trabajos, siempre tenía tiempo para leérselos, comentárselos y hablar con ellos de todo, desde la música más reciente hasta de las mejores películas desde su punto de vista. “Una vez estaba en su casa y puso música ranchera, le dije Carlos, ¿A poco te gusta eso? Y me dijo: cuando tú te metes a hacer cuestiones de lecturas culturales tienes que leerlo todo, ya después discriminas. Además esto es algo más vivo que muchas cosas que se dicen de alta cultura, de música de concierto que no atrapan a la gente”. “Como amigo era muy divertido, -recuerda el caricaturista Rafael Barajas El Fisgón-, tenía un sentido del humor muy desorbitado y podía hacer chistes de todo porque era un hombre enterado e informado de lo que acontecía… “Tenía una memoria extraordinaria, podía hacer parodias, recordar diálogos complicados que después podía recitar. Lo recuerdo con cariño, sigo pensando que me hace una falta terrible, le hace una gran falta al país como voz crítica”. El monero del periódico La Jornada explicó que en estos momentos sería necesario contar con una antología breve de sus textos básicos que la gente pudiera ver fácilmente: “Sería bueno empezar con un blog que tuviera todo eso, una especie de Enciclomonsi donde tú puedas ir consultando tópicos sobre el feminismo, política, arte, fotografía, en fin, abarcó muchísimos temas”. Para el crítico cinematográfico Carlos Bonfil, Carlos Monsiváis era sobre todo, un notable director de conciencia de quien era importante extraer las mejores conclusiones posibles de sus juicios severos sobre las responsabilidades morales, la congruencia ideológica y el desarrollo intelectual de sus amigos. “El Carlos Monsiváis amigo, crítico implacable de toda pereza intelectual, compartía generosamente sus fobias y sus entusiasmos, y esa aparente promiscuidad de gustos y rechazos —siempre compleja, en ocasiones conflictiva— se volvía el tipo de complicidad afectiva que uno desea siempre cultivar con los mejores amigos”. El periodista especializado en política y medios de comunicación, Jenaro Villamil, detalló que Carlos Monsiváis fue un gran divulgador de la cultura popular mexicana, un hombre irónico y con un humor que le exige al lector conocimiento previo de lo que lee. “Por eso tiene tantos seguidores, porque Carlos lograba conectarse con ese sentido del humor del mexicano. Como persona fue muy peculiar, muy buen amigo, quizá uno de los más leales una vez que él te adoptaba como amigo al grado tal de involucrarse en todo lo que te pasara y él pedía lo mismo, que te involucraras en todo lo que le pasaba. “También era un amigo exigente, te pedía estar al día, pendiente de la información, de los sucesos, de las novedades literarias, del cine que era su pasión y de la música. Era un amigo severo y tenía respeto a su vida íntima que fue muy reservada y compartida sólo a sus amigos muy cercanos ya que nunca la hizo pública ni le interesaba vivir de eso”. Monsiváis cronista
Carlos Monsiváis ha sido considerado como uno de los mejores cronistas del periodismo mexicano. Publicó principalmente crónica, mezclada con ensayo y cuento recogidas en Días de guardar, Amor perdido, Escenas de pudor y liviandad y Entrada libre, aunque al haber sido un intelectual atento a todos los temas de la vida cultural en el país, también desarrolló la crítica literaria. Como crítico sobresalen sus antologías, entre ellas, La poesía mexicana del siglo XX que ofrece los más amplios panoramas de la lírica mexicana; también escribió cerca de 100 prólogos sobre obras literarias, históricas y de cultura popular, entre los que destacan los hechos a las obras de Ignacio Manuel Altamirano, Manuel Payno y Salvador Novo. En el terreno de la crónica escribió diversos libros como Amor perdido (Gob. del Edo. de Jalisco, 1977); A la mitad del túnel, (Océano, 1983); Entrada libre. Crónicas de la sociedad que se organiza, (ERA, 1987); Los mil y un velorios, (Alianza Cien/Conaculta, 1994); Los rituales del caos (ERA, 1996); “No sin nosotros”, Los días del terremoto. 1985-2005, (ERA, 2005) y El centro histórico de la ciudad de México (Turner, Madrid, 2006). De entre los muchos de sus reconocimientos destacan El Premio Nacional de Periodismo, en crónica (1977); el Premio Jorge Cuesta 1986; el Premio Manuel Buendía 1988; Premio Mazatlán de Literatura 1988 por Escenas de pudor y liviandad; Premio Xavier Villaurrutia 1995 por Los rituales del caos; la Orden Gabriela Mistral 2001 otorgada por el Gobierno de Chile; la Medalla al Mérito 2003 otorgada por la Universidad Veracruzana y el Premio Nacional de Ciencias y Artes en la rama de Literatura 2005. Carlos Monsiváis se convirtió en un referente para acercarse a la cultura popular del trabajo intelectual y literario en México y el mejor cronista de los cambios sociales de su sociedad. En el libro La conciencia imprescindible. Ensayos sobre Carlos Monsiváis (Fondo Editorial Tierra Adentro, 2009), el ensayista y cronista, Jezreel Salazar destaca la mirada polisémica que propone y esparce sobre sus objetos de estudio, la multiplicidad de voces que incluye al interior de sus textos y la gama de discursos y referentes ya sea literarios, filosóficos e históricos con los que está constantemente en diálogo. “La mezcla de géneros y el cruce de fronteras que practica, la diversidad de registros y recursos retóricos a los que recurre para construir una literatura incluyente, plural y crítica...Vista así, su obra se revela como la de un autor que ha buscado cifrar en su propio lenguaje la voz de los otros, la voz compuesta del espacio público”, escribe Jezreel Salazar en el texto introductorio titulado Carlos Monsiváis un repertorio infinito. José Gordon, agregó que el mayor aporte literario de Carlos Monsiváis es en el terreno del ensayo, en donde realmente compartió sus amplios mapas del paisaje literario mexicano para ubicar los contextos de diferentes narradores, siguiendo la definición aportada por Alfonso Reyes, quien decía que el ensayo era el centauro de los géneros narrativos al incorporar la literatura, la crítica y otros géneros. Para el editor y escritor Carlos Mapes, en la obra de Carlos Monsiváis participan todos los géneros: la narrativa, el cuento, la crónica, el aforismo y ensayo, por eso es una obra única, ya que son textos en donde expone desde su crítica literaria, pero también su autobiografía en donde habla de sus raíces, su gusto por la música y el cine, pasando por sus orígenes protestantes, su crítica siempre feroz al nacionalismo y hasta su amor por la Ciudad de México. “Para él fue determinante la lectura de El laberinto de la soledad de Octavio Paz, ese libro lo marcó profundamente porque se dio cuenta que el mexicano se mueve en dos orillas: el relajo y la solemnidad. Él se metió en medio de ellas con un sentido del humor crítico y esa es su gran aportación a la literatura mexicana”, señaló Carlos Mapes. Para Javier Aranda, la aportación de Carlos Monsiváis a la literatura fue que tuvo el genio de dar origen a obra de muchas curiosidades al amalgamar dos vertientes: la alta cultura y la cultura popular, además de recogerlas en sus crónicas con un lenguaje simple y atractivo para cualquier lector. “Carlos tuvo el genio de darse cuenta que lo que importa en materia de literatura es contar, contar historias. El género que utilizó son los que algunos consideran todavía menor: la crónica, en donde yo no veo ninguna diferencia con una novela o un cuento, simplemente es la forma de presentar las cosas. La crónica es el cuento de la verdad, sus personajes son de carne y hueso y lo que en esencia nos cuenta Carlos son historias, historias que nos importan a todos". Elena Poniatowska destacó que la aportación de Carlos Monsiváis a la literatura mexicana es en la crítica literaria, ya que ahí es donde el escritor pudo exponer con mayor perfección su espíritu crítico. “Espíritu que hoy día nos hace una gran falta. Además de que ahí reflejó su análisis político y el interés en la política que no tienen muchos escritores ya que algunos prefieren mantenerse afuera, al margen y Carlos nunca fue así. “Son textos en donde Carlos expone parte de su carácter y de su formación que es muy atractiva para las minorías, ya que era un muchacho que vivía en barrios pobres, pertenecía a una minoría sexual y era protestante en México, un país donde todos o en su mayoría son católicos”. Beatriz Sánchez añadió que para ella la mayor aportación de Carlos Monsivaís se dio en la crónica literaria que el escritor elaboró de forma “muy contemporánea y con una visión diferente creada desde su punto de vista particular ya que tenía un muy buen ojo que hacía todo muy sintético, extraía lo esencial, lo más importante. “También supo hablar de los movimientos sociales y las minorías. Principalmente creo que se interesó por la diversidad sexual y la religión que era un tema que le apasionaba. Asimismo creo que su aportación fue que él entendía a México, a la política y su aspecto social que a través de sus crónicas nos ayudan mucho entendernos”. Mientras que para Jenaro Villamil, la aportación de Carlos Monsiváis fue convertir la crónica periodística en un género hibrido más cercano a la literatura y a la narrativa literaria que a la coyuntura periodística. Además de ser el escritor que logró introducir como tema de interés periodístico la poesía mexicana, sobre todo de los contemporáneos y del siglo XIX. “A él se le debe, por ejemplo, que Amado Nervo se le dejará de ver como un autor de la cursilería mexicana, él lo recupera de manera importante. Él no escribió mucha ficción, no fue un novelista, pero sí fue un gran compilador de la poesía. Su obra es polifacética y tiene muchas caras e intereses, pero sobre todo es militante. “Muchas de sus crónicas se pueden leer ahora y no pierden vigencia ni vitalidad. Carlos nunca vio su obra propiamente intelectual, de manera ajena a la realidad, sino como parte de una militancia social, política, a favor de la diversidad sexual y religiosa”. Monsiváis cinéfilo
El crítico de cine Carlos Bonfil recordó que el propio Monsiváis señalaba que el cine afina y revitaliza el gusto por la lectura, por lo que el placer literario vuelve siempre más estimulante y profundo todo acercamiento al séptimo arte. “Hablar con Monsiváis de una película era propiciar y dar pretexto a una cátedra olímpica sobre escritores, dramaturgos, cineastas y poetas, y a un duelo de conocimientos del que rara vez salía uno airoso”. Para Carlos Bonfil, Monsiváis fue un cinéfilo entusiasta y maniático que eligió convertir la sala de su casa en una filmoteca alternativa para el disfrute personal y el de sus amigos. Reconoció que el ver una película con el autor de Días de guardar era un disfrute enorme y a la vez penoso: “Su erudición era avasalladora e intimidante, sus interrupciones incontables y el examen al que sometía a sus amigos a la vuelta de cada escena (¿en qué otra película aparece la actriz que aquí es mucama de Bette Davis? ¿Quién compuso la partitura de esta película y cuál fue la causa de su suicidio en 1938?, y un largo etcétera), podía ser exasperante. “Al cabo de esta situación incómoda, el filo de su crítica abría horizontes en ocasiones insospechados para la apreciación de las cintas, y el entusiasmo contagioso del anfitrión estrella volvía menos fastidioso, e incluso muy disfrutable, el examen final a título de suficiencia que era ver con él una película”. “A Carlos Monsiváis –añade Beatriz Sánchez– le gustaba muchísimo el cine, los gatos y la música. Recuerdo que de las primeras colaboraciones que él hizo fue sobre el cine y siempre estaba pendiente de este arte que era su gran pasión. Diario veía películas al igual que leía. Además tenía amigos cinéfilos apasionados con los que buscaba verlas, por ejemplo Carlos Bonfil, con el que gozaba ver películas, entre ellas, Oliver y El Mago de Oz”. Monsiváis coleccionista
Para Beatriz Sánchez y Javier Aranda existen otras facetas de Carlos Monsiváis que aún no han sido descubiertas. Una de éstas se puede conocer al visitar el Museo del Estanquillo.
“Carlos –destaca Beatriz Sánchez– era un coleccionista apasionado y obsesivo que estaba al pendiente de lo que podía conseguir y le interesaba. Diario lo visitaban los vendedores porque les encargaba específicamente fotografías, objetos o lo que él tuviera en mente.
“Quizá esta es una faceta que lamentablemente no tenemos muy clara porque Carlos no nos dejó su visión de lo que él quería coleccionar, ya que al igual que su obra escrita, con sus colecciones quería abarcar todo”.
“Visitando el museo –detalló Javier Aranda– te vas a dar cuenta que su mundo era múltiple y que era un personaje muy rico y complejo que todavía nos va a seguir sorprendiendo con cosas y con sus colecciones. Descubrirás que tenía una capacidad de lectura en constate renovación que no hemos sabido todavía descifrar.
“Hay muchos de sus textos que están todavía en forma de libro o en hemerotecas en forma de crónica, que si los rescatamos vamos a encontrar a ese Carlos que no hemos descubierto y que nos va a acompañar para entender momentos importantes de nuestra vida y de la historia de la ciudad”.
De acuerdo con Evelio Álvarez Sanabria, subdirector del Museo del Estanquillo y responsable del área de Colecciones, la Colección Carlos Monsiváis está integrada por más de 20 mil piezas, ubicadas en diversos rubros, entre los que destacan:
-Fotografías que aproximadamente integran la mitad del acervo. Van desde mediados del siglo XIX, es decir, década de los 50 hasta el siglo XXI. “Con ellas prácticamente se puede estudiar toda la historia de la fotografía, desde que se crearon los daguerrotipos hasta la fotografía digital”, detalló Evelio Álvarez.
-Gráfica en sus vertientes: estampa, grabado, dibujo y caricatura. La colección está integrada por más de 3 mil piezas. Entre éstas se encuentra una de las colecciones más amplias que existen en México y el extranjero de la obra de José Guadalupe Posada, integrada por alrededor de mil grabados.
También se encuentran alrededor de mil 500 obras realizadas en el Taller de Gráfica Popular, específicamente diseñadas por el artista y grabador Leopoldo Méndez y obras con las que Carlos Monsiváis inició su colección y su afición por el coleccionismo: alrededor de 120 piezas realizadas por el artista e investigador Miguel Covarrubias. -Caricatura con cerca de cinco mil dibujos y cartones originales de Alberto Isaac, que van desde la década de los 50 hasta 1995. A ellos se añaden obras del siglo XIX y litografías del pintor y litógrafo Claudio Linati que datan de 1828. Hay obra del dibujante, litógrafo y pintor Casimiro Castro y del periodista y caricaturista Constantino Escalante. Asimismo, hay obras de caricaturistas de la transición entre el siglo XIX y XX; de los que se agruparon en torno al periódico El Universal y El Universal Ilustrado; Carlos Alcalde, Jesús Olvera, Santiago de la Vega y de los populares como Gabriel Vargas, Rius, Helguera, El Fisgón, Jis y Trino. -Maquetas, más de 120 elaboradas por artesanos, “entre los que destacan uno de Puebla: Teresa Nava que rescata una serie de tiendas y comercios que han ido desapareciendo. También maquetas de arte popular elaboradas en plomo que hicieron Teodoro Torres y su esposa Susana Navarro y una serie de figurillas en plomo, decoradas al pincel de danzas, trajes típicos, bailes y escenas costumbristas”, comentó Evelio Álvarez. -Miniaturas, grabadas y talladas en hueso, algunas que sólo con lupa se pueden observar, como un cráneo que tiene un poco más del grosor de una cabeza de un alfiler y piezas realizadas por el escultor mexicano Roberto Ruiz, que trabaja el tema de las calaveras y diablos.
-Y documentos que datan del México Independiente. “De esas más de 20 mil piezas aún no se cuenta con toda la obra registrada –agregó Evelio Álvarez– estamos en proceso ya que hasta ahora tenemos matriculado cerca de 11 mil piezas. Para pedirlas se debe hacer una solicitud oficial al director del museo y él junto con su equipo de trabajo valoran de acuerdo al tema de interés y el tiempo, si se cuenta o no con ese objeto y si puede o no prestar”. Para el subdirector del museo, estas colecciones, más que mantener vigente el legado de Carlos Monsiváis, permiten rescatar la historia de México “y darle otro giro a cada uno de estos objetos gracias al buen ojo de Carlos, ya que de lo contario se hubieran perdido. “Lo que hizo Carlos con estas colecciones no sólo fue rescatar todo lo que habla de México, sino reunir y armar una nueva historia que se está gestando a través de los trabajos de varios intelectuales que han utilizado estas obras que coleccionó Carlos Monsiváis para darle una nueva mirada a nuestra historia”. Para conocer más sobre estas colecciones se puede visitar: www.museodelestanquillo.com Recientes publicaciones
Para Elena Poniatowska, el mejor homenaje que se le puede hacer a Carlos Monsiváis “es leerlo pero bien y a fondo, a pesar de que no es un autor fácil, pero es importante porque es una manera de saber hacia dónde dirigir nuestros pasos por la ciudad”. Para los interesados en conocer el legado de Carlos Monsiváis, existen libros póstumos que pueden acercarlos a su obra: En noviembre del 2010, se dio a conocer el libro Que se abra esa puerta: crónicas y ensayos sobre diversidad sexual, compilación de textos escritos por Monsiváis para la revista Debate Feminista bajo el sello de editorial Paidós. Se trata de una recopilación histórica de lo que ha pasado con la vida, usos y costumbres de los homosexuales en México. Entre los temas desarrollados destaca la persecución homofóbica de que fue objeto el poeta Salvador Novo y el grupo literario Los Contemporáneos; una crónica de cómo vivían los gays en la primera mitad del siglo XX; un repaso a la poesía y literatura homoerótica de México, España y América Latina y un testimonio de la vida y obra de Nancy Cárdenas, primera lesbiana que se abre públicamente ante los medios de comunicación. En ese mismo año, editorial Trilce-Grijalvo publicó ¿Adónde váis Monsiváis?, tomo dividido en amplios apartados que van de Garibaldi a la Lagunilla, la Basílica, el Chopo y anexas; de la zona Rosa a Chapultepec; de la Roma e Insurgentes al estadio Azteca y Xochimilco y del California Dancing Club a Iztapalapa y el Centro Histórico. El libro es resultado de un trabajo de investigación en torno a miles de páginas que Monsiváis había escrito con referencias a la ciudad para conformar una especie de guía intelectual del Distrito Federal. Un recorrido en las postrimerías del siglo XIX hasta la década de los ochenta con temas literarios que van de la Generación del Ateneo y los Contemporáneos a textos sobre el marxismo, el feminismo y la nacionalización del psicoanálisis es lo que ofrece La cultura mexicana en el siglo XX. La publicación editada por el Colegio de México y presentada en junio en 2011, es considerada el último libro escrito por Carlos Monsiváis, que se convierte en obra clave para comprender el devenir cultural nacional. El propio Monsiváis en la nota introductoria concluyó que cubrir un siglo en la vida cultural de un país, así sea de modo descriptivo y sintético, es una tarea inacabable. El 4 de junio de este 2013 se presentó el libro Aproximaciones y reintegros, libro editado por Trilce Ediciones, un volumen compuesto por 48 textos que reúnen por primera vez la crítica literaria que Carlos Monsiváis escribió para el suplemento La Cultura en México cuando empezó a colaborar ahí en 1962 y hasta 1980. La cultura nacional, la Revolución, la identidad mexicana, el charro, la china poblana, las pirámides, el futbol, el cine, personajes destacados como Pedro Infante, la poesía, los Contemporáneos y sobre todo la Ciudad de México, son los temas que Monsiváis, el ‘Cronista de la Ciudad de México’ logró retratar en estos textos. “Es un texto en dónde quise demostrar que Carlos era un literato de tiempo completo y en donde muestro que no sé puede separar de su obra la visión histórica de la cultura, y la manera en que más que analizar las generaciones como lo haría cualquier crítico literario de México, Carlos analiza los sexenios que para él son determinantes. Además de que todo lo que narra él lo mezcla con la historia, la cultura y la literatura mexicana siempre”, destacó Carlos Mapes, compilador, realizador de las notas y editor de este libro.Esta conversación es moderada acorde a las reglas de la comunidad “Ciudadanía Express” . Por favor lee las reglas antes de unirte a ella.
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