Anaiz Zamora Márquez /CIMAC
Oaxaca, México.- Además de altos índices de agresiones físicas y sexuales, las mujeres carecen de empleo y condiciones de vida digna debido a la política económica del Estado mexicano.
Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), entre el 40 y 50 por ciento de las mexicanas ha vivido violencia física o sexual de parte de su pareja, lo que las coloca como las más violentadas de los países que pertenecen al organismo internacional.
En su más reciente reporte, “¿Cómo está la vida? 2013”, la OCDE señala que México no ha logrado garantizar a sus habitantes el acceso a una vivienda digna, condiciones ambientales adecuadas, servicios de salud, salarios justos, así como tampoco garantiza que la vida laboral sea compatible con la vida personal e individual.
De 10 puntos que esta organización calificó para su informe, nuestro país apenas obtuvo 3.42, lo que lo ubica en el penúltimo lugar de los 36 países miembros del llamado “club de los ricos”.
Que el Estado mexicano no garantice al 52 por ciento de la población una vida digna es violencia, según la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia (LGAMVLV).
La norma define a la violencia económica como “toda acción pero también omisión que afecta la supervivencia económica de la víctima”.
El artículo 18 de la Ley General define como una modalidad de violencia a “los actos u omisiones de las y los servidores públicos de cualquier orden de gobierno que discriminen o tengan como fin dilatar, obstaculizar o impedir el goce y ejercicio de los Derechos Humanos de las mujeres, así como su acceso al disfrute de políticas públicas”.
Para la economista especializada en género, Carmen Ponce, las políticas públicas creadas en México para atender a la población femenina no conciben a las mujeres como agentes activos, sino que las vislumbran como “mujeres pobres y carentes de tiempo propio”.
SIN DERECHO A UNA VIDA DIGNA
Ejemplo de ello es “doña Mari”, quien vive con su hijo de 15 años de edad en una pequeña recámara rentada. Es sobreviviente de violencia, ya que durante su embarazo fue golpeada, lo que provocó a su hijo sordomudez.
Su jornada empieza todos los días a las seis de la mañana, limpia su cuarto, prepara la comida y lleva a su hijo a la escuela antes de irse a trabajar en la limpieza de casas.
Por jornadas de más de nueve horas, “Doña Mari” recibe entre 150 y 200 pesos diarios, dependiendo de la casa en la que le toque hacer la limpieza; con ello paga la renta y tendría que pagar gastos de la escuela de su hijo, alimento y vestido, y si acaso le alcanza, enviar cada mes una pequeña cantidad a su familia que vive en Veracruz.
No le alcanza para ahorrar y todos sus ingresos los destina a las necesidades diarias.
“Mari” forma parte de los 28.2 por ciento de hogares con jefatura femenina, pero que tienen los ingresos más bajos ya que destinan el 37.3 por ciento de sus ingresos a alimentación, según la Encuesta Nacional de Gastos en los Hogares.
Carmen Ponce refiere que la volatilidad en los precios de los alimentos es muy importante para la economía familiar porque genera pobreza alimentaria, pero este fenómeno sería menos importante si los salarios no tuvieran esos aumentos “de miseria” y pudieran recuperar su poder adquisitivo, se generaran suficientes empleos y se regularan algunos precios.
Si bien hoy 18 millones de mexicanas están dentro de la población ocupada, 11 millones no cuentan con servicios de salud (62 por ciento). Si de ingresos se trata, alrededor de 55 por ciento recibe dos salarios mínimos y únicamente seis de cada 10 trabajadoras ganan más de cinco salarios mínimos.
Para la OCDE es fundamental que se incremente el bienestar de las mujeres, pues es la clave en la salud y desarrollo de sus familias y de la sociedad, toda vez que la salud de las y los menores de edad está “estrechamente” relacionada con el acceso de las mujeres a los recursos, así como a los servicios.
Con respecto a la salud, el organismo reportó también la ampliación de la expectativa de vida para las mexicanas, quienes llegan a vivir incluso 10 años más que sus parejas varones, lo que no necesariamente implica que vivan con mejores condiciones de salud y calidad de vida.
En otras palabras –dijo la OCDE–, las mujeres “se enferman y los hombres mueren rápidamente”. Por ejemplo, mientras en 2011 el 72 por ciento de los varones (en el promedio de los países miembros) reportaron gozar de buena salud, sólo el 68 por ciento de las mujeres lo hicieron.
La especialista Carmen Ponce advierte que de no frenarse este empobrecimiento y de no asegurar a las mujeres el acceso a condiciones de empleo digno –debido a los cambios poblacionales futuros–, las adultas mayores serían el grupo poblacional más afectado.