HABEMUS PAPAM
FRANCISCO PRIMERO
Jorge Bergoglio,
El Arzobispo de Buenos Aires ya cosechó muchos votos en el cónclave anterior. Tiene 77 años y encaja en el cliché de Papa mayor, reformista y de transición
Joven, con buena salud y reformador. Hasta ahora, ésas parecían ser las premisas ineludibles para comenzar a buscar al nuevo Papa. Pero en los últimos días la primera condición parece perder importancia y gana puntos la tríada de reformador, mayor y con no demasiados achaques. Se busca un nuevo Roncalli, (Juan XXIII, Angelo Giuseppe Roncalli, fue el papa número 261) papel en el que muchos ven al cardenal argentino Jorge Mario Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires, que se parece en muchas cosas al Papa Bueno menos en su aspecto.
Más alto y menos gordo que Juan XXIII, el purpurado platense no sale en las quinielas al uso de los papables. Pero, si el cónclave se bloquea entre el "partido romano" de los curiales y el "partido reformista" de los extranjeros, especialmente americanos y alemanes, la opción del argentino podría revelarse providencial.
Bergoglio ya cosechó muchos votos en el cónclave anterior y se convirtió en el favorito del sector moderado-progresista y, por consiguiente, en el principal rival de Ratzinger. Tanto que, según algunas indiscreciones, el purpurado jesuita se habría levantado en el cónclave, para pedir a los cardenales, entre lágrimas, que no lo siguiesen votando.
Entonces, el argentino tenía 70 años. Pasados casi ocho, Bergoglio ha cumplido los 77 y encaja perfectamente en el cliché de Papa mayor y de transición. Tampoco se le conocen graves dolencias y podría asumir perfectamente el papel de Papa reformador por el que suspira la inmensa mayoría del cónclave...y del pueblo de Dios.
Nadie duda de que el purpurado argentino tenga carácter. Como dice el hermano Ricardo Corleto, agustino recoleto de paso por Roma, "es un hombre tan honrado y tan íntegro que ni siquiera el gobierno Kirchner pudo encontrar mancha alguna en su vida, a pesar de haberla buscado con suma diligencia". La prioridad: Cambiar la Curia Jesuita recto, dialogante, sencillo y sumamente austero, se desplaza en metro o bus por Buenos Aires y no le gusta que llamen eminencia. Cuando le preguntan cómo han de dirigirse a él siempre contesta diciendo: padre Bergoglio. Capaz, inteligente, profundamente espiritual y hombre de una sólida personalidad, no se arredraría a la hora de meter en cintura o de reformar en profundidad a la Curia romana. Uno de los cometidos que todos los cardenales parecen considerar prioritario en la labor del nuevo Papa. La iglesia se juega en ello su credibilidad social tan dañada últimamente por todos los escándalos del Vatileaks.Una reforma de fondo, que persiga una mayor colegialidad y rescate del ostracismo la sinodalidad ya apuntada en el Vaticano II. Como dice el cardenal Kasper, otro emérito de prestigio, "la Iglesia necesita transparencia y colegialidad. Hay que salir del cerco del centralismo romano". Y añade: "Cambiar la Curia es una prioridad".
Con Bergoglio en el solio pontificio la Iglesia no solo podría ganar un nuevo Roncalli, sino que además realizaría un salto epocal al otro lado del Atlántico con red. Es decir en manos de un papable fiable, con experiencia , decidido, de los que no le tiemblan el pulso, "limpio" y con agallas para terminar la limpieza que no pudo o no le dejaron hacer a Benedicto XVI : el IOR, banco vaticano, y la Curia. Un nuevo Roncalli del cono sur con raíces turinesas. Un jesuita para reformar la Iglesia.