Oaxaca. México._ La decana de la arqueología con perspectiva de género Rosemary A. Joyce recuerda que a los ocho años leyó un libro que la marcaría para siempre. “Se trataba del descubrimiento de las ruinas de Troya” y después devoró cualquier texto de arqueología que cayó en sus manos, sobre las pirámides de Egipto o las antiguas ruinas de Machu Picchu, en Perú. Ya a los 16 años su vocación estaba definida: sería arqueóloga.
La doctora Rosemary A Joyce, profesora investigadora del Departamento de Antropología de la Universidad de California en Berkeley y dedicada a la arqueología durante más de tres décadas, en especial a la presencia de las mujeres en la cultura maya precolombina, fue homenajeada por sus pares mexicanas y estadounidenses como parte del IX Congreso Internacional de Estudios de Género, organizado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
El homenaje consistió en la entrega de un ejemplar del libro
Género y Arqueología en Mesoamérica, en el que participan una veintena de investigadoras que han sido colegas, alumnas o han recibido la influencia del trabajo de Joyce en el campo de la arqueología con perspectiva de género.
Este libro, en su versión electrónica, podrá ser descargado gratuitamente el próximo año en la página de Internet del Centro de Estudios de Antropología de la Mujer:
http://www.ceam.mx, informó la doctora María Rodríguez-Shadow, coeditora de la publicación junto con Susan Kellogg, profesora de la Universidad de Houston.
En entrevista, Joyce relata que desde la preparatoria “busqué entender la presencia de la mujer en la historia antigua, pero no había referentes, sólo aparecían como seres pasivos sin participación alguna. Ya en la Universidad de Cornell (en Ithaca, Nueva York), encontré libros y algunas teorías con perspectiva de género. Empecé por buscar ejemplos de mujeres excepcionales”.
Una de sus mayores influencias fue la filósofa post-estructuralista Judith Butler, quien actualmente tiene una cátedra de literatura comparada y estudios de la mujer en la Universidad de Berkeley.
Desde 1977, Rosemary se interesó por la cultura maya, específicamente por la cerámica con representaciones femeninas de Honduras. Sus investigaciones incluyen el análisis de la cerámica, arqueología de los hogares y categorías como sexo, género y cuerpo, los cuales ha unificado por medio de las teorías de Arqueología Social, que es también el título de una revista de la que es editora fundadora.
Es de destacar su participación en la coautoría del libro
Mesoamerican Archaeology: Theory and Practice (Blackwell Global Studies in Archaeology, Blackwell, 2004), junto con Julia A. Hendon. Además, su interés por los estudios de género la llevó también a escribir un trabajo sobresaliente sobre la historia temprana del chocolate.
Sus publicaciones incluyen
Ancient Bodies, Ancient Lives (2008);
Embodied Lives: Figuring Ancient Egypt and the Classic Maya (Routledge, 2003);
The Languages of Archaeology: Dialogue, Narrative, and Writing (Blackwell, 2002),
Gender and Power in Prehispanic Mesoamerica (University of Texas Press, 2001).
En
Gender and Power in Prehispanic Mesoamerica, Joyce explica que el género no era una categoría fija antes de la llegada de los españoles al continente americano, sino que fluía con la potencia de un líquido.
Para ello, centra sus reflexiones en el apogeo del período Clásico, donde los gobernantes mayas se presentaban como encarnación de todas las posibilidades de género, de sexo masculino a través de sexo femenino, usando trajes mezclados y desempeñando roles masculinos y femeninos en las ceremonias de Estado.
“Cuando empecé —recuerda— era imposible identificar a las mujeres de los hombres en las investigaciones del pasado, sobre todo en arqueología. Era algo muy extraño, pero se presentaba a los hombres como protagonistas, y las mujeres no aparecían”.
“De entrada, yo me plantee el problema de trabajar en los ámbitos domésticos y residenciales, para buscar las huellas materiales del trabajo femenino, como la preparación de la comida o la producción de cerámica o textiles, con la idea de presentar el papel de las mujeres en la producción de la economía”, explicó la doctora Rosemary Joyce.
“A los arqueólogos de mi época les interesaba el conjunto ceremonial y también el palacio, pero no el ámbito doméstico. Esto me abrió un gran campo de trabajo, aunque, en los años 80 no me fue fácil publicar mis investigaciones. Me decían ‘¡Qué interesante, pero desgraciadamente no lo vamos a publicar!’”, agregó.
“Escribí un texto sobre estelas mayas donde se representaba a mujeres gobernantes, mujeres que habían ejercido el poder. Describía sus atributos y contaba su vida en general; pero no pude publicar este texto hasta diez años más tarde”, indico la decana de la arqueología.
“Con el tiempo entendí que muchos investigadores estaban leyendo el pasado prehispánico con las ideas fijas del presente, de manera que no hemos dicho cómo estaba distribuido el trabajo, que el ámbito doméstico era algo privado y no participaba en política o en la construcción del estado; pero creo que es necesario ver el pasado con los ojos del pasado y entender su concepción, la producción y el estado.
Sobre este tema abunda Joyce: “Hacemos analogías con las sociedades indígenas de la actualidad, producto del trabajo etnográfico, sin entender que esos grupos están colonizados y jerarquizados por el poder dominante. Había, entonces, que pensar cómo era su modo de vida antes del desarrollo del estado y las diferencias entre los géneros. De ahí que utilicé recursos y conceptos de la teoría de género que estaban sirviendo para entender las relaciones de hombres y mujeres en el siglo XX y XXI, para comprender a las personas del siglo III y IV de nuestra era”.
Estas teorías, añadió, nos enseñan que no había una sola manera de estar entre hombres y mujeres, sino distintas relaciones entre ellos; los estudios de género, más que decir que las mujeres son protagonistas, buscan liberarnos de las cadenas de tipificar los roles, decir que tanto mujeres como hombres eran importantes para el desarrollo del estado.
“Mi investigación indaga las maneras en que habitantes prehispánicos de América Central empleaban la cultura material en la negociación activa de su lugar en la sociedad. Gran parte de mi trabajo publicado se refiere a la utilización de imágenes de representación para crear y reforzar las identidades de género, e incluye exámenes del arte monumental de los mayas del Clásico y textos glíficos y del período Formativo, imágenes en escala pequeña y monumental”, abundó la experta.
Joyce hizo trabajo de campo en Honduras desde 1997, y en la actualidad codirige un proyecto para investigar la evidencia más temprana de la vida del pueblo maya en ese país.
Anteriormente ha trabajado en proyectos arqueológicos en el poblado el Naco, cerca de San Pedro Sula, y en el Valle Ulúa, así como en la cuenca del río Cuyumapa, siempre utilizando los enfoques multiescalares que implican patrones de asentamiento regionales y de arqueología detallada de los hogares.
En Honduras, la doctora Rosemary Joyce llevó a cabo excavaciones en “una aldea que es contemporánea de las sociedades Olmecas de la costa del Golfo de México, que convergen con mi nuevo análisis de las colecciones de museos del período formativo (1100-900 a.C). Más recientemente, he llevado a cabo excavaciones en Los Naranjos (Honduras), un importante conjunto monumental que data de la misma época, el cual abrió a finales de 1990 como parque nacional”.
También ha desarrollado una intensa labor como antropóloga de museo, trabajando con colecciones, que incluyen fotografías y archivos históricos, tanto en América del Norte como en Honduras.
“He tenido el privilegio de participar en la gestión de las colecciones y exposiciones de trabajo en el Museo Peabody de Harvard, el Museo y Centro Cultural de Wellesley College, la plantación de Patrimonio en Sandwich, Massachusetts, el Museo de Antropología e Historia en San Pedro Sula, Honduras, entre otros”.
“Mi trabajo con las colecciones del museo inspirado un interés en la historia disciplinaria, y he publicado trabajos sobre las mujeres que fueron de las primeras arqueólogas en Honduras. Esto ha llevado al trabajo prolongado en la historia y sociopolítica de la arqueología, con Honduras como caso de estudio”.
Con una sencillez fuera de lo común, Rosemary A. Joyce se congratula de que ahora haya toda una comunidad de investigadores, hombres y mujeres, interesados en la arqueología, con una perspectiva de género: “En los años 80, éramos unos cuantos, unos pocos estudiantes y profesores, sin posiciones de poder, trabajando desde abajo”.
Finalmente, aseguró que el libro y el homenaje, como parte del IX Congreso Internacional de Estudios de Género, “es un gran honor, algo totalmente inesperado para mí, pero también es un gran reconocimiento para todos mis colegas, porque ahora somos una comunidad y estamos en contacto. No importa si estamos en Asia, Estados Unidos o México, donde es posible realizar este Congreso de Estudios de Género”.