Oaxaca, México.- Sergio Pitol es un hombre que ha sido un faro de la cultura mexicana en las ultimas décadas, un carácter único en la literatura que ha compartido sus obras, su talento, su lectura, así como sus traducciones con las que ha introducido a los lectores en castellano a todo un mundo literario, expresó Rafael Tovar y de Teresa, presidente del Conaculta.
En una velada de evocaciones y nostalgia por el legado y las alquimias literarias del escritor, el llamado “Mago de Jalapa”, el amigo y autor Sergio Pitol, fue homenajeado la noche del martes 17 de septiembre en el Palacio Bellas Artes.
Rafael Tovar y de Teresa acompañó en la Sala Manuel M. Ponce al autor de
El arte de la fuga, de quien se confesó un admirador y un testigo de su amistad, generosidad y erudición siempre guía en diversos temas culturales.
“Yo a Sergio le debo muchas cosas, desde reflexiones hasta vastas lecturas, gracias a él conocí una gran riqueza de la cultura europea, toda esa literatura de Alemania, de Rusia, él ha sido siempre un hombre generoso para compartir sus conocimientos”, afirmó el presidente del Conaculta.
Ricardo Cayuela, titular de la Dirección General de Publicaciones, moderó la mesa de este homenaje organizado por el Conaculta, el INBA y la Universidad Veracruzana, en la que estuvieron presentes Ana García Bergua, Luz Fernández de Alba, Laura Cázares, Álvaro Enrigue, Phillipe Ollé-Laprune y Christian Frías.
Ricardo Cayuela dijo que su obra como narrador, cuentista, ensayista ha hecho de Sergio Pitol una de las presencias más importantes de nuestras letras, además de un maestro que debe continuar presente en las nuevas generaciones.
“
El arte de la fuga es un libro crucial en el México contemporáneo y nos permite conocer un poco de su engranaje literario. Hay una metáfora de su amigo Juan Villoro, quien dice que Hemingway hablaba de las corrientes marinas, donde la historia está conformada por corrientes profundas que nos permiten enlazar la cultura y una de esas corrientes es Sergio Pitol.”
Ana García Bergua recordó cuando conoció a Pitol en Veracruz cuando ella presentó su primer libro y afirmó que leer los libros de este autor es una experiencia de deslumbramiento ante su cultura, pero encontrando además la correspondencia entre los vericuetos del alma con personajes únicos.
“Leerlo es también un viaje literario en el que los mundos se construyen a medida en que avanzamos por ellos, como una colección de cajas chinas que se comunican de manera extraordinaria. El medio literario tiende a crear grupos y cofradías, pero él es algo aparte, es algo único, es el planeta Pitol, por ello este homenaje es también una oportunidad para agradecerle sus libros su enseñanza y su presencia.”
Al hablar del Sergio Pitol maestro, Laura Cázares recordó cuando en 1977 él regresó de Europa e impartió en la Universidad Veracruzana un curso sobre William Shakespeare, siendo ella una alumna que, confesó, quedó ligada para siempre a su erudición.
“En grupo vivimos un proceso que fue del descubrimiento al deslumbramiento de su obra, él era un maestro generoso que nos recibía en su casa de Coyoacán donde nos permitía opinar acerca de sus novelas y sus personajes. Tiempo después tuvimos la oportunidad de que nos obsequiara unas conferencias sobre literatura rusa que nos abrió nuevos panoramas.”
Y agregó: “Una de las mejores enseñanzas de Sergio Pitol como maestro fue: cada autor debe crear su propia poética, a menos de que piense ser sólo un acólito de los grandes maestros, todo aspirante a escritor debe aprender eso”.
Álvaro Enrigue refirió que para su generación Sergio Pitol despedazó la idea de lo literario tradicional aprendiendo de él que uno puede escribir un libro justo como se le dé la gana y sólo de esta manera será mejor.
“Cuando en cierto momento de mi vida estaba yo en Washington, recibía los miércoles a las 9 de la noche una llamada de Pitol quien me decía que debía escribir con libertad absoluta, de él aprendí también que uno no debe pertenecer a grupos literarios sino por el contrario, tener amigos con afinidades literarias.”
Recordó cuando todo el mundo hablaba de
El arte de la fuga y los editores de la Feria Internacional del Libro donde fue presentada tuvieron que hacer un tiraje adicional pues las filas de libros se agotaban.
“Ese libro fue un deslumbrante ejercicio de libertad creativa, mostrando a Pitol ante las nuevas generaciones como un escritor ameno y divertido, cuyas novelas y cuentos fueron una isla de excentricidad en un México cerrado. Él nos hace ver que la importancia de un escritor radica en la influencia que tiene en las generaciones que lo siguen.”
Luz Fernández de Alba asoció a Sergio Pitol con el buen humor, el cual, dijo, tomó en los jarabes que le daba su abuela Catalina cuando era un niño convaleciente en Veracruz y reía con las ocurrencias de ella.
“Por ello –agregó– a su llegada a la Ciudad de México conoció a sus pares del humor en Luis Prieto y Carlos Monsiváis, con quienes se las pasaba inventando toda clase de ocurrencias, como que a Pancho Villa le gustaban mucho las mujeres porque en el fondo era una lesbiana bigotona”.
“Sergio es un escritor alejado de las poses, lo recuerdo cuando me llamaba para comentar sobre las telenovelas brasileñas que ambos veíamos por televisión:
Tieta y Roque Samperio, y me comentaba acerca de las pasiones de sus personajes. Pero también hablábamos de libros, y solía decir que la literatura es una actividad de niños solitarios, aquellos que encuentran en las páginas un consuelo distinto a aquello que juegan los demás”, relató Luz Fernández de Alba.
Phillipe Ollé-Laprune recordó cuando en Francia escuchaba hablar de un escritor enigmático llamado Sergio Pitol a quien años después conocería en San Ángel y se sorprendió de que era un mexicano que hablaba poco de México porque había viajado mucho por Europa.
“Con mi llegada a México en 1994 estreché lazos más profundos con Sergio Pitol con quien organicé una serie de conferencias apoyadas por la Embajada de Francia llamadas
Vasos comunicantes. Poco después con la publicación de El arte de la fuga nos mostró su forma y su ritmo y reinventó su literatura".
Phillipe Ollé-Laprune consideró que la vida y obra del “Mago de Jalapa”, como lo conocen sus amigos, se centra en la extravagancia, pero además en el papel del artista realizado y el escritor periférico e infinito.
“Sergio Pitol ejerce también su palabra en la esfera pública, rechazando las injusticias y mostrando su apoyo a los nuevos favorecidos. Participó con entusiasmo en el proyecto de la Casa Refugio. El destino de Pitol es el mismo que el de la literatura, el espacio de la celebración de los enigmas, un escritor único que nunca está donde esperamos que esté.”
Finalmente, Cristhian Frías señaló que comenzó a leer a Sergio Pitol tarde pero siempre que escuchaba las charlas en torno a Henry James u otros grandes autores, salía a relucir
El arte de la fuga.
“En La Habana comencé a leerlo, pero además me topé con sus grandes traducciones que nos hacían viajar por numerosos pasajes literarios. Sergio Pitol ha sido un personaje de extrañeza, fuera de las modas, mostrándonos a un nuevo tipo de escritor latinoamericano, el que se atreve a recorrer grandes distancias convirtiendo a su obra en significado mismo de la vida”.