Oaxaca, México.- En los primeros días de 2014, la Fototeca Nacional recibió el Fondo Aurelio Escobar Castellanos, una de las colecciones más completas, en términos visuales y técnicos, que le han sido donadas en los últimos años. En lo que va del año, el 80% del acervo, que asciende a cerca de 1,400 piezas fotográficas, ha recibido tratamientos de conservación, señaló Leticia Perlasca Núñez, coordinadora nacional de Difusión del INAH.
Se trata de un conjunto de imágenes que guarda “sorpresas” dado el carácter inédito de muchas de ellas, coinciden Juan Carlos Valdez Marín, director de la Fototeca Nacional del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), y Arturo Guevara Escobar, nieto del fotógrafo que en el último lustro ha comenzado a ser reconocido como un importante autor de las instantáneas de la Revolución.
Valdez Marín comentó que en el aspecto técnico hay desde un ferrotipo, el cual se crea de un positivo directo sobre una hoja de metal, hasta negativos de diversos formatos e imágenes panorámicas de tamaño medio, en las que se especializó Aurelio Escobar (1888-1964). Otra de las virtudes del fotógrafo fue la versatilidad.
“El artista incursionó en diversos campos de la creación fotográfica, no sólo en el retrato de estudio, sino también en el registro de la vida cotidiana de la época. A la par, en 1912 tuvo la oportunidad de estudiar en la Southern School of Photography, en Tennessee, Estados Unidos, y eso le sirvió mucho a su formación como creador”.
El que varias imágenes del Fondo Aurelio Escobar sean desconocidas, explicó el también historiador Arturo Guevara, se debe a la naturaleza de su trabajo de estudio, pues no se puede considerar como un fotógrafo de prensa. La mayor parte de su labor está ligada al estudio de su sobrino Heliodoro Juan Gutiérrez Escobar (10 años mayor que él), que tuvo sus orígenes como casa amplificadora de retratos.
Heliodoro J. Gutiérrez tuvo la oportunidad de hacer retratos a Porfirio Díaz. Asimismo, Aurelio Escobar se relacionó con la elite maderista durante la Toma de Ciudad Juárez, cuando él se encontraba en el lugar por una convención de fotógrafos que había organizado The Eastman School of Professional Photography, entre el 9 y el 11 de mayo de 1911.
Aurelio Escobar generó una memoria gráfica del maderismo, hasta el asesinato del presidente. Después viajaría a Estados Unidos, regresaría unos días antes de la Decena Trágica, y volvería al país del norte. Su retorno a México se dio a la caída del régimen de Victoriano Huerta. A partir de ahí su labor sería apreciada lo mismo por carrancistas, que por villistas y zapatistas.
Debido a sus tablas —señaló Arturo Guevara—, “Aurelio Escobar trabajó el tema revolucionario desde una perspectiva y características diferentes. En muchas de sus obras se pueden ver que son encargos, no son retratos posados solamente, tienen una función específica, con un perfil que podríamos llamar propagandístico, de posicionamiento de imagen.
“Por ejemplo, el famoso retrato de Zapata con traje de charro se tomó en el estudio H. J. Gutiérrez, y fue Aurelio Escobar quien llevó al jefe revolucionario. Se dice que por ese cuadro el general pagó mil pesos plata”.
Entre los hallazgos del fondo fotográfico también se encuentra una imagen de 1914, que corresponde a una entrevista que sostuvieron Zapata y Gerardo Murillo
El Dr. Atl, quien —a solicitud de Carranza— le pedía a don Emiliano sumarse a la Soberana Convención Revolucionaria.
El equipo del Departamento de Conservación de la Fototeca Nacional, comandado por Rosángel Baños Bustos, también ha comenzado a descubrir los tesoros del Fondo Aurelio Escobar Castellanos, mientras dictamina, limpia y estabiliza las piezas que lo componen.
La calidad de las imágenes del Fondo Aurelio Escobar se observa desde las más tempranas realizadas en las primeras décadas del siglo XX, hasta la que data de mediados de la misma centuria. Lo mismo un retrato de novia de estilo pictorialista virado al sepia, que fotografía comercial y panorámicas de grupos sindicales, o un álbum de vistas de Río de Jainero, Brasil, de tono verde azulado que data de los años 50-60 del siglo pasado.
Juan Carlos Valdez Marín, director del Sistema Nacional de Fototecas, refirió que por regla en la Fototeca Nacional primero se conservan las fotografías, luego se catalogan y finalmente se digitalizan. Proceso que respalda la preservación y difusión del acervo en cuestión.
“Primero se realiza una conservación preventiva que garantice la permanencia de la pieza a través del tiempo, posteriormente se documenta para conocer qué, quién o dónde es el hecho que está registrado en la placa. Por último, la digitalización permite un acceso más rápido y eficiente a través de nuestro catálogo en línea”.
Luego de realizar un estudio técnico del conjunto a manera de un historial clínico, las expertas en conservación Deysi Galván Téllez y Adilein Castelán Téllez, con las manos enfundadas en guantes de plástico inerte, realizan una limpieza superficial valiéndose de brochas de pelo suave, perillas de aire y borradores de migajón.
En el caso de los negativos de vidrio que presentan roturas o mutilaciones se lleva a cabo el proceso de encapsulado, que consiste en sellar el negativo junto con un vidrio de un grosor de 2 mm, el cual también lleva materiales libres de ácido que evitarán que continúe su deterioro. Cuando se trata de impresiones con algún faltante, éste se reintegra con papel japonés y adhesivos orgánicos, lo que refuerza el soporte y evita un daño abrasivo mayor a la imagen.
En los próximos meses el equipo del Departamento de Conservación de la Fototeca Nacional concluirá el 100 por ciento del Fondo Aurelio Escobar Castellanos. Posteriormente será catalogado y digitalizado para que los interesados descubran la mirada de un fotógrafo que, poco a poco, ha ido ocupando el puesto como uno de los hacedores de la memoria gráfica de México.