Oaxaca, México.- Al ingresar por primera vez a la escuela, todos los niños ya hablan su lengua materna, aquella que aprendieron de su entorno familiar y social. Hasta ese momento, es más bien una lengua mínima con la que cubren sus necesidades básicas de comunicación. Educarla para que realmente les sirva para comprender el mundo, expresar sus sentimientos y acceder al conocimiento, es una labor fundamental de la escuela y un proceso que nunca termina, afirmó Luis Fernando Lara Ramos, investigador de El Colegio de México.
Desgraciadamente, lamentó el coordinador por 40 años del Diccionario del Español de México (DEM), la educación de la lengua materna ha perdido el papel central que tenía en la escuela primaria y secundaria por lo que debe recuperarlo.
Educar la lengua, abundó, significa conducir a los niños hacia el dominio de estructuras gramaticales que les permitan elaborar o entender pensamientos complejos, introducirlos en el manejo de una variedad de palabras que contribuyan a singularizar el mundo y la experiencia, adentrarlos en los matices temporales de la conjugación y en la congruencia temporal entre oraciones, darles los elementos para que comprendan las palabras que habrán de ayudarles a explorar su propia comprensión de las cosas.
De ahí la importancia de distinguir entre estos dos conceptos: enseñanza y educación de la lengua. Ejemplo de esto, añadió el doctor en lingüística y literatura hispánicas, es que a los niños hispanohablantes no se les enseña español, pues lo aprendieron desde pequeños, sino que se les educa esta lengua. En cambio, a los niños indígenas sí se les enseña español y se les debiera educar su lengua materna, cosa que casi no ocurre en las escuelas a las que asisten a pesar de que los planes oficiales establecen que se les debe dar una educación bilingüe y bicultural.
De acuerdo con Lara Ramos, el problema reside en gran medida en que a los maestros no se les han dado las herramientas necesarias para educar la lengua materna de los niños. Desde hace varios años, los maestros están sometidos a los lineamientos establecidos por la Secretaría de Educación Pública y el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, lo cual ha cortado por completo su propia creatividad.
“Los maestros dominan el español de su región (en el caso de esta lengua) pero en cuanto entran al salón de clases empiezan a utilizar un español alambicado, muy típico de los políticos, y ése no es un español de la realidad de los niños […] Para que un niño adquiera esa amplitud de conocimiento de su lengua materna hay que hablarle de cosas interesantes, pero lo que sucede es que se les imponen los contenidos sin darles explicaciones.”
Estrategias para acercar a los niños al lenguaje
Teniendo en mente esta problemática, en 2001, Lara Ramos coordinó y asesoró el Diccionario para armar, una publicación de Conaculta y El Colegio de México que a principios del año pasado obtuvo el Bologna Ragazzi Award en la categoría New Horizons por lo innovador de su contenido.
A diferencia de los diccionarios convencionales en los que después de cada palabra sigue una lista de diferentes definiciones, en el Diccionario para armar no viene el significado de las palabras, sino que éste aparece en pequeños cuentos o poemas. Se trata de textos donde la palabra está usada mas no definida, de manera que los niños pueden sacar sus propias conclusiones. De hecho, el título de la publicación está relacionado con esto, pues se muestra a los niños en qué pueden convertirse las palabras y cómo las pueden combinar.
La idea de esta publicación surgió a partir de las recurrentes observaciones que varios maestros de escuelas primarias le hacían al coordinador del DEM sobre el uso del diccionario. Los diccionarios generalmente tienen definiciones largas después de las cuales vienen algunos ejemplos de uso. Varios maestros, comentó Lara Ramos, le hicieron saber que observaban que sus estudiantes solían brincarse las definiciones para ir directamente a los ejemplos.
“Lo que pasa es que para los niños pequeños, las palabras son como cosas, son actividad. Y lo que pide una definición larga de diccionario es más bien reflexión, una reflexión que los niños de esa edad no están dispuestos y no pueden hacer. Lo que ellos quieren ver es cómo se usaba la palabra. De ahí surgió la idea de hacer un diccionario sin definiciones”, afirmó el también miembro de la Academia Mexicana de Ciencias.
Una lengua se puede ver de dos maneras: como producto y como acción, aseguró. La lengua es producto, como lo es un libro, una carta, un discurso, en el que el autor ha trabajado su habla para darle una forma final.
“Hablar una lengua implica ejercer una acción, hablamos para hacer algo, decir es una forma de hacer. Cuando hablamos lo hacemos espontáneamente, sin calcular del todo el producto que vamos a lograr; hablar forma parte de todas las acciones que llevamos a cabo durante el día […] Los niños, a partir más o menos del cuarto año de primaria comienzan a reflexionar sobre su habla, es decir, comienzan a verla como producto; pero antes, sólo es acción, igual que jugar, comer, dormir.”
Contribuir a desarrollar la lengua de los niños, atrayéndolos a temas que les interesen, que les planteen preguntas con palabras con las que puedan jugar es la meta final de iniciativas de este tipo, mismas que deberían multiplicarse, insistió el investigador.
Cultivar la lengua materna es dotar a las personas de un instrumento de precisión que redundará en una mejor vida y en un mejor aprovechamiento de lo que la vida ofrece, “por eso hay que insistir en que la lengua materna se cultiva en la escuela”, concluyó Lara Ramos. (Fuente: Academia Mexicana de Ciencias)