Oaxaca, México.- El legado de Carlos Chávez (Ciudad de México, 13 de junio de 1899-2 de agosto de 1978) es trascendental, no sólo como compositor, con más de 200 obras, sino también como formador de músicos y gestor cultural, creador de instituciones emblemáticas, como la Orquesta Sinfónica de México, el Colegio Nacional y el Instituto Nacional de Bellas Artes, del que fue su primer director entre 1947 y 1952.
Carlos Antonio de Padua Chávez y Ramírez comenzó a recibir lecciones de piano a los nueve años, después fue discípulo de músicos de la talla de Manuel M. Ponce y Pedro Luis Ogazón. En 1921 presentó un primer concierto con composiciones propias, como el Sexteto para piano y cuerdas y obras para piano y voz, música de tintes románticos.
Sin embargo, luego de contraer matrimonio con Otilia Ortiz, en 1922, y viajar por Austria, Alemania y Francia, sus horizontes se ampliaron al descubrir la música de Stravinsky y Schönberg, con quienes comenzó a componer obras en México.
El compositor Jorge Córdoba señaló que algo característico en la obra de Carlos Chávez es que nunca se repitió en ninguna composición. “Es algo muy interesante en su producción, porque ha habido casos de otros compositores que de alguna manera guardan una referencia, un estilo de sus obras y en Carlos Chávez no podríamos hablar de un estilo, sino de una presencia de distintos estilos, con la idea de no repetirse”.
Con este planteamiento de la no repetición, dijo, uno puede “escuchar una obra que parece un inicio de algo y un final de algo que no se sabe dónde inicia y dónde termina, por ese planteamiento discursivo que sigue presentando una idea tras otra, y una emoción tras otra, son planteamientos que para ese entonces eran muy de vanguardia”.
Su producción, agregó el especialista, además de amplia es muy heterogénea, con “obras que han sido parteaguas o composiciones que han sido el inicio de algo que no había en México, podemos hablar de la Toccata para percusiones, es una pieza clásica, ya cualquiera que habla de tocata, pues dice la de Chávez”.
Y es que, apuntó, se trata de la primera obra para percusión en nuestro país, pues resultaba bastante extraño en esa época hacer una composición para instrumentos de percusión o bien el Concierto para trombón y orquesta “que yo conozca, no hay otro más que el de Chávez” en ese momento.
Aunque cuenta con obras emblemáticas como Sinfonía india y Tambuco, Jorge Córdoba advirtió que aún hay mucho del compositor que rescatar, como Las piezas de guitarra, que son rarísimas en la producción de Chávez, casi nadie las conoce; son tres obras muy especiales y curiosamente suenan muy nacionalistas dentro del lenguaje que utiliza de escalas pentágonas y cosas así, pero uno escucha esas piezas y no las confunde con otras, pues uno puede decir: son de Chávez”.
También indicó que el compositor tiene obras que muchos piensan que están en náhuatl, “pero no. Non una serie de sonidos que hace para que la voz sea tratada como instrumento, no como siempre pasa con las obras para coro, para voz, que están regidas por el texto, un texto poético o en prosa, pero en esa pieza son ruidos nada más y la gente piensa que está en un dialecto, pero no; esa es otra propuesta”.
Por su parte, Aurelio Tello, musicólogo peruano y director coral, comentó que Carlos Chávez tuvo la virtud de conciliar una visión nacional de la música, con una visión moderna, “no se refugió en el folclorismo fácil, tampoco fue un músico que renegara de sus raíces por un presunto cosmopolitismo“, aunque tuvo influencias de músicos europeos, como Stravinski; nunca olvidó que era mexicano, que vivía en un pueblo de raíces mestizas, con una historia diferente a la europea.
“Fue tan lúcido para poder crear una corriente mexicanista que no renunciara a una universalidad y pudo ser un músico universal a partir de lo local. Creo que eso fue lo más importante”, señaló el compilador del libro La música en México: panorama del siglo XX, editado por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes.
Por ejemplo, la Sinfonía india, dijo, “es una de las obras que han dado ese perfil a México, de ser un pueblo que asume y vive su historia, pero que a la vez tiene los ojos puestos en lo que está pasando en el mundo. Chávez se basó en el primer movimiento de la Quinta sinfonía de Beethoven para trazar el esquema de su obra, pero el contenido de su sinfonía asume otro tipo de elementos, la rítmica libre que encontró en la música indígena y también tiene una influencia stravinskiana, su sentido de la orquestación en la cual las percusiones tienen un papel importante, porque agregó instrumentos a la dotación sinfónica, como el teponaztli, el huéhuetl, las sonajas indígenas o el tambor de agua yaqui, que eso nunca se había oído junto a una sinfónica”.
Así Chávez, agregó el también compositor peruano, “aportó un color local, aportó una sonoridad mexicana, genuinamente mexicana (…) creo que construyó una obra que representa a ese México de los años 30 del siglo pasado, que por un lado redescubre, después de la Revolución, muchas de sus raíces prehispánicas, un pasado cultural muy rico, pero también de un México que era moderno, que era contemporáneo”.
Y es que Carlos Chávez, precisó Aurelio Tello, fue una persona atenta a la música de moda, pues incluso en su Sinfonía de los caballos de vapor incorporó giros como el tango y el jazz, “no fue un músico cerrado a lo que pasaba en su época, no fue un mexicanismo estrecho, al contrario, demostró que ser mexicano no quitaba ser universal y ser universal no iba contra lo mexicano. La Sinfonía india es como la quinta esencia de eso, es una de esas obras emblemáticas junto con Janitzio, de Revueltas; el Huapango de Moncayo o ahora el Danzón de Márquez, es de esas obras que van a hablar por México siempre”.
Además, abarcó todos los géneros, excepto la música religiosa, pues hizo música para instrumentos solistas, ya que era pianista con formación romántica, escribió valses románticos en su juventud, después dio el salto a la modernidad, tras su viaje a Europa y escribió música para orquesta, música de cámara, cuartetos de cuerda, composiciones para diferentes combinaciones instrumentales, música vocal, música coral y hasta combinó lo sinfónico con lo coral, pues para la inauguración del Palacio de Bellas Artes compuso laSinfonía proletaria, un corrido que respondía a la visión de la época, sobre lo que debía ser el arte proletario.
De acuerdo con el director de orquesta Armando Torres Chibrás, Carlos Chávez era el único músico mexicano en esa primera mitad del siglo XX que estaba consciente de lo que sucedía en nuestro país y en el extranjero, y escribió en cada una de las corrientes musicales, como el expresionismo y el neoclasicismo, cuando la mayoría seguían insertos en el nacionalismo.
Aunque tiene música decididamente nacionalista, como el Ballet del fuego nuevo, la Sinfonía india, que fue escrita en Nueva York, y Xochipilli, con líneas melódicas decididamente mexicanas, sobre un contrapunto muy intrincado, el director aseguró que son obras que al mismo tiempo suenan contemporáneas con disonancias muy típicas de la mitad del siglo XX.
Un maestro de gran visión
Para Aurelio Tello el legado de Chávez es total, pues fue “uno de los grandes hacedores de la música en México y sobre todo una figura determinante para el curso de ese arte en el siglo XX”, ya que dio a la música, la presencia en el medio artístico que antes no tenía.
Por un lado está su trabajo creador, donde no hay duda que era un sólido compositor, con sus sinfonías y la obra nacionalista, que definió la estética de la primera mitad del siglo XX, pero también está su música de cámara, para piano y su ópera.
Además está “el maestro, formador de músicos: él fue maestro de Blas Galindo, de Contreras, de Daniel Ayala, de Pablo Moncayo, fue el fundador de la Cátedra de composición en el Conservatorio y quien logró academizar en cierto sentido la enseñanza de la composición, porque era una cosa un poco más difusa antes de él”.
Pero también está el funcionario, “el que dirige las instituciones, el que le da sentido a las actividades desde la trinchera del Estado” y es que además de dirigir el Conservatorio Nacional de Música, estuvo al frente del departamento de Bellas Artes en la Secretaría de Educación Pública y redactó el proyecto de creación del Instituto Nacional de Bellas Artes, del cual fue su primer director y cuyo perfil no ha cambiado hasta ahora; “es decir, las funciones sustantivas que se trazaron fueron diseño de Chávez”, destacó el musicólogo peruano.
Como fundador y director de la Orquesta Sinfónica de México, entre 1928 y 1949, dirigió 267 conciertos y estrenó 197 obras, de las cuales 83 eran de músicos mexicanos, pero también fue miembro fundador del Colegio Nacional, junto a personalidades como Alfonso Reyes.
“Hizo una tarea artística, una tarea pedagógica, una tarea gerencial en la vida cultural; creo que fue un músico completo en todo el término de la palabra y mucho de lo que disfrutamos hoy día, mucho de lo que hemos heredado, se debe a su iniciativa y a su gestión. Fue el motor que impulsó a otros músicos, yo no me explico a figuras como Sandi, Revueltas, Moncayo, sin la presencia de Chávez. Creo que fue un músico que cubrió todos los aspectos del panorama musical y cultural de México”.
Por ello, a 115 años de su natalicio, Aurelio Tello consideró que hacen falta muchos Carlos Chávez en México, que no sólo hagan el aporte creador y un trabajo egocéntrico o egoísta de promoverse, sino también que dejen huella a través de las instituciones, como lo hizo el compositor en el Conservatorio, en Bellas Artes, el Colegio Nacional y la Orquesta Sinfónica de México.
“Por supuesto que lo han criticado, que se vinculó al poder político, que reflejó el curso de la política de México, pero esa fue la historia y él tuvo la inteligencia para saber que el Estado tenía ciertas responsabilidades y él era el hombre que se iba a ocupar de que el Estado respondiera a esas necesidades de las sociedad”.
Por su parte, Armando Torres Chibrás consideró que el acierto de Chávez fue su gran visión en los proyectos que encabezó, como la Orquesta Sinfónica de México, que estuvo vigente durante 21 años y que logró gran prestigio internacional, con el estreno de composiciones contemporáneas, ante lo cual incluso venía gente de Estados Unidos a nuestro país para asistir a sus conciertos.
Según el director de orquesta, Chávez es el gestor cultural más importante de principios del siglo pasado, por su capacidad organizativa con la Orquesta Sinfónica de México, el departamento de Bellas Artes y la creación del INBA, pero también como mentor, con la creación del Taller de composición, llamado de creación musical, donde participaron músicos de la talla de Silvestre Revueltas, Candelario Huizar, José Pablo Moncayo, Daniel Ayala, Salvador Contreras y Blas Galindo, y en una segunda generación, Eduardo Mata, Humberto Hernández Medrano y Héctor Quintanar, a quienes incluso Aarón Copland daba clases cuando venía a México.
Pero además de incursionar en el ámbito cultural con las notas desde el atril, Carlos Chávez defendía sus ideas escribiendo en el periódico El Universal y era amigo de los grandes intelectuales de la época, como Xavier Villaurrutia y Salvador Novo, y hasta María Félix asistía a sus conciertos.
De hecho, cuenta Armando Torres, había dos cosas seguras en la Ciudad de México: la corrida de toros a las 16:00 horas y la batuta del maestro Carlos Chávez a las 8 de la noche.
“Es una figura muy interesante, apasionante por su disciplina, su visión, su comprensión de la realidad”, aspectos que incluso lo llevaron a apoyar, a los 75 años de edad, a la primera orquesta juvenil de Venezuela para evitar que los adolescentes cayeran en problemas, como las drogas, el vandalismo y la prostitución, y que ahora son proyectos de desarrollo social a través de la música que se han extendido por todo el mundo, incluso en México.
Chávez ayudó a esta primera orquesta, llamada Orquesta José Manuel Landaeta, con su prestigio e incluso la dirigió en Escocia.
Tras una intensa labor desde diferentes trincheras, como compositor, director de orquesta, gestor cultural y maestro, finalmente Carlos Chávez murió el 2 de agosto de 1978, meses después del deceso de su esposa, a causa de cáncer. Sus restos descansan en la Rotonda de los Hombres Ilustres.
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