Oaxaca, México.- El tlacuache es un animal perteneciente a la infraclase de los marsupiales. Según el
Diccionario enciclopédico de la medicina tradicional mexicana (UNAM), en nuestro país viven dos especies difíciles de diferenciar:
Didelphis marsupialis, restringida a las partes bajas de las vertientes costeras de Veracruz, Tabasco, la Península de Yucatán, Chiapas, Oaxaca y Guerrero; y
Didelphis virginiana, que se distribuye en el resto de los estados y las partes altas de las zonas antes mencionadas.
Hace tiempo, siglos, alrededor de este animalito apareció en el occidente de México, entre los huicholes, un mito del cual no se conocen propiamente versiones prehispánicas.
“Pero pudo haber surgido también en la costa del Golfo de México, en Oaxaca, en fin… Es un mito de gran tradición y antigüedad”, comentó Alfredo López Austin, del Instituto de Investigaciones Antropológicas (IIA) de la UNAM y autor de, entre otros libros,
Los mitos del tlacuache (UNAM, IIA, México, 2006).
Aunque los registros de ese mito se perdieron en el México antiguo, el universitario ha podido estudiar en qué consiste, explicar su presencia en distintas partes del país y distinguir sus variantes.
“Si uno encontrara exactamente el mismo mito en todas partes, no podría avanzar mucho en su estudio. Así pues, entre más variantes tenga, mayores posibilidades hay de interpretarlo porque ofrece más elementos, porque está más vivo. Esto fue lo que pasó con el mito del tlacuache”, señaló el historiador.
Hasta la fecha no se ha encontrado algún texto que refiera un mito prehispánico como tal referido al tlacuache, sin embargo, desde épocas antiguas ha estado presente en diversas variedades de cerámica.
“Al trabajar específicamente la figura del tlacuache descubrí los principios de la mitología mesoamericana”, comentó.
El señor tlacuache carga cachivaches
Es un animal solitario si no está en celo, es decir, no forma una pareja estable. Una vez que un macho y una hembra se aparean, ésta se encarga de las crías, mientras aquél se desentiende totalmente, incluso, ambos son hostiles entre sí cuando no se aparean.
“Pero despojemos al tlacuache de su ‘tlacuachidad’ y pensemos que no todas las variantes de este mito lo tienen como protagonista. Por ejemplo, al norte de Mesoamérica, entre los yaquis, lo es un sapo y en otras regiones es otro animal”.
Con todo, no importa tanto la identificación del protagonista como sus acciones y la principal es el robo. Sí, el tlacuache tiene fama de ladrón, puede robar lo que le dé la gana, porque tiene cola prensil, así como un marsupio o bolsa en la que lleva a sus crías y unas manitas que no son comunes entre los animales.
Engaña al dueño del fuego: se aproxima con cautela a la hoguera, dice que está cansado, entumido de frío y de repente toma una brasa y sale corriendo o la oculta en su bolsa, por lo que ésta se le quema.
“Hay otras versiones. Una dice que cuando coge la brasa con la cola, ésta se le quema y queda pelada, lo que es una de sus características distintivas”, apuntó.
Su régimen alimenticio le permite comer de todo, incluso carroña y como le gusta el aguamiel de los magueyes, roba estas plantas. Entonces, se puede asegurar que no sólo es un ladrón, sino también un borracho...
Por si fuera poco, es un viejo, porque sobre una capa de pelo muy suave tiene otra muy hirsuta y canosa que lo protege. Además, apesta…
A todas estas características se les pueden sumar otras que lo convierten en un personaje mítico extraordinario.
Visita al otro mundo
Roba en todas partes, pero sus robos principales los ejecuta en el Mictlán (“el lugar de los muertos”, en náhuatl) porque es el sitio de la riqueza. “El Mictlán es una parte del mundo de los dioses, otra es el cielo, una más se refiere a los árboles del mundo o a la banda que rodea al mundo”, afirmó.
“El tlacuache me permitió establecer la diferencia entre el aquí-ahora, es decir, el ecúmeno, el mundo en que viven las criaturas y el allá-entonces, un mundo exclusivo de los dioses. Con esta distinción tendríamos el mundo prohibido para las criaturas y acá un mundo en que los dioses y las criaturas conviven cotidiana e íntimamente, lo cual es una de las características de la religión mesoamericana: los dioses están no sólo allá-entonces, sino también aquí-ahora, presentes”, refirió López Austin.
Fama milenaria
Aunque no se ha podido establecer cuándo se empezó a relacionar la figura del tlacuache con hazañas míticas, su representación en restos arqueológicos es un testimonio importante de su fama milenaria.
En la región zapoteca se han encontrado representaciones del periodo Clásico que permiten afirmar su divinidad. En un taller ubicado al norte de la Ciudadela, en Teotihuacán, aparecieron algunos moldes de pequeñas figuras del tlacuache que posiblemente eran adheridas a figuras de culto.
Asimismo, en Tlapacoyan se descubrió una figura de barro que lo representa, fechada hacia el año 1000 antes de nuestra era. Algunos códices como el Dresde y el Vaticano lo relacionan con el juego de pelota, la decapitación, la Luna, el pulque, las ceremonias de año nuevo y el cruce de caminos. Incluso en diversas comunidades puede encontrarse hoy en día su figura colgada en templos y chozas y sus despojos se utilizan como medicamentos.
En muchos mitos y leyendas indígenas, el tlacuache tiene un lugar privilegiado. Aparece como el jefe del mundo, el resistente a los golpes, el despedazado que resucita, el astuto que enfrenta el poder de los jaguares, el jefe de los ancianos consejeros, el civilizador y benefactor, el abuelo respetable y sabio, pero al mismo tiempo es un pícaro que hace bromas y engaña, un ladrón, fiestero, borracho, parrandero y las
civo.